Llego hasta aquí
El puente sobre el río Seinne
El avance hacia el suroeste de Francia no parecía encontrase con mucha oposición. En ocasiones se detenían porque alguna unidad alemana, sin combustible, había decidido dar batalla en algún pueblo, pero la artillería de cuerpo estadounidense y la aviación les convencían pronto de lo fútil que resultaba la resistencia.
— El secreto de la guerra moderna —aventuró Snelling— es no correr más que tu artillería.
Y la 1ª división tenía cierta ventaja en eso porque el Cuerpo del que dependían tenía todas sus baterías con vehículos de remolque. No era tan versátiles ni rápidas como los Wolverine, pero suficiente para no jugarse el pellejo. En las sangrientas playas de Omaha, sí los echaron de menos.
Y llegó el día en el que empezaron a girar al este, llevaban otro cuerpo a su derecha y otro a su izquierda y entre los tres eran parte de un ambicioso intento de envolver a todo el ejército alemán que aún resistía en el frente de Normandía.
Una noche llegaron a una pequeña localidad junto al río Seinne. No era un río especialmente complicado (no era el Sena al que sabían se tendría enfrentar en el futuro), pero su riberas estaban plagadas de densos bosquecillos que limitaban, mucho, la protección de las armas pesadas. El mando no quiso esperar al amanecer porque creyó que los alemanes, ahora en retirada, podrían preparar una buena defensa si se detenían.
Cruzar el puente era una locura sin un bombardeo artillero previo y sin la cobertura de la aviación, así que la Sangrienta Siete se vio implicada (alguien dijo que se habían presentado voluntarios) en el cruce del río con lanchas neumáticas. Algunos novatos se subieron a las barcas y remaron con sus fusiles. Los veteranos pusieron las armas en los endebles flotadores y los empujaron nadando.
Alguien dijo algo en alemán y una bengala surcó el aire. Desde la orilla norte respondieron a la bengala con denso fuego de ametralladora y morteros y eso hizo que la Sangrienta Siete pudiera llegar a la otra orilla sin muchos incidentes. Algunos de los marineros se unieron a los nadadores a los primeros disparos. Otros se fueron al fondo.
Llegar al otro lado era lo fácil. Lo complicado resultó alcanzar la cabecera del puente y convencer a los suyos y a los otros que ya no tenían que seguir disparando.