Llego hasta aquí
La segunda guerra mundial no es muy femenina en sus registros históricos porque casi todos los protagonistas son varones, consecuencia de la propia época. Uno de los ejércitos donde esto es menos cierto fue el Ejército Rojo. Aunque no debemos engañarnos, a pesar de la propaganda de la época y de la posterior, la presencia de las mujeres en la guerra fue minoritaria, menos minoritaria que en otros ejércitos, pero aún así poco numerosa. Es cierto por otro lado, que es fácil encontrar ejemplos de mujeres combatientes y es el caso del personaje de este artículo: Lyudmila Mykhailivna Pavlichenko.
Lyudmila Mykhailivna Pavlichenko
Nació en Belaya Tserkov, una ciudad ucraniana en julio de 1916, pero a la edad de catorce años se trasladó a la ciudad de Kiev junto a su familia. En la capital ucraniana entró en contacto con un club de tiro mientras trabajaba en una fábrica de armamento. Más tarde ingresaría en la universidad de Kiev en la rama de historia. Sus estudios se verían truncados cuatro años más tarde cuando el ejército alemán inició la operación Barbarroja.
Se presentó voluntaria al ejército nada más enterarse del ataque alemán y fue asignada a la 25ª división de fusileros (infantería). El reclutador no creyó que Pavlichenko tuviera espíritu militar (su aspecto era bastante formal, bien peinada y con la manicura hecha) y le ofreció apuntarse al servicio de enfermería, pero ella lo rechazó, presentó su certificado de tiro y le dijo al reclutador que se apuntaba para disparar. Fue enviada al cuerpo de francotiradores (sería una de las 2000 mujeres francotiradoras del Ejército Rojo, sólo 500 sobrevivirían).
En su primer día de combate, Pavlichenko tuvo algunos problemas en llevar a cabo su cometido. A pesar de su deseo de combatir, matar a un ser humano no era lo mismo que disparar contra un blanco en la academia de tiro. Todo cambiaría tras la muerte de uno de sus compañeros ese mismo día, moriría junto a ella, a su lado, por un disparo enemigo. Todo cambió debido a ello, como confesaría en una entrevista a un periódico ruso. Poco tiempo después obtendría sus dos primeras víctimas cerca de Belyayevka con un Mosin-Nagant con mira telescópica (un modelo que le acompañaría toda la guerra). Tras luchar durante dos meses y medio en Odessa, la cifra de víctimas había aumentado a 187. Tras la ocupación de Odessa por parte de los alemanes, su unidad fue enviada a Sevastopol (junto a unidades independientes de la marina soviética) donde estuvo luchando ocho meses y llegó a las 257 víctimas y al grado de teniente. El impacto de un mortero la retiró del frente en junio de 1942, pero sólo durante un mes. Al finalizar la guerra, su cifra de bajas había alcanzado los 309, de los que 36 eran francotiradores alemanes. Se convertiría así, en el francotirador femenino que más bajas ha registrado en la historia.
Los mandos soviéticos utilizaron a Pavlichenko como propaganda, no sólo de la efectividad de sus soldados sino también de la igualdad de su sociedad donde las mujeres también eran soldados (algo que no era cierto al cien por cien). Debido a esta faceta, Pavlichenko visito Canadá y Estados Unidos (y se convirtió en el primer ciudadano de la Unión Soviética en ser recibido por el presidente de Estados Unidos en la Casa Blanca). De este viaje, tras participar en reuniones y encuentros con muchos grupos, Pavlichenko regresó con un Colt (regalo de los americanos) y un Winchester (regalo de los canadienses), ambas armas se encuentran en el museo del ejército de Moscú. A su llegada le esperaba el ascenso a mayor, lo que la retiraba de la primera línea de combate. Fue instructora en la escuela de francotiradores hasta el final de la guerra, aunque antes, en 1943, recibiría la Orden de Lenin y la Estrella de Oro de Héroe de la Unión Soviética (una de las condecoraciones más altas).
Tras acabar la guerra, retomó sus estudios de historia y trabajó como asistente del jefe del Estado mayor de la armada soviética y, más tarde, en el comité de los veteranos de guerra. Moriría a la edad de 58 años, en1974. Fue enterrada en el cementerio de Novodevichye, en Moscú. Este cementerio fue, durante esta época, el segundo cementerio donde se enterraban a las personalidades de la Unión Soviética, sólo el Muro del Kremlin era más prestigioso.