Llego hasta aquí
Tomoyuki Yamashita:
el Rommel japonés.
1885-1946
Cuando alguien oye hablar de una batalla de la Segunda Guerra Mundial, enseguida piensa en los carros de combate, en la ruptura del frente francés, en el norte de África o en la batalla de Kusrk. Solemos olvidar, como dicen en muchos manuales bélicos, que es el soldado de infantería quien coge al soldado enemigo y lo sienta en la mesa de negociaciones. A pesar de este hecho, los generales de "infantería" son menos conocidos. Yamashita es uno de estos generales y supo manejar la infantería durante cientos de kilómetros de jungla tan bien como otros sus carros de combate.
Tomoyuki Yamashita nació el 8 de noviembre de 1885 en Kochi, Shikoku. Hijo del médico de la localidad y, por tanto, con una posición desahogada, no excesivamente boyante. A los 12 años quiso ingresar en una escuela de samurais, pero, para desgracia de nuestro personaje, los samurais japoneses habían desaparecido hace 20 años. El gobierno había rehabilitado las viejas escuelas de samurais y así, Yamashita, entró en la Escuela Media Kainan donde, a falta de samurais, enseñaban a los alumnos a se militares.
En el año 1900, con 15 años de edad, ingresó en la Academia de Cadetes de Hiroshima donde, entre otras cosas, destacó en el manejo del kendo (nuevamente, suponemos, su espíritu samurai). Cinco años después ingresó en la Academia Militar de Tokio donde acabó graduándose en 1916.
En esos años de estudio, la sociedad japonesa se había militarizado bastante y ser un militar de carrera estaba bien reconocido. Por ello, al acabar sus estudios militares fue enviado a Suiza como agregado militar y allí conoció y trabó amistad con Tojo (quien luego sería Primer Ministro japonés) que, de alguna forma, marcaría su vida. Viajó a Alemania, donde tras aprender el idioma, fue destinado a Viena (Austria) como agregado militar. Estuvo en ese puesto 3 años y a su vuelta fue ascendido a Coronel y le pusieron al mando del 3er regimiento de ejército.
Fue entonces cuando su amigo Tojo le pidió que se uniera a una conspiración política, pero Yamashita se negó a involucrarse en política y aquello le hizo ganarse la enemistad de mucha gente (incluida la de Tojo). También le hizo ganarse algunos amigos, fue nombrado mayor General y enviado a Corea. Estando allí participó en las campañas militares contra China (por Manchuria) y se destacó como un hábil militar.
En 1940 realizó una nueva visita a Alemania y pudo observar de primera mano los adelantos bélicos. Volvió a su país convencido de que el ejército debía mejorar algunas cosas y se llevó la sorpresa de que Tojo, su antiguo amigo/enemigo, era Ministro de Guerra (más tarde conseguiría alzarse con el poder en Japón). También para su sorpresa, le mantuvo en el puesto y, es más, le puso al cargo del entrenamiento del Ejercito Imperial japonés (es decir, de la parte terrestre del ejército). No hay ningún secreto en esta decisión de Tojo. A pesar de la enemistad que pudiera sentir, sabía, pues habían luchado juntos en Manchuria, su gran capacidad como militar. Además, Yamashita seguía siendo del agrado del actual Primer Ministro.
Como mando, Yamashita, y gracias a las experiencias de la guerra contra los Chinos, desarrollo tácticas para el movimiento de gran cantidad de tropas por la jungla y los entrenó para ese cometido. Cuando le pidieron un plan para conquistar Malasia, ideó una estrategia con tres puntas de lanza que en Diciembre 1941 - Febrero 1942 asombraría al mundo al conquistar la que se consideraba fortaleza inexpugnable: Singapur, hacer atravesar cientos de kilómetros de jungla a varias divisiones sin que perdieran la coherencia operativa y, sobre todo, hacer que los británicos se rindieran después de todo lo anterior. Con su 25º Ejército de 35.000 soldados venció nada menos que a 85.000 soldados británicos. Por estos actos se ganaría el apodo de "Tigre de Malasia".
Como anécdota señalar que en el desembarco en una de las playas de Malasia, desembarco con una de las primeras oleadas para dar confianza a sus tropas. Gesto como éste, que eran habituales, le hacían ganarse la simpatía y la lealtad de sus subordinados.
Sin embargo, hay que indicar una mancha en tan brillante campaña. Algunas tropas al mando del general Nishimura se excedieron en su celo y cometieron actos que el propio Yamashita rechazó como impropios del ejército. Como castigo a ese comportamiento prohibió que las tropas de Nishimura entraran en Singapur, sin embargo, esta mancha le perseguiría al final de su vida.
Tras acabar la campaña de Malasia, con Japón en plena euforia nacional y siendo Tojo ya Primer Ministro, el destino de Yamashita se torció. Le retiraron de primera línea y le enviaron d nuevo a Manchuria, un escenario secundario donde languideció hasta casi el final de la guerra. Uno no deja de preguntarse ¿qué hubiera podido pasar en Guadalcanal con Yamashita al mando?
Tras la dimisión de Tojo tras la Batalla del mar de las Filipinas, ya casi al final de la guerra, el ejército volvió a solicitar os servicios del veterano general para que defendiera las Filipinas. Llegó apenas una semana antes de que empezara el desembarco estadounidense y aunque perdió las batallas de Leyte y Luzon, se retiró a la parte norte de la isla donde continuó combatiendo. Consiguió defender las islas más tiempo que lo que los americanos habían sido capaces de defenderlas de los japoneses en 1941 y, es más, las retuvo en poder japonés hasta la rendición en 1945. Dicen las malas lenguas que Mac Arthur nunca le perdonó aquello.
En la batalla de Manila hubo un incidente que costó la vida a miles de civiles filipinos. Los japoneses, bajo las órdenes de Iwabuchi) habían fortificado el sur de la ciudad y los civiles filipinos venían huyendo de la batalla desde el sur. Una riada de gente que pronto se mezcló con las defensas japonesas y con las explosiones de la artillería estadounidense y, luego, con los disparos de sus avanzadillas. La batalla derivó en un caos en el que todo el mundo disparaba a todo el mundo casa por casa y en el que los civiles filipinos se encontraron entre dos fuegos. Tras la batalla, las tropas japonesas pagaron su derrota con los civiles que habían quedado en su lado del frente y atacaron iglesias y hospitales (ver nota).
Tras la rendición, que no tuvo lugar hasta que lo ordenó el Alto Mando japonés, Yamashita fue hecho prisionero y fue juzgado como criminal de guerra por los sucesos de Malasia y los de Manila, fue encontrado culpable y fue ahorcado el 23 de Febrero de 1946. Con la soga moría el que, probablemente, fuera uno de los mejores generales de la Segunda Guerra Mundial.
Con la perspectiva que da el tiempo, juzgar a una persona por los delitos cometidos por tropas que no estaban bajo su mando directo (en Malasia estaban bajo el mando del general Nishimura y en Manila bajo el mando del vicealmirante Iwabuchi), persona que, además, ha demostrado reprobar dichos actos (negar la entrada a Singapur a las tropas de Nishimura), puede parecer excesivo, pero hay quien dice que Mac Arthur nunca le perdonó que Filipinas no fuera libre antes de la rendición y que su juicio tuvo muchas presiones externas. Es difícil afirmar si esto es o no cierto, pero es revelador que dos de los jueces del juicio hicieran un voto particular en contra de la decisión incriminatoria y que calificaran el juicio de "linchamiento legal".
Nota del autor: Lejos de mi intención minimizar las atrocidades cometidas por el ejército japonés en Filipinas donde se calcula que 110.000 civiles murieron en la llamada "Masacre de Manila". Sólo apuntar que si bien todos los civiles murieron por culpa de la guerra (hecho incuestionable), no todos cayeron por culpa de armas japonesas. Responsabilizar a Yamashita de estos actos, desde la distancia temporal, nos suena tan increíble como si alguien quisiera responsabilizar a Mac Arthur de los muertos en Manila por balas perdidas estadounidenses.