A pesar del nombre, la araña de tres patas es, efectivamente, un arácnido y debe su peculiar nombre a que tres de ellas están especialmente desarrolladas para su curiosa forma depredadora. Estas patas largas le permiten vadear el lecho de los ríos o torrentes de montaña donde habita. Aunque parece estar apoyada sobre la superficie del agua, la realidad es que crea una burbuja de aire en el vello de su abdomen que la mantiene aislada. Sus dos patas delanteras se han transformado también en rústicas pinzas que tienen la longitud apropiada para alcanzar el dentro de su espalda y que utiliza en dos funciones: despedazar a sus presas y llevarlas a la boca y decorar su tórax (parte superior). Para esta última función recoge piedras de la orilla, hojas, ramas, incluso semillas y las pega con una sustancia pegajosa (similar al hilo de araña) que surge de su abdomen. Es decir, la araña frota el objeto contra su abdomen y luego lo pega en la parte superior. Una de las patas se ha convertido en un temible aguijón, muy afilado, pero no venenoso como el de los escorpiones. La misión de esta sexta pata es apresar a sus víctimas. Las últimas patas se han transformado hasta parecer hojas que sobresalen a cada lado de su cuerpo. Tienen una función mimética clara, pero también son unos delicados sensores que detectan el movimiento de las presas. De pata a pata larga una araña de tres patas puede medir una vara, pero tiene un cuerpo grande (y pesado) que supera el palmo de diámetro.
Su sistema de caza es muy sofisticado. Se introduce en el agua donde utiliza sus patas para aferrarse al fondo y colocarse cerca de otras piedras. Su tórax, lleno de ramas, musgo y otras decoraciones se mimetiza perfectamente con el entorno. Para ello, ayuda su tamaño Además, la araña coloca sobre su camuflaje semillas u insectos que puedan atraer a presas mayores (aunque en caso de necesidad también puede comer insectos). Cuando una rana, pájaro o similar se posa sobre lo que cree una roca, el aguijón sale del agua como un resorte y ensarta a la víctima contra el caparazón. Inmediatamente las agujas comienzan a despedazarlo con voracidad para evitar que se escape. Cuando la presa deja de moverse, la actividad se detiene y la araña va lentamente despiezando a su víctima para llevarla a la boca. Ver comer a una araña de tres patas es bastante repugnante.
Es muy raro que la araña de tres patas ataque a una víctima de gran tamaño, pero algunos caminantes se han llevado una desagradable sorpresa al intentar utilizarlas para vadear un río o al intentar coger algo de su caparazón por su brillo (nota: a veces cogen piedras brillantes del fondo del río porque atraen a algunos tipos de pájaros). La víctima sentirá un picotazo (como un escorpión, pero sin veneno: 2 puntos de daño) y luego una sucesión de pequeños mordiscos (1 punto de daño por asalto). Por suerte para la víctima de gran tamaño, la araña de tres patas se está defendiendo y si la obligan a sumergirse (por el peso) o la arrancan de su posición (al tirar de ella), soltará a su presa y se irá caminando por el fondo.
La araña de tres patas no es solitaria ni territorial y es posible ver a varias en la misma zona de un río. Esto incrementa el peligro de confundirlas porque si la primera araña provoca la caída del personaje, es posible que caiga sobre otras arañas que reaccionarán de forma violenta. No se conocen muchos casos de muerte por una colonia de arañas de tres patas, pero, a veces, en los ríos de Pangea aparecen esqueletos de medianos mamíferos o reptiles devorados con pequeños mordiscos en las orillas de los ríos.
Algunas tribus tikki aprecian su sabor que comparan con el de los crustáceos marinos cocidos y los h’sar también se las comen, pero el resto de las razas de Pangea no las ven como algo comestible. Los chamanes utilizan sus cuerpos (la parte superior invertida) como recipientes para preparar pócimas y ungüentos, pero no se les conoce ningún uso propio en los rituales chamánicos.
Además de los tikki y los h’sar, el mayor enemigo de las arañas de tres patas son los peces de río de gran tamaño. Se puede decir que donde hay peces, no hay arañas, pero en ocasiones se pueden ver espectaculares combates donde un pez agarra a la araña por debajo y esta intenta defenderse con su aguijón y sus pinzas. El combate suele acabar con la araña ahogada y devorada y el pez con profundos cortes en el morro (algunos incluso han perdido un ojo).