Número: 76. 4ª época. Año XXI ISSN: 1989-6289
La proliferación de los grakin está dando lugar a un fenómeno hasta antes desconocido, la adaptación cultural de otras tradiciones. No es un fenómeno extraño pero para algunos puede ser desconcertante. Cuando uno acude a un grakin puede encontrarse con la sorpresa de que uno de los rituales más sagrado de su tribu ha sido adoptado y a veces hasta adaptado por otra raza que nada tiene que ver con él y que probablemente no entienda su auténtico significado. Uno de los casos más sangrantes es la popular competición ritual de Robar el fuego.
El ritual primigenio es, como ya hemos comentado, de origen tikki. Según su tradición esta raza descubrió el uso del fuego robándoselo al espíritu de la montaña ayudado por el espíritu del aire. Para llegar a la mayoría de edad un tikki debe representar esta leyenda en una peligrosa ceremonia. En ella el ejecutor, conocido con el simple nombre del El Ladrón, debe coger del centro de un círculo una piedra con una oquedad en ella en la que se aloja el fuego, conocida simplemente como la Piedra de Fuego. Tras cogerla debe ponerse bajo la protección de los espíritus del aire, personificados en la figura del oficiante conocido simplemente como Aire, papel normalmente reservado para uno de los ayudante del chaman. Este hace girar una bramadera <
Este sagrado ritual tiene otra versión, más rara de ver, que desde tiempos ancestrales usan los tikki para dirimir las diferencias entre tribus. Hay que entender que los tikki viven bajo el eterno peligro de ser la raza inteligente menos dotada físicamente. Una lucha fraticida sería terrible para ellos, por lo que rara vez recurren a la violencia física entre ellos. En lugar de eso, cuando una tribu amenaza los territorios de caza de otra, suelen recurrir al ritual del Robo del Fuego para decidir quien tiene razón. El ritual es similar, solo que en este caso cada tribu presenta un Ladrón, un Aire y tres Guardianes. Existe una sola Piedra de Fuego y los Ladrones pelean entre ellos para llevar la Piedra del Fuego a su Hogar mientras Guardianes y Aires pugnan por favorecer la tarea de su Ladrón y perjudicar la del contrario. La única regla es que nadie excepto los Ladrones pueden tocar la Piedra de Fuego. El enfrentamiento no es a muerte, pero las heridas sufridas por los participantes suelen ser de gravedad, a pesar del acolchamiento de los garrotes. No existe límite al número de veces que una tribu puede retar a otra, de tal manera que, invariablemente, la tribu más fuerte acaba haciéndose con el triunfo.
Cuando los tikki llegaron a los grakin trajeron sus costumbres con ellos. Debido a su carácter afable no ocultaron sus tradiciones a las otras razas, así que cuando dos tribus tikki hubieron de resolver un desacuerdo comercial, recurrieron como otras tantas veces al ritual del Robo del Fuego. El espectáculo de ver tanto tikki apalizándose entre sí provocó las delicias de los comerciantes que por allí pasaban. Pronto solicitaron a los tikki una repetición del espectáculo. Estos, confundidos, se negaron, hasta que volvieron a tener problemas entre ellos y una vez más echaron mano del ritual. El daño era ya irreversible. Muy pronto en las arenas de luchadores comenzaron a celebrarse combates en los que se representaba una especie de perversión del Robo del Fuego. Algún tikki desaprensivo o quizá un mendwan avispado filtró el secreto del uso y construcción de las bramadoras, lo que hizo el juego aún más popular. Al principio los tikki se negaron a participar y solicitaron el debido respeto por sus tradiciones, pero el espectáculo era demasiado divertido.
Actualmente cualquier miembro de cualquier raza puede participar en un enfrentamiento del Robo del Fuego. Para alargar la diversión el enfrentamiento no acaba cuando se lleva la Piedra de Fuego al Hogar propio, sino que se ha fijado un tiempo establecido. Concretamente el tiempo que tarda un asistente de espaldas al juego en arrojar a un tambor tres montañas de dos manos de manos de piedras, a razón de una piedra cada mano de latidos. Entre montaña y montaña se realiza un pequeño descanso para que los combatientes curen sus heridas. No existen combatientes de recambio y cada equipo debe mantener los suyos hasta el final. Últimamente, y con el objeto de mantener el equilibrio entre equipos interraciales, se ha establecido la regla de que la suma de las alturas de un equipo debe ser como mucho una vara superior a la del otro. Esto se suele comprobar tumbando en fila a un equipo al lado del otro.
Este juego se ha vuelto bastante popular y ya hay un par de equipos que se dedican a viajar entre grakines y asentamientos retando al equipo local. Los dwaldur son muy apreciados, ya que son bastante fuertes para su altura. Los tikki suelen estar también muy bien considerados, ya que, para la altura que tienen, son muy buenos jugadores, permitiendo alinear compañeros de equipo más pesados, como gardanes e incluso grubas. Lamentablemente los jugadores tikki son bastante raros, ya que para la mayoría de ellos el uso que se hace del Robo del fuego en los grakines es una blasfemia y ofende a los espíritus.
De todas formas el ritual del Robo del fuego no ha perdido su carácter espiritual, simplemente lo ha cambiado. Ha pasado de ser un rito iniciático a ser un rito propiciatorio. Cuando un equipo gana se considera que lo hace porque los espíritus les han ayudado, dándoles la razón en la disputa. Un equipo ganador cuenta a todas luces con el favor de los espíritus y muchos comerciantes apuestan grandes cantidades de bienes por su equipo favorito con el objeto de atraer para él la fortuna del equipo si gana. Antes de un enfrentamiento el chaman local invoca a los espíritus y solicita su favor para los equipos contendientes. La práctica de emplear fetiches y talismanes está muy extendida, y se considera una forma más de ganar un partido, como ensayar estrategias o llevar armadura.