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jueves, 21 de noviembre de 2024


 

LA ARMADA ITALIANA

(1ª parte)

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La Armada italiana fue un quebradero de cabeza para la inteligencia militar británica y para la diplomacia de la preguerra. Debía ser lo suficientemente importante para ser una factor a tener en cuenta en función de las alianzas futuras en el Mediterráneo, pero no tanto como para representar un peligro.

En realidad, la Armada italiana acabó muy mal la Primera Guerra Mundial pese a ser una de las naciones vencedoras de la misma. Además, la finalización de la guerra hizo que el principal enemigo italiano, el imperio Austro-Húngaro desapareciera del panorama político, lo que dejó a Italia sin una amenaza real y llevó al gobierno italiano, agobiado por la crisis económica, a cancelar la construcción de muchos barcos. A los pocos años de finalizar la guerra, la Armada italiana estaba en un estado pésimo, con buques anticuados y con una oficialidad que no había podido adaptarse a los nuevos tiempos. Ni siquiera la compra de algunos modelos alemanes y austríacos impidió este empeoramiento.

La llegada de Mussolinni y los fascistas italianos al poder cambió en gran medida el panorama y las expectativas de la Armada. Convencidos de la necesidad de crear un potente imperio colonial en África, sabían de la necesidad de contar con una flota que fuera capaz de defenderlo y mantenerlo unido. Esto implicó una reactivación del programa de construcciones navales. Sin embargo, también tuvo un punto negativo y es el ascenso o nombramiento en puestos claves de personas más por su ideología política que por su capacidad militar, creando, no sólo resentimiento en las dotaciones y grados subordinados, sino una dirección poco cualificada cuya falta de conocimiento se hizo patente cuando ya no tenía remedio.

Perdido el enemigo natural en Europa (austro-húngaros), la rivalidad política se volvió contra aquellos que podían disputarle su expansión colonial africana. Primero Francia y luego Inglaterra, pero siendo vecinos, Francia se convirtió en una especie de obsesión para el régimen italiano (pesaba sobre Italia el incumplimiento de la promesa pre-guerra de permitir expandir las fronteras libias, a la Libia francesa, en compensación por la entrada de Italia en la guerra). incapaces de superar en producción a los franceses, sus esfuerzos diplomáticos se centraron en limitar la armada francesa y en obligarles a aceptar Tratados diplomáticos que limitaran su capacidad naval. Los franceses aceptaron la paridad en los buques de gran tonelaje en el Tratado de Washington de 1922 (no fue un consentimiento realmente, tampoco tenían mucho dinero para construirlos), pero no así en los buques menores. Francia argumentó que no podía tener paridad en los buques menores con Italia ya que él tenía dos mares que defender (el Atlántico y el Mediterráneo), mientras que los italianos sólo tenían uno. Esta diferencia de opinión fue una de las causas del fracaso de la Conferencia Naval de Londres de 1930 y fue la causa directa de que Italia, en el periodo entre 1922 y 1930, se lanzara a la construcción de buques de menor tonelaje para mantener o superar la paridad con los franceses. En esta época se botaron 18 cruceros, 36 destructores y 49 submarinos (excepto en cruceros, números inferiores a los franceses en un 20 o 25%).

A partir de 1933 la situación internacional varía. la ascensión al poder del partido nacional socialista en Alemania hace que el eje de atención internacional se aleje de Italia y se centre en Alemania. Esto hace que las cifras de equilibrio naval varíen y permite a Italia volcar su producción en la construcción de acorazados. Los franceses responden a este cambio construyendo sus propios acorazados, pero ya no será lo mismo porque ahora sí, de verdad, tienen dos mares de los que preocuparse. Esto permite a los Italianos que la Armada empiece a moverse activamente por el Mediterráneo (incluso el mar Rojo) y que el ejército de Mussolinni llegue a emprender acciones en territorios tan lejanos como Abisinia (parte de reconocida internacionalmente de la Somalia francesa), la cual queda incorporada al imperio colonial italiano en Octubre de 1935.

La Guerra Civil española también desvió la atención internacional y permitió a la armada italiana prestar algunas unidades a los insurgentes (con quienes compartían cierta semejanza ideológica). Los británicos terminaron de disgustarse con los italianos por estos acontecimientos (lo de Abisinia, también les había molestado), pero, curiosamente, los italianos nunca contemplaron la posibilidad de un enfrentamiento italiano contra las dos potencias del Mediterráneo: Reino Unido y Francia. Decimos que nunca se lo plantearon en serio porque, de haberlo hecho, la defensa de su imperio colonial hubiera sido suficiente desafío para la armada italiana y nunca se hubiesen buscado nuevos enemigos. Sin embargo, antes del pacto que forma el Eje Roma-Berlín, los italianos veían a los alemanes como una amenaza en los Balcanes (los restos del imperio austro-húngaro) donde pensaban expandir su influencia. Es por ello que a principios de 1939, la Armada italiana (y el ejército) participa en la última misión colonial previa a la guerra, la conquista de Albania, cabeza de puente desde la que Mussolinni pensaba detener el expansionismo alemán.

Así pues, la situación naval italiana al principio de la guerra era que contaba con una buena flota, equiparable a la francesa, pero con demasiados territorios que defender y muy alejados entre sí, desde Abisinia a Albania. Además, debido a la necesidad de recorrer estas distancias, la armada había insistido en la necesidad de que los buques debían ser muy veloces, incluso, si era necesarios, sacrificando protección. De hecho, la Armada bonificaba a los contratistas con 1.000.000 de liras por cada nudo adicional que sacaran a los barcos, lo que implicó unos motores sobre explotados, una protecciones reducidas y un armamento (estructura del barco) en los límites. Si a esto le sumamos un descontento en las escalas bajas de la Armada, más la poca experiencia o preparación de algunos mandos claves, tendremos la realidad de la flota italiana: una flota potente en números, pero de menor capacidad que la de sus rivales de la época.

Además, hay que señalar que, a pesar de lo que otras flotas ya estaban haciendo, como la británica o la japonesa, los italianos no creyeron necesario dotar a sus barcos de capacidad aérea (posiblemente siguiendo el ejemplo francés) y, por tanto, no construyeron portaaviones. Suponían, no sin cierta razón, que el Mediterráneo no era tan grande como para que las bases en tierra no pudieran cubrir a la Armada en el mar. Aunque la teoría es correcta, hacía depender a la Armada de una aviación que no estaba bajo su mando directo, con lo que la práctica era más complicada.

Finalmente, y por que no todo sea negativo, la Armada italiana demostró ser la mejor en las pequeñas operaciones especiales. Sus unidades MAS obtuvieron alguno de los logros más impresionantes de la guerra (como el ataque al puerto de Alejandría) lo que demuestra, tristemente, que el potencial estaba ahí.

 

 

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Cita

«Cada alemán, en pañales o todavía por nacer, es un enemigo.»

General Koniev