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Plan Führmann
Al final de la Primera Guerra Mundial, Arnulf Führmann se trasladó desde Alemania a Uruguay y en 1937 trabajaba en ese país como jefe de administración del periódico «La Campaña» en la ciudad de Salt y pocos meses después sería ascendido a director (en marzo). En paralelo, y a través del periódico, había creado el Centro Cultural Uruguayo-Alemán cuyos socios fundadores le habían hecho presidente. A finales del mismo año, Führmann dejaría el periódico para dedicarse a otras tareas: una tienda de fotografía que había pertenecido a Federico Jungblut y con cuya viuda se había casado.
Sin embargo, Arnulf tenía otros planes y la tienda de fotografía, de nombre Foto Clave, era una tapadera para una actividad pronazi encubierta. Realizaba propaganda antisemita y pro-nazi bajo las órdenes directas de Rudolf Hess. Desde esa tienda, contactaría con quienes sería sus socios en la aventura: Julio Holtzer (líder del NSDAP de Uruguay y del Frente Alemán del Trabajo y, más tarde, jefe de las tropas de asalto nazis en Sudamérica), Julius Dalldorf (que sustituyó a Holtzer como líder del NSDAP uruguayo), Otto Kleing, Rudolf Pätz (agente de la Gestapo), Konas y R. Meissner y Otto Langmann (diplomático alemán en Montevideo). Es posible que el nombre os suene porque había tenido un papel destacado como diplomático en los sucesos de la Batalla del Río de la Plata. Tras la ruptura de relaciones de Uruguay con Alemania, Langmann tuvo que abandonar el país. Al parecer Führmann estaba bajo las órdenes directas de Rudolf Hess
Führmann y sus aliados elaboraron un plan que implicaba la participación de casi tres regimientos (que tendrían que formarse en el país con los simpatizantes nazis). Calculaban que necesitarían dos regimientos para controlar la capital y un par de compañías en algunas otras ciudades selecciones (como Salto, Colonia, Fray Bentos, Paysandú, Rivera, Yaguarón, etc.). Además, esperaban contar con la ayuda del agregado naval en Argentina y con los marineros del Graff Spee que estaban internados tanto en Uruguay (muchos de los cuales ya estaban apuntados al golpe) como en Argentina. Finalmente, si triunfaba el golpe (cinco días calculaban para controlar el país). Deberían llegar refuerzos (unos 2000) desde Brasil y Argentina (también simpatizantes nazis). El plan estaba preparado en su concepción, los conspiradores habían empezado a comprar material (algunas ametralladoras) y solo faltaba el visto bueno de la autoridad competente (el Alto Mando alemán).
La guerra aún no había comenzado, pero cuando lo hizo, el gobierno uruguayo le vio las orejas al lobo. Los grupos pronazis habían sido muy importantes en Austria y en Checoslovaquia para derrocar al gobierno y aunque pensaban que esos eran cosas europeas que no les afectarían, la guerra y su globalización hizo que cambiaran de opinión y empezaron a vigilar a los grupos nazis. Además, la prensa más gubernamental (como el periódico «Tribuna Salteña») empezó a hacer una campaña contra los grupos nazis y pidiendo a las autoridades su ilegalización.
En junio de 1940, la policía uruguaya registró la tienda de fotografía y la residencia de Führmann y detuvieron a él y a sus compañeros de aventuras (salvo al diplomático). En la tienda encontraron documentos detallando el plan. Al parecer, una veintena de páginas muy detalladas. Solo tres estaban dedicadas al golpe, el resto era un ensayo sobre cómo dominar económicamente América Latina. La justicia uruguaya les libró pocos días después, pero trataron de salir de Uruguay a través de Argentina y allí les detuvo la policía argentina. Todos los intentos de la diplomacia nazi de repatriar a los detenidos fueron infructuosos y, finalmente, serían condenados a 13 años de prisión. Sin embargo, saldrían de prisión en 1946 gracias a la llegada de Juan Domingo Perón al gobierno argentino (sí, ese Perón). Holtzer volvió a Uruguay y se estableció allí (formó una familia); Pätz estuvo un tiempo en Uruguay, pero se marchó a las islas Canarias donde se estableció con la protección del gobierno español.
El plan militar de Führmann había sido un fracaso. Dos fueron las razones de dicho fracaso: la primera que la Alemania nazi no tenía medios para abastecer y mantener ese golpe de Estado; carecía de flota, de combustible y, sobre todo, de control naval sobre el Atlántico sur. La segunda razón fue la presencia permanente de un buque de los Estados Unidos en el puerto de Montevideo (el US Quincy en 1939 y el US Wichita en 1940). Esta presencia era consecuencia de un planteamiento de descolonización del siglo XIX conocido como Doctrina Monroe por su autor. En ella se establecía que todas las naciones americanas serían defendidas por Estados Unidos si eran atacadas por una potencia europea. El barco de Montevideo era una medida disuasoria para europeos ambiciosos. Alemania no quería darle una excusa a Estados Unidos para entrar en la guerra.