Llego hasta aquí



 Comandos
 Ayudas
    Afición (64)
    Ambientación (201)
    Reglas (112)
    Equipo (211)
    Sucesos (174)
    Aventuras (147)
    Preg./Resp.
 Por autor
 Productos
 Enlaces
 





Licencia Creative Commons para el texto de la web (quedan excluidas de la licencia CC las ilustraciones)


viernes, 29 de marzo de 2024


 

Juan Pujol "Garbo"

El hombre que salvó el Día D

Juan o Joan (según la fuente que leas) Pujol nació en Barcelona en febrero de 1912 (1914 según otras fuentes). Era hijo de un industrial catalán que, en palabras de Juan, era un humanista comprometido con el progreso, la ciencia y la tolerancia. Le tocó padecer la Guerra Civil española con la edad suficiente para ser testigo y participante. De esa experiencia heredó una sincera animadversión hacia la Unión Soviética y hacia los alemanes. A los primeros porque fue testigo de las barbaridades cometidas en nombre del comunismo en los momentos iniciales y finales de la guerra. A los segundos por su ayuda a Franco, al que tampoco tenía mucha simpatía, y, más tarde, por ser los causantes de la Segunda Guerra Mundial. Juan Pujol había llegado a la conclusión que la Guerra Civil era responsabilidad de estas dos naciones y que no podía quedarse quieto mientras los alemanes extendían la guerra a otras naciones. Además, como otros republicanos, consideraba que una victoria Aliada contra Alemania también permitiría echar a Franco de España.

Juan Pujol

Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, tuvo claro que quería colaborar en ella para evitar que los alemanes ganaran, sobre todo tras la derrota francesa en 1940. Juan Pujol tenía un negocio de cría de pollos y era el gerente de un hotel en Madrid. Su experiencia como soldado se limitaba a eso, a ser soldado de la República un tiempo y del bando nacional otro y no sabía ningún idioma. Además, acababa de casarse (abril de 1940) con Araceli González (nacida en Lugo en 1914). No parece el mejor currículo para presentarse en la embajada británica y ofrecer sus servicios como espía. Había decidido acudir a los británicos porque eran los únicos que aún se mantenían frente a los nazis. Los británicos, como era de esperar, le rechazaron, pero su oferta hizo que le siguieran la pista. Más tarde, a sugerencia de su mujer Araceli, se dirigió a la embajada alemana para ofrecer sus servicios como espía diciendo que tenía muchos contactos y que podía ser un interesante agente. Su idea, una locura, era actuar como espía doble aunque los británicos no le quisieran. Los alemanes no sospecharon nada del engaño, menos viniendo de un militar del ejército de Franco, pero aún así le pusieron a prueba. Tenía que conseguir un visado para entrar en el Reino Unido.

Pujol viajó a Lisboa y allí consiguió fotografiar el salvoconducto de un empresario. Fabrica un tampón en huecograbado metálico y falsifica un visado con el que vuelve a Madrid y se lo enseña a los alemanes. Estos le aceptaron en el Abwehr dándole el nombre en clave de Arabel (su mujer explicó años después que era un homenaje a ella: Araceli Bella, pero algunos autores creen que fue una broma alemana ya que Arabella es un nombre que en latín significa suplicante). El propio Abwehr, de la mano de su enlace Federico Knappe, instruye a Pujol en el manejo de los códigos y los mensajes cifrados. Durante un tiempo, pasa alguna información falsa, de una supuesta red de espías de su invención y transmite algunos códigos de radio, pero pronto le llega la orden de trasladarse a Gran Bretaña.

Araceli González

Él no sabía inglés y los británicos no estaban al tanto del engaño (eso creía el), así que junto a su mujer (por idea de ella según algunas fuentes) se trasladó a Lisboa y desde allí enviaron informaciones a los alemanes haciéndoles creer que ya estaban en Gran Bretaña. Las informaciones que trasmitía eran ciertas, pero se podían obtener en la prensa, en los noticiarios de los cines. Se valía de un mapa de Inglaterra, un diccionario de términos militares, una guía de navegación marítima y una publicación portuguesa sobre la flota británica. Juan Pujol era, además, muy cuidadoso y mandaba también sus notas de gastos al detalle: coste del tren, comidas y demás. Obtenía los precios de revistas y de publicaciones oficiales británicas y daban mucha credibilidad a sus informes, pero en realidad no aportaba nada de interés y los alemanes podían sospechar. Para reforzar el engaño, Araceli volvió a Madrid y contactó con Federico Knappe. Le dice que su marido se ha ido a Londres y que no sabe nada de él, le enseña una foto de su hijo recién nacido y llora un poco. Knappe, naturalmente, niega cualquier conocimiento de Pujol en un primer instante, pero, finalmente, superado por las lágrimas de Araceli le confía que Pujol está en Londres y que está haciendo un gran servicio para el III Reich. El engaño había funcionado.

Federico Knappe

En la primavera de 1942, tras varias peticiones (y con la intervención de su mujer según algunas fuentes), los británicos deciden aceptarle como espía y trasladar a ambos al Reino Unido (posiblemente, ya que no le habían perdido la pista, tardaron esos dos años en convencerse de la legitimidad de sus intenciones). Allí empezó a operar como verdadero agente doble bajo el Comité XX (o de la Doble Cruz) donde recibiría el nombre en clave de "Garbo" (por la actriz Greta Garbo al que los agentes británicos consideraban la mejor actriz del mundo y de ahí el nombre en clave). En resumen su trabajo consistió en hacer creer a los alemanes que había creado una importante red de colaboradores y agentes que alcanzaba las altas esferas del gobierno. Garbo llegó a contar con 22 agentes falsos y alcanzó una gran credibilidad como espía en el bando alemán y en el británico (donde le dieron la categoría A1). Entre sus falsos agentes había un piloto alcohólico que se iba de la lengua, un lingüista del servicio de inteligencia que odiaba a los comunistas, una mujer del servicio naval (del WRNS) llamada Wren que trabajaba en Ceilán, un piloto de la aviación civil portuguesa que era el que llevaba sus cartas a Lisboa, etc.

Los informes eran inventados, pero con suficientes dosis de realismo para que los alemanes se lo creyeran. Utilizaban varias estrategias para hacer más creíble al doble agente, pero una de las habituales era transmitir información real, pero con el suficiente retraso para que no fuera importante o falsear los matasellos de las cartas para que pareciera que el retraso era culpa de Correos (como hicieron con la operación Torch, desembarco en el norte de África). Los alemanes comprobaban la información por otras fuentes o la recibían cuando ya era pública, pero cada vez estaban más convencidos que Arabel era una fuente muy valiosa. El engaño llegó a tal punto que, en una ocasión, uno de sus falsos agentes murió de muerte natural para justificar que no informará de un acontecimiento importante. La mentira estaba tan bien urdida y los alemanes estaban tan convencidos que llegaron a pagar una pensión a la viuda del supuesto agente.

En 1944, tanto alemanes como británicos le concedieron medallas, la Cruz de Hierro los primeros y la Orden del Imperio Británico los segundos, aunque por motivos evidentes no se la pudieron entregar. Fue la primera persona que recibió honores de ambos bandos.

Su mayor éxito, y el motivo por el que años después se le llamó "el hombre que salvó el Día D", estuvo relacionado con el Desembarco de Normandía. Los falsos agentes y el propio Garbo mandaron informes convincentes de que los aliados preparaban un desembarco de diversión en Francia para atraer a las tropas alemanas fuera de Alemania y que el verdadero desembarco se produciría en Calais. Este engaño, reforzado por otras acciones dentro de la Operación Fortitude, convenció tanto al Alto Mando alemán que incluso al día siguiente del desembarco en Normandía se negaron a mover algunas unidades de Calais pensando que allí se produciría el verdadero intento de los Aliados. Por lo que hoy sabemos, si esas unidades se hubieran movilizado en las primeras horas del desembarco y hubieran atacado por el flanco de las playas británicas, quizás hoy estaríamos hablando de una Segunda Guerra Mundial algo diferente.

Tras el desembarco de Normandía, Arabel y todos sus agentes inventados quedaron un poco al descubierto. Los alemanes siguieron recibiendo sus informes inventados, pero no está claro que se fiaran ya de ellos. Acabada la guerra, Juan Pujol temió que los supervivientes nazis pudieran vengarse de él. El MI5 le había mandado de vuelta a España, pero el ambiente allí no era muy favorable a los espías Aliados en aquellos años y él, Araceli y los dos hijos que ya tenían se trasladaron a Venezuela donde tuvieron un tercer hijo. Su mujer no se acostumbraría a vivir allí y volvió a España con sus tres hijos. Aquel fue el final del matrimonio.

Pujol no quería volver a España y vivir en la dictadura de Franco y seguía temiendo que los nazis supervivientes se vengaran por su trabajo. Con la colaboración de MI5 se trasladó a Angola donde fingió su muerte de malaria en 1949. Ni siquiera los británicos supieron del engaño. Pujol había ganado dinero (sobre todo de los alemanes que le habían pagado muy bien) y se trasladó de nuevo a Venezuela donde vivió bajo un nombre falso emprendiendo varios negocios que no le fueron muy bien. Allí se casó por segunda vez. Su nueva familia ignoraba su pasado como espía y su primera mujer, creyéndolo muerto, había rehecho su vida junto a un industrial estadounidense y había abierto una famosa galería con el nombre de su marido: galería Kreisler.

Alrededor de 1984, Nigel West, escritor de novelas de espías, se interesó por las hazañas de Garbo y empezó a investigar el personaje. No le cuadraban las informaciones sobre su muerte y empezó a sospechar que seguía vivo. Al final le encontró (y escribió un libro) y Juan Pujol resucitó de entre los muertos, para sorpresa de su familia española (que le creían muerto) y venezolana (que no sabían quién era). Tras algunas novelas, documentales y una recepción en Buckingham Palace donde le dieron la medalla concedida en 1944, Juan Pujol volvería a Caracas donde moriría, esta vez sí, en 1988. Araceli González, la que lo acompañara y animara en su vida de espionaje, murió dos años después un derrame cerebral. Ambos son una parte de "el hombre que salvó el Día D".

 

 

Diario Sombra:

Subscríbete en Feedly

Redes Sociales:



Grupos de jugadores:




Cita

«Es el curso normal de la naturaleza, los débiles y sin Ghroj deben dejar su lugar a los fuertes.»

Yrr Fercajj