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¡Más Protección!
Este era, sin duda, el deseo de muchos soldados estadounidenses en el frente. Los Shermans eran buenos aparatos, pero cualquier proyectil alemán, desde un Panzerfaust hasta un proyectil de 88mm, los ponían fuera de combate al primer impacto. Era imposible blindar más al vehículo, y el esperado tanque pesado Pershing no llegó sino hasta los últimos meses. Es por eso que, a falta de aparatos más fuertes, a veces la única solución era tomar lo que estaba a mano y ponerlo en el camino de las balas.
Protección blindada
Es conocido para muchos el hecho de que el tanque estadounidense Sherman no era la gran maravilla que las autoridades habían adelantado. Aunque en la parte mecánica era excelente, no tenía suficiente blindaje y poder de fuego, y los cañones de muchos tanques y antitanques alemanes podían atravesarlos de parte a parte. Además, el Sherman era muy susceptible a los incendios, de manera que incluso un impacto que no penetrara su coraza podía hacerlo estallar en llamas a los pocos segundos.
Después de la batalla de Normandía y de la aniquilación de la bolsa de Falaise, los Shermans no se enfrentaban solamente a los pesados monstruos germanos, sino también a los terribles Panzerfaust y Panzerschreck, que eran igual de mortales a corta distancia y podían esconderse en cualquier parte. La sangría de tanques experimentadas en esos enfrentamientos (a veces se perdían 11 tanques para destruir un Tiger), hizo que se comenzara a pensar seriamente en un remedio.
La solución fue "atrincherar" al tanque como hacían los soldados: usando sacos terreros. Se soldaba una viga a lo largo del costado del casco, para que aguantara el peso de los sacos, y luego se agregaban unas viguetas para que no se cayeran por los lados. El armazón, como una jaula gigante, contenía unos 150 sacos, lo que agregaba dos o tres toneladas al peso del vehículo. El Sherman tenía una mecánica tan buena que podía soportarlo bastante bien, de manera que no repercutía mucho en su capacidad ofensiva.
Esta protección adicional estaba presente en muchos Shermans, y algunos la extendían a los lados de la torre, usando sacos más pequeños. Algunos tanques estaban totalmente recubiertos, a tal punto que se tenían que pintar las marcas de identificación en el cañón, porque el vehículo quedaba envuelto en una cobertura acolchada, desde las escotillas hasta las orugas.
La medida era al parecer bastante efectiva, habiendo relatos que indican que los sacos permitían recibir más impactos sin incendiarse. Sin embargo, para algunos oficiales solamente servían para aumentar la moral (lo cual no era poco) y ciertos mandos no estaban convencidos de su valor real. Algunas unidades, como la 4º División Acorazada de EE.UU., desaprobaba el uso de sacos debido al peso que añadían y a su eficacia poco comprobable, y preferían métodos propios. Esta división solía cortar el blindaje de los tanques Panther que cazaban o que encontraban inutilizados, y los soldaban en el frente de las torres de sus Shermans, para así proteger más a la tripulación.
Europa no fue el único teatro en el que se improvisaron estas tácticas poco ortodoxas. En el Pacífico, los marines tenían sus propios dilemas. Durante el último año de la guerra, se tuvieron que poner en práctica muchas soluciones para el problema de los soldados suicidas japoneses, que salían a cazar tanques a costa de sus vidas.
Estos soldados atacaban con cargas de explosivos llevadas en bolsas, cargas huecas unidas a palos, o con minas magnéticas. Se acercaban sigilosamente al tanque, y aunque fueran vistos y ametrallados, muchas veces conseguían depositar su carga sobre el Sherman, condenando así a su tripulación. La solución fue sencilla: los marines comenzaron a construir costados falsos, tomando placas de manera, forrándolas con láminas de metal, y fijándolas a unos 10 cm. del verdadero costado. De esta manera las minas magnéticas se pegaban a la falsa superficie y el blindaje espaciado hacía el resto, disminuyendo el efecto de la carga hueca. Adicionalmente, a veces se pintaban las láminas de metal con una mezcla especial (algo así como una pasta Zimmerit casera), que impedía que el imán pudiera pegarse al metal.
Igualmente, los soldados japoneses colocaban sus bolsas de explosivos sobre las escotillas, que eran más frágiles que el resto del blindaje. La solución fue soldar clavos largos, o un enrejado de acero sobre ellas. Cuando el soldado japonés dejaba la bomba, esta no tocaba la escotilla, y la explosión no se transmitía directamente al metal. El contar con esos escasos centímetros de separación en los que se disipaba la onda expansiva salvó, sin duda, a muchos tanquistas estadounidenses. Los sacos terreros también se utilizaban, especialmente en la cubierta trasera del motor. En el teatro del Pacífico, sin embargo, el peso añadido sí traía problemas tangibles, porque en lugares como Iwo Jima la arena volcánica no era muy firme y hacía que los tanques se hundieran. Es por eso que los tanques con sacos terreros tenían que usar orugas especiales "de ornitorrinco".
Otra manera de agregar blindaje al tanque, sobre todo en los frontales, puede verse en algunas fotografía de Shermans. Consistía en atar en él todo tipo de elementos metálicos. Los más observados en las fotos son las ruedas de repuesto de los Shermans. El deseo de tener todo el frontal cubierto hacía que los tripulantes amontonaran todo el equipo no indispensable allí: cables de arrastre, tiendas de campaña, a veces hasta los utensillos de cocina. No era nada raro ver Shermans cubiertos de sacos de tierra o arena en los costados y la torre, dos ruedas, varios cables y orugas en el frontal del casco, y más ollas o tiendas de campaña en la parte trasera de la torre. Esto se acentuaba en ciertas zonas, en las cuales las tripulaciones necesitaban implementos que no cabían dentro del tanque, y que por lo tanto se usaban como protección extra.
Esta no era una práctica reservada solamente para los Shermans estadounidenses. Sucedía lo mismo con los británicos, los polacos y los franceses, todos los cuales hacían lo posible por mejorar la protección de este aparato. Lo mismo pasaba con diseños británicos como el Churchill o el Cromwell, que a veces eran blindados con las orugas de los panzer que ellos mismos destruían. La adición de planchas de metal sacadas de cualquier parte era una opción aceptable para muchos.
Como no se trataba de modificaciones oficiales, cada tripulación era la "responsable" de velar por su seguridad, haciendo lo que consideraban mejor. Mientras ningún mando lo ordenara, o la modificación no redujera la eficacia del tanque, cualquier cosa era posible: desde soldar trozos de tanques enemigos hasta usar las tiendas de campaña como "blindaje espaciado". Tener un poco de ingenio, contactos en alguna unidad de ingenieros o algo similar podía significar la vida o la muerte para la tripulación del tanque.
En otros ejércitos
Sin embargo, no solamente los estadounidenses pensaron en formas de agregar blindaje sin recurrir a modificaciones complicadas. Durante todo el período de guerras, se fue popularizando, sobre todo en los tanques aliados y en los alemanes, la práctica de colocar orugas de respeto en los lugares generalmente más atacados por el enemigo, como los frontales del casco y la torre. Incluso los tanques alemanes más blindados y potentes, como el Panther y el Tiger I, llevaban eslabones en los frontales y costados del casco y en los lados de la torre. Obviamente, no eran configuraciones oficiales de combate, y cada vehículo tenía más o menos eslabones, a veces solamente de un costado, o en el frente. Cada tanque tenía un sistema de protección único. Sin embargo, los tanques alemanes de primera línea, por tener un blindaje mucho mejor, generalmente no necesitaban de ayudas desesperadas.
A pesar de esto, ciertos diseños alemanes tuvieron que hacer uso de soluciones similares a las del Sherman, siendo el caso más común el Panzer III. Aunque excelentes al comienzo de la guerra, estos tanques fueron desplazados por muchos diseños aliados, sobre todo por el T-34: su blindaje frecuentemente no resistía los impactos de cañones de 75 o 76mm. En la campaña de África, muchos Panzer III iban con sus frontales totalmente recubiertos de orugas de respeto, y a veces también en otras partes. Igualmente se ponían sacos terreros en varias partes, aunque de una manera no tan "elegante" como en el caso de los Shermans. El recurso de las ruedas y otros implementos también se utilizó. En el Frente Este, la necesidad de blindaje adicional era todavía más acuciante, viendo la peligrosidad del cañón del T-34 y otros todavía más potentes. Allí se podían ver Panzer III totalmente recubiertos de orugas, e incluso se hacía eso con los Panther o los Tiger I.
Que se sepa, estas modificaciones no se llevaron a cabo en otros ejércitos de importancia, como el soviético. Pero hubo casos especiales, como el de los polacos en el Levantamiento de Varsovia, que emplearon vehículos civiles pesados blindándolos con planchas de metal sacadas de cualquier parte, incluyendo cajas fuertes y vehículos alemanes destruidos, como fue el caso del conocido "Kubus". Una solución tan radical daba como resultado vehículos muy extraños, pero eficaces a corto plazo si eran bien usados: los israelíes, pocos años más tarde, usaron automóviles recubiertos de cemento en su guerra de Independencia, a causa de la casi inexistencia de tanques en su ejército. Y es que a veces es mejor tener algo escaso e improvisado, que no tener nada.
Protección para soldados
Los antecedentes más modernos del chaleco antibalas tal vez lo constituyen los chalecos blindados de los artilleros de los bombarderos estadounidenses. Pero los soldados de a pie no contaban con esta ayuda, que además de ser pesada era difícil de llevar. Es por eso que a veces ensayaban con todo lo que tenían a mano.
No hay duda de que el Sherman era un buen amigo para el soldado estadounidense, pero hubo casos de soldados de infantería que se robaban partes de sus tan queridos tanques para estar ellos más tranquilos. Frente al arcón donde se guardaba la munición del Sherman había una trampilla de escape. Se trataba de una escotilla de buen metal, y como tal resultaba un buen trofeo para muchos soldados. Estos las robaban y las usaban para completar sus pozos de tirador, colocando una protección blindada que ninguna bala alemana podría atravesar.
No se trataba de un hecho aislado: se sabe que se ordenó una modificación del diseño del Sherman para impedir esta práctica. Algunos comandantes de división tuvieron que quejarse debido a que la falta de esa escotilla dejaba inservibles a muchos Shermans que estaban en perfecto estado. Es por eso que se añadieron cadenas para sujetar la pieza al resto del casco.