Autor: Sergio Jurado
Los mendwan, dwandur y ogros creen que los árboles vagina aparecen en los lugares en los que el semen de un varón cae a tierra y, por azar, fecunda una semilla. Los tikki y las dwandir se ríen de tales despropósitos, puesto que ambas razas saben que los árboles vagina son manifestaciones del favor de sus antepasados, quienes bendicen a la comunidad en cuyas cercanías crecen. Por su parte, los h’sar y los drak aborrecen estos árboles, a los que identifican metafóricamente con un símbolo de sus enemigos «caganiños» (las razas mamíferas, la mayoría de las que pueblan Pangea), así que los talan cuando los descubren en su territorio. Nadie sabe lo que piensan los arwan ni los gardan sobre este tema y a nadie le importa lo que piensen los durk (en el improbable caso de que sepan lo que es un árbol vagina). Por último, los kotai y los gruba afirman que los árboles vagina son inteligentes, las silenciosas y exánimes madres y esposas de una tribu de extraños árboles vivientes que habita en lo más profundo de la Selva del Espíritu, capaces de desarraigarse del suelo y caminar y hablar como los hombres. Por supuesto, las demás razas se ríen de semejantes memeces, propias de estos necios.
En cualquier caso, las tribus de Pangea han descubierto que los árboles vagina gozan de múltiples propiedades relacionadas con la concepción y la reproducción: sus bayas, de color rojizo y parecidas al fruto de la morera, resultan un potente afrodisiaco para las mujeres (los varones pueden encontrar su equivalente en la pág. 240 del manual), la fragancia de su flor evita las náuseas matutinas propias de la preñez, una pasta hecha a partir de su corteza es un efectivo remedio para los dolores de piernas, una infusión de sus hojas aplaca los dolores del parto, mascar sus raíces reduce las posibilidades de sufrir un aborto, etc.
En lo que casi todas las razas de Pangea sí que están completamente de acuerdo es que, cuando una mujer desea concebir un hijo, debe ir a implorar al espíritu del árbol que interceda en su ayuda. Entre las tribus mendwan resulta habitual presentar una ofrenda de agua al árbol, que la mujer debe llevar por sí sola hasta éste y derramar sobre su cabeza.
El árbol vagina más cercano a Aguaclara crece en un pequeño hayedo a casi un día de camino en dirección norte. Varias veces al año las mujeres del grakin organizan una ceremonia a la que no pueden acudir los hombres. Por supuesto, en los tiempos que corren este viaje puede ser un poco peligroso así que muchos esposos siguen a cierta distancia a las mujeres, vigilándolas sin que éstas se aperciban.