Ya los emperadores romanos eran conocedores de la importancia que tenía la acuñación de moneda. Cuando llegaban al poder se afanaban por colocar en circulación monedas con su efigie para que tanto ciudadanos del imperio como mercenarios bárbaros supieran quién era el señor de esas tierras y a quién debían su riqueza. Desde entonces el acuñamiento de moneda ha tenido una importancia capital en los deseos de los nuevos poderes de demostrar su soberanía y la nueva dinastía de los Napoleón no iba a ser una excepción en su reclamo de la soberanía española.
Una moneda internacional
Para cuando los franceses entraron en la península la moneda de curso legal era el real de plata. Esta moneda fue acuñada por primera vez en tiempos de los Reyes Católicos con un valor de 34 maravedís de cobre. La abundancia de plata en las tierras del Nuevo Continente provocó la acuñación masiva de monedas de plata en las cecas americanas, acuñándose en denominaciones de cuarto, medio, uno, dos, cuatro y ocho reales. Esta última denominación era la más ampliamente empleada, usándose en los envíos masivos de plata a España y, siendo, por tanto, la moneda más ampliamente distribuida por el Imperio Español. Las relaciones comerciales con China y las acciones de piratería y contrabando en América propiciaron que también fuera empleada como moneda en esos lugares, convirtiendo el real de a 8 en la primera moneda de cambio internacional
Real de a 8. Fuente: Wikipedia
Sin embargo la acuñación masiva de plata y la inflación hicieron que, aunque la plata en sí no perdiera valor, si que la moneda de referencia, el maravedí, se devaluara comparada con el real. Después del acuñamiento de reales de distinta ley finalmente se racionalizó el sistema en 1737 en el que se fijó que un real de a 8 de plata tendría el valor de 20 reales de vellón, pasando el real de vellón a valer los 34 maravedís de cobre. Aunque se podrían haber acuñado perfectamente reales de vellón (el vellón es una aleación de plata y cobre, usada para acuñar monedas) se decidió seguir acuñando monedas de plata, por la que el real de a 8 siguió en circulación, quedando el real de vellón simplemente como unidad de cuenta. Las anotaciones contables, los intercambios comerciales, la fijación de sueldos, todo se calculaba en reales de vellón pero el pago físico se hacía en reales de plata, ya fuera en alguna de las denominaciones existentes o, más habitualmente, cortando el real de a 8 en dos o cuatro partes.
Esta incoherencia chocaba con el carácter racionalizador que impulsaba la Francia de principios del siglo XIX y así, cuando José Bonaparte llegó al trono de España, se decidió normalizar la situación. Aunque en un primer momento acuñó monedas de 8 reales, finalmente, el 19 de abril de 1809, se acuñaron las primeras monedas de plata que, aunque tenían el mismo peso y ley que la moneda de 8 reales, recogía en su reverso la denominación de 20 reales.
Moneda de 20 reales. Fuente: www.fuenterrebollo.com
A partir de la acuñación de la moneda de 20 reales las monedas fraccionarias perdieron su denominación sobre el real de plata y se acuñaron en denominaciones de 10, 4, 2 y 1 reales de vellón o, ya simplemente, reales. Estas denominaciones continuarían incluso después de la expulsión de los franceses, siendo empleadas por Fernando VII primero e Isabel II después, hasta que fue sustituida por la peseta.