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viernes, 29 de marzo de 2024


 

Una foto del personaje

Herbert Kappler

1907-1978

Está claro que la Segunda Guerra Mundial fue una guerra y que éstas hacen aflorar lo mejor y lo peor de cada individuo. En la mayoría de los casos, lo mejor oculta lo peor, pero en otros, esto no sucede así. Herbert Kappler nació en Stuttgard (Alemania). Su padre era chofer y como otros jóvenes de su época, la crisis económica no le trató muy bien. Desilusionado con el gobierno y la época que le había tocado en suerte, se aproximó a las ideas del partido Nacional Socialista. De esta violenta época estudiantil daban fe las numerosas cicatrices que adornaban su cuerpo fruto de muchas peleas callejeras.

En 1934 ingresó en las SS como un criminólogo experto y desde ahí comenzó una meteórica carrera dentro de esta unidad. En 1939 ya era Hauptsturmführer (capitán) y en Agosto fue destinado a Roma donde permanecería durante toda la guerra. Su primera misión en la embajada alemana fue contactar con elementos de la policía italiana y espiarlos. Su no presencia en el frente le desagradaba en un momento en el que las batallas alemanas se contaban por victorias y, posiblemente, fruto de esa amargura (o como parte de ella) se divorció de su mujer Nora al no tener hijos con ella (más tarde se supo que ella no los deseaba) y adoptó a un "Lebensborn". (Un programa de la SS para que los huérfanos se educaran en casas de arios de pura raza).

En 1942 es ascendido a Sturmbannführer (comandante) y en 1943 a Obersturmbannführer (teniente coronel). Con el ascenso iba el nombramiento de Jefe del Servicio de Seguridad (SD) en Roma. En este puesto demostró una gran eficacia. Enterándose del golpe de estado que iba a tener lugar el 25 de Julio de 1943, se apropió de las 120 toneladas de oro de la reserva del Banco de Italia, detuvo a Ciano, el ministro de asuntos exteriores y uno de los artífices del golpe, cuando intentaba huir a España, detuvo a la princesa Mafalda de Saboya (hija del rey italiano) e hizo que la internaran en el campo de concentración de Buchenwald (donde moriría), descubrió el lugar donde estaba encerrado Mussolinni, dando pie a la operación de rescate, aunque Kappler no estaba de acuerdo con ella al creer que Mussolinni ya no tenía autoridad para los italianos (como luego se comprobó).

Sin embargo, a pesar de todos estos "logros", hay una acción por la que Kappler es recordado. El 27 de septiembre de 1943 reunió en su despacho a los representantes de la comunidad judía en Roma y les dio un ultimátum para que reunieran 50 kilos de oro o 200 de ellos (de los judíos) serían deportados a un campo de concentración a las 36 horas. Los judíos romanos lograron reunir la cantidad que se les pedía. (La caja con el oro, sin abrir, sería descubierta al final de la guerra en el despacho del último jefe de la Gestapo: Kaltenbrunner). A pesar de la promesa de Kappler, a los pocos días de entregado el rescate, concretamente el 16 de Octubre, organizó y ejecutó la operación conocida como "la gran redada". Más de mil judíos fueron detenidos en el ghetto, encerrados en un colegio militar y desde allí enviados a Auschwitz. Otros mil judíos fueron enviados más tarde en posteriores redadas.

El 23 de Marzo de 1944, miembros de la resistencia italiana (concretamente gappistas) hacen estallar una bomba en vía Rasella al paso de un batallón alemán. 32 soldados murieron como consecuencia de ello. Hitler, personalmente, ordenó a Kappler que fueran fusilados diez italianos por cada soldado muerto. 325 personas fueron encerradas y asesinadas (mediante tiro en la nuca) en las Fosas Ardeatinas (una especie de catacumbas) y Kappler pasó a ser conocido como el "Carnicero de las Ardeatinas" o, el más famoso, "Coronel del Diablo".

En 1945, las tropas inglesas lo capturan y, en virtud de los acuerdos Aliados, fue entregado a Italia para que allí fuera juzgado de sus crímenes de guerra. Fue procesado en 1948 en el mismo colegio donde los judíos fueron encerrados en la "gran redada" de 1943. Herbert Kappler se defendió con una frase que ha quedado para la historia: "Das befehl ist befehl" (Una orden es una orden) y es que basó toda su defensa en que no hizo más que acatar las órdenes recibidas. Esta defensa le sirvió para librarse de algunos cargos, pero no de todos. Por la matanza de Ardeantinas fue condenado a cadena perpetua y por el chantaje a los judíos en Roma a 15 años adicionales. Cumplió la pena en Forte Boccea y, más tarde, en Forte Angioino, ambas prisiones militares.

En 1959, aún prisionero, solicitó al gobierno italiano que le permitieran acudir al santuario de Ardeantinas para rendir homenaje a las víctimas, pero su petición fue rechazada. Las solicitudes de perdón realizadas en 1963 y 1970 también fueron rechazadas. Incluso en los años posteriores, varias autoridades políticas internacionales, como Heinemann (presidente alemán) en 1973 o el canciller alemán Schmidt en tres ocasiones (1974, 1976 y 1977) solicitaron su excarcelación por motivos de salud. A Kappler se le había descubierto un cáncer en el recto que se había extendido a todos los instentinos. Sus días se acercaban a su fin.

Mientras estuvo en la cárcel, se entretenía ayudando a una fundación alemana para niños enfermos con la pensión que le había otorgado el gobierno de Bonn (Alemania estaba dividida en dos en aquellos años), tocando el violín, cuidando sus peces y carteándose con Annelise Wenger Walther (hija de un antiguo camarada de armas de Kappler) y con la que terminaría casándose en 1972 en prisión (con otro prisionero alemán de la cárcel como testigo de boda). Paralelamente a su encierro, en Alemania se había creado una asociación de "amigos de Kappler" que había alcanzado la nada desdeñable cifra de 6.500 afiliados y cuyo principal objetivo era su excarcelación.

El acto final de la vida de Kappler es un poco raro. Estaba enfermo y el gobierno italiano decidió en 1977 cambiarle el estatus de detenido a prisionero de guerra. La cosa era bastante absurda ya que Alemania e Italia no estaban en guerra y no era justificable tener prisioneros de guerra. Sin embargo, tal cambio de estatus concedía a Kappler el privilegio de ser atendido en un hospital (concretamente el Celio). Un juez italiano intentó, en Agosto, concederle lo que ahora llamamos el tercer grado (libertad condicional), pero las protestas fueron tantas que desistió de hacerlo. En Noviembre, sin embargo, Kappler huyó del hospital ayudado por su esposa y tras una veloz huida en automóvil alcanzó Alemania.

Aquella huida provocó una crisis en el gobierno italiano y se solicitó la extradición de Kappler a Italia. Sin embargo, el gobierno de Bonn respondió que Kappler no era un convicto en Alemania (nunca fue juzgado en su país) y que en Italia tenía el grado de prisionero de guerra y que, por tanto, su deber era escaparse. No podían extraditar a una persona que sólo había cumplido con su deber. En Italia se formaron comités de investigación para desentrañar la trama oculta tras la huida, pero sin ningún resultado.

Kappler moriría en Agosto de 1978, menos de un año después de su fuga, en Soltau (Alemania). Su funeral fue un vivo ejemplo de que en Alemania aún había muchos nostálgicos de los viejos tiempos.

 

 

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