Pangea – Lobo 1×14 – Respuestas

En la aldea del clan Fantasma se preparan para recibir las primeras luces del día. Se oye el lento trajín de los más madrugadores mientras suben agua del río, colocan los enseres olvidados por la noche y reviven las fogatas con ramas y soplidos. Dos personas permanecen en silencio mirando casi al amanecer, al volcán cercano a la aldea, esperan. Aarthalas echa de menos al líder de su grupo que ascendió por las laderas hace algunas jornadas. Todas las mañanas ha esperado en el mismo sitio hasta que las obligaciones le han hecho retirarse. Aquel amanecer, la enigmática chamán que vuela a lomos de un ave sin plumas, se había unido a su vigilia.

El sol ya despuntaba entre la ladera de las montañas cuando surgido de la niebla del valle pudieron ver a su compañero. Aarthalas fue a correr a su encuentro, pero la chamán le sujetó de la muñeca con una fuerza impropia para su edad; ella reprimió su impulso y vio como Lobo se iba haciendo cada vez más grande y pudo apreciar los detalles. Tenía heridas en brazos y piernas, como si hubiera luchado con un erizo gigante y no hubiera ganado. Sus ojos tenían profundas manchas oscuras bajo los parpados, pero el resto de su piel, allá donde la sangre o la humedad no lo habían borrado, estaba blanca, como el miedo, como la ceniza. Algunos dwandir detuvieron su trabajo y le observaron en su lento caminar, pero ninguno se acercó a ayudarle o a darle un refrigerio. Lobo había bebido en el río, su barbilla limpia de la suciedad del volcán así o delataba y, probablemente, el erizo descansaba en su estómago. Sonreía satisfecho, como un mendwan que ha encontrado la respuesta.

La llegada de Lobo recorrió el asentamiento como un torrente de las montañas y más dwandir salieron de sus tiendas de pieles para observar a aquel que había estado en la cima del mundo y había vuelto. Los compañeros de la caravana, con el suelo aún pegado a los ojos, también se asomaron. Nadie hablaba y solo unos pocos se atrevían a respirar.

La chamán le observó cuando estuvo a su altura y el la observó a ella con igual intensidad. El silencio se prolongó muchos latidos y, por fin, Lobo le devolvió algunas de las hojas de la ascensión que le habían sobrado. La chamán sonrió, las recogió con cuidado, como si temiera que se partieran o salieran volando y tras guardarlas preguntó.

-¿Ya sabes quién está envenenando el aire?

-Sí -respondió el Lobo con seguridad y aplomo.

La chamán se dio por satisfecha y se marchó. Lobo se dirigió a Aarthalas y le ordenó:

-Nos marchamos en dos puños. Reúne a todos, a todo el equipo y todo lo que hayáis podido comerciar con esta gente.

-¿Has encontrado la respuesta?

-Sí.

Y no dijo más, no era suficiente. Debían alejarse del clan Fantasma, pero no iba a ser sencillo ahora que sabían la respuesta…

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