Rol Negro – La maleta (aventura)

Autor: Roberta Alias

Imagina que tu jefe te pidió ayer que te quedaras un poco más en el trabajo para terminar un proyecto urgente que había que entregar hoy. Un poco más se convierte en toda la noche y parte de la mañana y tras concluir, el tirano te dice que te marches a casa y te tomes el día libre.

Imagina que vuelves arrastrando los pies desde la parada de autobús a tu apartamento, pero que, como estás tan cansado, decides atajar por un callejón. Por la noche, cuando vuelves habitualmente a tu casa, nunca te atreverías a cruzar por allí, pero luce el sol y estás tan cansado que dar la vuelta a la manzana te parece una proeza.

Imagina que el callejón esta desierto, iluminado por la claridad diurna y que junto a unos contenedores, donde acaba la basura del hotel Regen cuya entrada hace rato dejaste atrás, descubres un maletín. Está en el suelo, medio oculto, es de cuero, pero sus cantoneras metálicas reflejan los rayos del sol. Lo has visto por eso. Lo coges, lo sopesas, es una pena que alguien haya tirado a la basura un objeto casi nuevo. Te lo llevas

Imagina que llegas a casa sin que nadie te detenga, que jugueteas con la combinación de apertura hasta que das con la correcta, sólo había 1000 posibilidades. Te sientes un poco como un salteador de cajas fuertes. Abres el maletín y en el interior hay varios fajos de billetes, cincuenta mil euros calculas a toda prisa.

Imagina que ya no tienes sueño…

Inicio

La víctima

Carlos Balar es un informático que trabaja duro para intentar sobrevivir en una ciudad donde la crisis ha golpeado a los honrados. Tiene un jefe bastante despótico que juega con sus horarios sin ningún tipo de consideración y hace caer sobre él la responsabilidad de sus propios errores. A Carlos no le gusta su trabajo y desearía cambiarse a otro o, al menos, poder estar un tiempo sin preocuparse de llegar a fin de mes. No puede hacer que le echen e irse al paro una temporada. Otra de las geniales ideas de su jefe es mantener sin contrato con la promesa de que, en cuanto todo mejore, regularemos esto.

A pesar de su difícil situación personal, Calor Balar no es tonto o no está tan desesperado. Cuando te encuentras un maletín con 50.000 euros en la calle, te lo llevas a casa y has nacido en Cunia, sabes que tus problemas no han hecho más que empezar. Coges el teléfono y llamas a la o las personas en as que confías.

Los personajes jugadores

Los PJ serán quienes reciban esa llamada. Su relación con Carlos Balar será cercana, puede, incluso, ser un miembro del grupo, aunque como tendrá bastantes posibilidades de morir en la próximas 24 horas, quizás prefieras que sea un PNJ.

Los personajes pueden ser policías, detectives, gente al otro lado de la ley. A efectos de la trama esto no tendrá mucha importancia, aunque, naturalmente, cambiará el enfoque de cómo resolver la aventura. Es importante, de todas formas, que los personajes (y los jugadores) conozcan un poco el trasfondo de Cunia, saber quién gobierna en cada punto de la ciudad, quién es quién y esos detalles que pueden marcar la diferencia. Si tus jugadores no han jugado mucho en la ciudad, ayúdales con alguna explicación adicional al principio de la partida o con algún mapa con las zonas localizadas.

Lo que ha ocurrido

Es posible que en alguna ocasión os hayáis molestado con la programación televisiva porque «parece hecha para tontos». Algunos programas parecen ir dirigidos a personas con el cerebro desconectado, lo que, entre nosotros, es una forma de evasión perfectamente respetable y menos peligrosa que las drogas de diseño. El problema es cuando programas que se supone debes ver con el cerebro conectado los ven individuos que no suelen conectar el suyo a menudo. Esto es lo que le ocurrió a una pareja de iluminados, Yónatan y Lloli (sí, escrito así), que vieron, por error, un informativo de Tele Cinco. En dicho informativo, con toda su carga amarillista, el locutor explicaba que se había puesto de moda los secuestros virtuales. Es decir, secuestros en los que el secuestrado no se entera que está secuestrado, pero la familia paga sin dudarlo pensando que están ante un secuestro express de esos. Yónatan y Lloli se miraron a los ojos y sin muchas palabras, tampoco es que sean muy duchos en ellas, pensaron lo mismo. «¡Qué fuerte cari, habé si vamo a tené telepizza de esa!» creo que dijo uno de ellos ante la sorpresa de haber tenido pensamientos iguales (el perro pulgoso que vive con ellos se sorprendió que hubieran tenido pensamientos, simplemente).

Puestos a ello, Yónatan eligió al hijo de un empresario famoso de Cunia y Lloli («la Lloli» para los amigos) se emperifolló para ligárselo y llevárselo de juerga toda la noche. No lo hemos dicho, pero Lloli es una mujer de bandera, de esas que te hacen girar la vista cuando estás con tu pareja. No desentona en los ambientes selectos y el muchacho objetivo de sus encantos pensó que aquella noche había tenido algo de fortuna. Una de las primeras cosas que hizo Lloli fue birlarle el móvil y pasárselo a su compañero de delito.

Yónatan se encargó de la parte administrativa. Llamó al teléfono del padre con el móvil del hijo ocultando su voz con un pañuelo y, en un gesto de genialidad, hablando como si fuera un robot. Siempre se le dio bailar como un robot en la discoteca. Le dio al padre preocupado una dirección (el callejón) y le dijo que liberarían a su hijo cuando depositara en el cajón, en un maletín, 50.000 euros.

El padre, Felipe Sahador (un hombre de la organización de Rafael González), hizo caso del secuestro. Es posible que se tratara de una broma de su propio hijo (no sería la primera vez que hacía algo parecido), pero la cantidad que le pedían era tan ínfima (50.000 euros es lo que él se gasta en una cena con los compañeros de trabajo) que pagó hasta comprobar que su hijo estaba a salvo. Tenía muchos contactos en la ciudad y sabía que no le costaría nada encontrar a los estúpidos que habían secuestrado a su hijo. Metió el dinero en un maletín y mandó a uno de sus muchachos a dejarlo en el lugar indicado por los secuestradores.

Yónatan estaba esperando a la salida del callejón, pero antes de que llegara el matón de Sahador, se puso a pensar. Es malo que Yónatan piense porque empezó a imaginarse a Lloli con el «estirao«. «Lloli no tié muchas luces», pensaba, «eso lo sabe to’ el mundo. Está buenorra y es una persona guapa, guapa, de esas bellezonas por adentro, pero no tié buena azotea. No lo habían hablao, pero está tía fijo que ha rulao que tié que follarse al mierda ese…«. Yónatan se marchó del callejón encendido por los celos y dispuesto a evitar el, en su cabeza, inevitable encuentro sexual.

Quizás aquello le salvó la vida a Yónatan porque el matón de Sahador no iba dispuesto solo a dejar el maletín. Su jefe no se lo había pedido, pero pensaba coger al secuestrador y sacarle la información a palos. Al llegar, dio una vuelta por los alrededores sin descubrir a nadie, dejó el maletín y aguardó hasta el amanecer por si alguien lo recogía. No vio a nadie, y entendiendo que estaba frente a profesionales, se largo de allí antes de meter más la pata.

El hijo de Sahador aparecerá en casa, algo bebido sobre las nueve y media de la mañana. Su padre (y su madre) les están esperando (algo raro) y le interrogarán sobre lo que ha hecho esa noche. El chico les explicará que conoció a una chica y que han estado toda la noche de discotecas y bares. Que se lo ha pasado muy bien, pero no cree que vuelva a llamarla. El padre comprenderá que ha sido víctima de un engaño y dará orden de localizar a los responsables.

Yónatan no localizará a Lloli por la noche y al amanecer volverá a su casa hecho polvo. La muchacha aparecerá unas horas después con su virtud intacta y le preguntará si ha recogido el dinero, pero él no contestará y le preguntará si se ha acostado con el «estirao». Aquello derivará en una trifulca a gritos con acusaciones mutuas de estupidez hasta que ella se de cuenta que él ha hecho todo eso por amor, se acostarán juntos y se olvidarán del secuestro, el dinero en el callejón y todo lo demás.

Decisiones

Las decisiones de Sahador

Los hombres de Sahador no tienen instrucciones de ser amables y su plan es remover la ciudad hasta encontrar a los responsables. Desde las 12:00 de la mañana montarán guardia en el callejón. Sabrán que alguien se ha llevado el maletín, pero no sabrán quién (y tampoco sabrán si es el secuestrador). Si viesen a alguien por el callejón o las calles cercanas con el maletín, le seguirían y si tienen oportunidad (una zona fuera de la calle), les interceptarán, les darán una paliza de muerte y luego les harán preguntas (o, mejor, les llevarán en presencia de Sahador para que él les haga las preguntas).

A las cuatro de la tarde, una pareja de agentes urbanos se acercará al coche de los vigilantes y les contará, amablemente, que llevan cuatro horas aparcados delante de un banco y que eso ha puesto un poco nerviosos a los chicos que vigilan la zona con cámaras de televisión. A los matones no les será difícil dar una explicación convincente, pero moverán el coche y reanudarán la vigilancia pocos minutos después en un ángulo muerto de la cámara.

Poco después se darán cuenta de la cámara y llamarán a Sahador para comentárselo. Este tardará apenas unas horas en tener acceso a las grabaciones. Allí, tras visionarlas, verán como Carlos Balar entra en el callejón, sale de este y entra en uno de los portales de la calle. Se podría pensar que no es un secuestrador muy inteligente, pero los matones de Sahador, a los que tampoco pagan por pensar, piensan que desde ese edificio es desde donde controlaron la entrega y sólo fueron a por el maletín cuando vieron que nadie vigilaba. Le enseñarán una imagen a una chismosa vecina y se enterarán que Carlos es un «bala perdida» que llega tarde a casa muchas noches y que vive sólo en el apartamento del ático. «El típico pisillo de soltero, ustedes ya me entienden» dirá la amable cotilla. para los matones está claro que se trata de una tapadera.

Minutos después, entrarán en la buhardilla previa patada en la puerta dispuestos a machacar a cualquiera que haya dentro. Si lo encuentran, golpearán a diestro y siniestro y se llevarán a los supervivientes a hablar con Sahador, si no hay nadie, registrarán todo el apartamento con ojo de lince y pezuñas de elefante.

Descubrirán que Carlos trabaja en una empresa de programación y sospechando que es una tapadera, le harán una visita al jefe de la misma. Le pegarán un par de meneos (no todo iban a ser malas noticias para Carlos) hasta que les diga que Carlos trabaja esporádicamente (no olvidemos que es un trabajador no contratado y que estos tipos bien podrían ser nuevos inspectores de trabajo contratados por el ministerio) y que apenas viene por la oficina porque todo lo hace desde casa. ¡Mentiroso! Amenazarán al jefe para que se ponga en contacto con Sahador si el tal Carlos aparece.

Los matones habrán perdido la pista de Carlos por el momento…

Un segundo grupo de Sahador se dedicará a buscar a la chica, a Lloli si ese es su verdadero nombre. Visitarán varios garitos juveniles y pondrán patas arriba alguno de ellos. El caso es que armarán mucho ruido y en poco rato media ciudad sabrá que Sahador está buscando a una chica de nombre Lloli. Acabarán por localizarla, la segunda noche desde el secuestro, irá con Yónatan a una discoteca de moda de la ciudad. han permanecido escondidos 2 días, pero han decidido salir esta noche porque ya se habrá olvidado todo el asunto. Salvo que los PJ se hayan «aliado» con los de Sahador, los detendrán en la discoteca, los meterán en un coche negro y nadie volverá a saber de ellos en año; concretamente, siete años cuando una pareja de senderistas encuentre unos huesos enterrados junto a un sendero recién abierto en el bosque.

Las decisiones de Carlos

Carlos Balar tiene menos de 24 horas para resolver este tema. Al día siguiente tiene que trabajar y su jefe no es de los que entiende las excusas habituales. Sin contrato, puede echarlo a la calle y contratar a otro en segundos (otra de esas ventajas de permitir que tu jefe te contrate en negro). Es cierto que podría volver a trabajar sin resolver el problema, pero sabe, y los PJ también saben, que el dueño del dinero acabará localizándole. ¿Qué hacer entonces?

Cualquier persona honrada acudiría a la policía y explicaría que se ha encontrado ese maletín en un callejón, que estaba abierto (en esto mentiría) y que al ver que había dinero lo había traído a la comisaría más cercana. Sin embargo, en Cunia no hay muchas personas honradas y, además, todos saben que acudir a la policía es el camino más rápido para que el dueño del dinero se entere. Si aún así deciden ir a la policía (los PJ o Carlos), Sahador se enterará y mandará a sus matones entre una hora y dos después.

Si los personajes tienen contactos con el mundo criminal de Cunia (excepto con Rafael González, ver más adelante), podrán acudir a ellos para pedirles ayuda. Estos comprenderán que el maletín es el pago por algo y dada la cantidad y dónde lo encontraron, deducirán que se trata de un secuestro express (ahora tan de moda). Invitarán a los PJ a descubrir a los secuestradores y, si pueden, a liberar al secuestrado. Si lo consiguen, la familia del secuestrado, posiblemente alguien importante, estará en deuda con ellos (con los PJ, no, con los amigos criminales de los PJ).

Si investigan el maletín, descubrirán un pequeño anagrama en uno de los laterales, en la zona de cuero. No les suena mucho, pero si investigan en la cámara de comercio de la ciudad (o en internet, aunque será más difícil), descubrirán que dicho anagrama es de una empresa de eventos (fiestas, saraos y demás) que a su vez es propiedad de un holding de empresas entre las que están algunas de Felipe Sahador y Rafael González.

Hablar con Rafael González no es sencillo, uno no le pide audiencia así como así, pero si mencionan un maletín con el anagrama de la empresa y 50.000 euros llamarán la atención de alguno de los subalternos de Sahador, quién a su vez le llamará para avisarle que unos «extraños» intentan puentearle con el jefe supremo. «Unos listos los secuestradores» pensará Sahador y empezará a elaborar una extraña conspiración en la que los PJ son agentes de Los Latinos que intentan enemistarle con Rafael. Dará la orden de acabar con ellos. Un coche les seguirá e intentará matarlos en el primer lugar «tranquilo» en el que se metan.

Si no piden audiencia, sino que se cuelan directamente en el yate de Rafael o en alguna fiesta a la que asista y hablan con él (insistimos, pónselo muy difícil). Rafael les creerá cuando le cuenten que encontraron el maletín por casualidad y que quieren devolver el dinero. De hecho, Rafael descubrirá, gracias a los PJs, que uno de sus segundos tiene una debilidad: su hijo o, mejor dicho, la incapacidad de controlar a su hijo. Rafael les dejará partir, pero los PJ leerán en las noticias, días después, que el hijo de Sahador ha muerto por causas aún no aclaradas.

Si deciden hablar con Sahador, que les parecerá más accesible, este no les creerá. Dirá que hicieron el secuestro sin saber quién era su hijo y que luego lo descubrieron y están intentando salir vivos de ello. Sólo les creería si se hubieran molestado en traer a los verdaderos secuestradores. Esa sí sería una prueba contundente. Se quedará con Carlos Balar como rehén, parece que los PJ se preocupan mucho por él, y les dará 48 horas (para que no se duerman).

Buscando a Lloli desesperadamente (o a Yónatan)

Los personajes partirán con la descripción del chico de la mujer que lo tuvo entretenido. No es una descripción muy singular, pero les permitirá descartar algunas candidatas. Por otro lado, el muchacho también puede contarles a los sitios que fue. Al principio fue él quién eligió los sitios, pero según fue pasando la noche y los que él conocía iban cerrando, Lloli (aunque el muchacho no lo escribiría así) le fue llevando a algunos «after» de esos. Esos garitos también son un buen sitio al que ir a preguntar. No, los matones de Sahador no han ido a esos sitios porque no se molestaron en hablar con el chico (no es que tengan mucho respeto por el heredero del imperio).

En los garitos nocturnos (por cierto, todos en la zona sur de la ciudad), conocerán a Lloli y Yónatan (muy populares por la zona) y cualquier portero (previamente ganado con algo de dialéctica o euros) les contará cuales son los bares que suelen frecuentar y a qué horas (todas de madrugada).

Otra forma de localizar a Lloli es conociendo un poco la ciudad. Por el nombre y la descripción de la chica sabrán pronto que se trata de un típico ejemplar de los barrios del sur. Si preguntan por la calle y no meten mucho la pata, lograrán localizar a alguien, seguramente una señora, que conoce a la Lloli, que es la hija de Jacinta, una mujer que se mata a trabajar todos los días limpiando escaleras para mantener a la loca de su hija y al borracho de su marido. Sí, claro, les puedo decir dónde viven. ¿Qué ha hecho esta vez esa cabeza loca? (sí, para algunas cosas, Cunia sigue siendo una entrañable ciudad provinciana). Lloli hace tiempo que no vive con sus padres, pero el padre no tendrá ningún reparo en decir donde vive su hija a cambio de alguna botella de buen licor o un par de buenos riojas.

Finalmente, los personajes pueden acudir a las mismas cintas de seguridad del banco que consultó Sahador. Si vas un poco más atrás, se puede ver a Yónatan saliendo y entrando del callejón varias veces. Su aspecto y su forma de vestir desentonarán con el barrio (sabrán que es él) y descubrirán que se va del callejón sin esperar a la entrega. También verán al matón de Sahador dejando el maletín y aguardando varias horas hasta que se retira. Si la policía les hubiera incriminado en algo, el vídeo será prueba suficiente para librarles.

Con la imagen de Yónatan pueden proceder como con Lloli, con la diferencia de que les costará mucho menos dar con él (o con ellos).

Una cuestión moral

Lloli y Yónatan no se resistirán a ser detenidos. Verbalmente serán muy chulos, arrojados y mal hablados, pero si llega el momento de las tortas, se rendirán al primer golpe.

Tus personajes saben que Sahador va a matar a los dos alocados jóvenes cuya única culpa es tener pocas neuronas activas en su cerebro. En cuanto se enteren que Sahador es el padre del secuestrado, atarán algunos cabos (lentamente) y también sabrán lo que les va a pasar. Desde ese momento, llorarán y suplicarán (y se ofrecerán sexualmente, ambos), para que les dejen libres. Les prometerán que nunca lo volverán a hacer, que se entregarán a la policía y lo que haga falta para conmover a los PJ.

Si les conmueven y no llegan a entregar a los secuestradores a Sahador, éste matará a Carlos y dará la orden a su organización para que maten a los PJ. No hoy, ni mañana, dentro de unas semanas, cuando menos se lo esperen y ya nadie pueda relacionarlos con Sahador.

Si Lloli y Yónatan acaban en la policía, Sahador liberará a Carlos porque no quiere que la pasma ande husmeando sus asuntos y bastante tendrá con dar explicaciones del secuestro. Sin embargo, los personajes se habrán ganado un poderoso enemigo.

Por último, si entregan a los secuestradores a Sahador, éste les devolverá a Carlos y les agradecerá los servicios prestados. Les dirá que les debe un favor, pero no aclarará cuando piensa devolverlo y cómo piensa hacerlo. Y sería una descortesía preguntarlo. Lloli y Yónatan morirán, de forma muy desagradable.

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