Llego hasta aquí
Armas improvisadas
En su afán por hacer frente a un ejército regular, equipado con una tecnología mucho mejor, los partisanos miembros de muchas resistencias (y a veces los ejércitos de menores recursos) tenían que inventar cualquier cosa para defenderse y atacar. Por lo general las soluciones eran ingeniosas pero tan cercanas a lo ridículo y a lo extravagante que realmente sorprenden.
Disparar con lo que sea
Esto mismo puede decirse de algunos inventos chinos, como el cañón de madera, que fue utilizado de manera regular contra los invasores japoneses. Las tropas chinas no poseían armamento de calidad así que no les quedó otra más que apelar a este nuevo invento.
El aparato consistía en un tronco de árbol, de aproximadamente un metro de largo, el cual era descortezado y pulido de manera básica. Se lo ahuecaba realizando un orificio lo más parejo posible de unos 10 centímetros de diámetro. Por fuera se lo reforzaba con cable telefónico, robado de instalaciones japonesas, para que el tronco no cediera y estallara a causa de la detonación.
El sistema de cargado era igualmente rudimentario, apelando por necesidad a la avancarga. Se introducía la cantidad necesaria de pólvora por el orificio, y luego se cargaba con un proyectil de unos dos o tres kilos de peso. La detonación podría hacerse con una mecha, sistema que no por primitivo era sencillo y confiable, al menos en parte. Muy probablemente, estos cañones eran desechables, ya que el estallido de la pólvora quebraría la madera y podría hacer que el cañón se partiera si se intentaba un segundo o tercer uso.
Obviamente no se trataba de un arma muy potente, o muy precisa, o con mucho alcance. Pero hacía lo que se le pedía: lastimaba. Utilizados en emboscadas y situaciones similares, estos cañones podía mutilar o matar al enemigo al tomarlo por sorpresa y a quemarropa. Se dice que los soldados japoneses llegaban a temerlos bastante, ya que las heridas que causaban sus proyectiles tal vez no mataban, pero desgarraban y dejaban dolorosas cicatrices.
Explosivos reciclados
La resistencia soviética se encontró con problemas de otro tipo. Muchos de los recursos del estado iban directamente a las tropas regulares, y los partisanos tenían problemas para conseguir material, aunque les llegaba comida y propaganda en cantidades más que suficientes. De manera que comenzaron igualmente a crear sus propias armas.
Las actividades que más llevaban a cabo estas organizaciones era el sabotaje y las emboscadas, y para las dos cosas se necesita lo mismo: explosivos. Pero no había minas y granadas suficientes, de manera que comenzaron a usar lo que quedaba después de un combate.
Todos ayudaban en el proceso. Los niños recorrían bosques y campos buscando granadas de mano que no hubieran estallado, y también obuses de artillería sin detonar, o minas olvidadas que pudieran utilizarse. Se les quitaba la espoleta, se removía la carga explosiva y se la introducía en recipientes metálicos. Añadían agua a la pólvora, y ponían estas ollas al fuego durante una media hora. Cuando quedaba una masa viscosa, se llenaban con ella latas de conserva, y luego se ponían a secar al sol. El explosivo reciclado, ya seco, era desmenuzado y colocado en cajas de madera de unos 30 por 40 centímetros, agregándoles una mecha o un sistema de detonación.
Estas minas caseras eran muy útiles ya que variando su tamaño podían hacerse para sabotaje, como la destrucción de vías férreas, o para cualquier uso. Tenían la gran ventaja de que, al no tener partes metálicas, no podían ser detectadas por los detectores de metal. Los alemanes, sin embargo, entrenaron a sus perros para que las detectaran por el olfato. Los partisanos rusos idearon dos nuevas contramedidas: colocar tabaco mezclado con la pólvora, lo que se demostró poco efectivo, y dispersar restos de pólvora por una gran zona, lo cual despistaba a los sabuesos, que no lograban detectar la mina.
Los partisanos chinos hicieron otro tanto con los elementos que tenían a mano. Siendo la pólvora un invento chino, y debido a la afición milenaria de este pueblo por los fuegos artificiales, no es de extrañar que en China muchos supieran hacer pólvora, de manera que ya no tenían que salir a buscarla como en el caso de los rusos.
De todas maneras, los elementos utilizados para crear explosivos eran muy similares. Se usaban cajas de madera, latas vacías de conservas, botellas o cualquier otra cosa para fabricar una mina con pólvora. Las minas se convirtieron en armas muy utilizadas por los chinos, que además de inventar varios tipos también desarrollaron diferentes sistemas de uso.
Uno de los más mortíferos y desmoralizadores métodos era el siguiente. Se colocaban minas en una amplia zona, cruzando un camino pero también a los lados, en previsión de que las tropas desconfiaran y tomaran atajos. De cada una de las minas parte una cuerda, que llega por un pequeño túnel hasta un observador oculto. Cuando el observador lo decidía, tiraba de cada cuerda para detonar una o varias minas a la vez, matando a muchos pero también desmoralizando y desorganizando a los demás, que no sabían si las minas eran o no automáticas.
También se utilizaron sistemas muy extraños. Además de las minas de tiempo, se crearon minas saltadoras, que salían al encuentro del infante desprevenido cuando este movía una rama o tocaba sin querer un cable. Otra curiosa táctica era la mina invertida, que era una trampa para bobos en todo sentido. Consistía en dejar una mina (convenientemente modificada) abandonada en cualquier parte, dada vuelta, como si hubiera sido olvidada o estuviera fuera de uso. Cuando un soldado japonés la tomaba, un pequeño recipiente con ácido sulfúrico que había en el interior se movía, derramando el líquido e iniciando una reacción química que la hacía estallar.
Antitanques caseros
En la actualidad, una de las armas caseras más conocidas es el cóctel Molotov, pero muchos desconocen su verdadero origen. Sus inventores fueron los decididos combatientes fineses, quienes lograron hacer retroceder a las fuerzas soviéticas, muy superiores en número y bastante mecanizadas, con artilugios de lo más sencillos.
Uno de estos objetos eran las bombas o cócteles Molotov, llamadas así por el ministro de relaciones Exteriores de la URSS. Consistía en una botella cualquiera, que era llenada con una mezcla de gasolina, brea y keroseno (lo que más estuviera a mano), a la cual se le metía un trozo de tela por el cuello. Se usaba cera (o alguna otra sustancia similar) para sellar el recipiente, de manera que la mecha quedara fija y no se escapara el contenido. Ante el enemigo, sencillamente se encendía la mecha y se arrojaba como una gran granada incendiaria.
Los fineses aprovecharon al comienzo la mala coordinación entre los blindados y la infantería soviética. Los soldados se acercaban esquiando sigilosamente, aceleraban cuando pasaban cerca de un tanque, lanzaban la Molotov y se alejaban. A veces incluso dejaban que los tanques se confiaran y avanzaran de día, conquistando posiciones, para luego atacarlos de noche y espantarlos con esta reedición en miniatura del "fuego griego".
Aunque pueda parecer de otra manera, los efectos podían ser serios. No estamos hablando de tanques como los actuales, que poseen muchos sistemas de defensa contra amenazas de todo tipo. Los tanques de esa época estaban mucho más "abiertos" que los actuales, y tenían orificios para respirar y para que la tripulación pudiera ver. Un impacto incendiario cerca de los filtros del motor hacía que estos ardieran, comprometiendo a todo el vehículo. En el frente, cegaba a los tripulantes, e incluso podía ser que la gasolina se filtrara por las escotillas, si estas estaban abiertas, o por las mirillas de los conductores. Lo menos que podía pasar era que el tanque se calentara tanto por dentro, y se llenara tanto de humo, que la tripulación tuviera que abandonarlo. Si las llamas se contagiaban a los pertrechos que siempre se llevaban fuera del vehículo, o calentaban demasiado los tanques de combustible o los compartimentos de la munición, todo estaba perdido.
Las bombas Molotov se convirtieron rápidamente en uno de los instrumentos más utilizados por todo tipo de resistencias, ya que era una de las pocas cosas que podía detener a un tanque enemigo cuando no hubiera granadas o armas más sofisticadas. El resto es historia.
Problemas muy similares encontraron los polacos en un territorio muy diferente, la ciudad de Varsovia. Durante el tiempo que duró el levantamiento, el ejército irregular polaco se vio en la doble necesidad de enfrentar a los tanques alemanes y capturar algunos, en caso de que fuera posible. Estaban al tanto de la importancia de poseer esas máquinas, pero también sabían muy bien que no era tan difícil destruirlos, incluso en las estrechas calles de la ciudad.
Además de las bombas Molotov, los defensores polacos aprovecharon el terreno urbano, uno de los peores para la guerra acorazada, para atacar y espantar a los tanques alemanes. No era nada raro ver a niños atacando a los blindados con granadas o Molotov. Pero cuando no había explosivos o combustible, había que recurrir al engaño. Después de todo, también esta es un arma poderosa si se la sabe usar.
Como escaseaban los explosivos, en algunos cruces se pintaban las calles de blanco y se colocaban carteles en polaco que decían cosas como "Peligro: área minada". Como estaban en polaco, los alemanes creían que estaban destinados a los civiles, y seguramente correría el rumor entre los oficiales, y las tropas evitaban la zona.
El ingenio polaco llegó a inventar trampas que nunca sabremos si eran reales o no. Algunos tanquistas, seguramente muy nerviosos por los ataques con granadas y bombas incendiarias, que podían caer literalmente del cielo, estaban dispuestos a desconfiar de todo. Se sabe que en una ocasión un tanque alemán se encontró con una botella de cerveza, pintada de rojo, que estaba atada a una cuerda suspendida de dos balcones, a cada lado de la calle. No se animaron a avanzar, y el gigante de metal retrocedió ante una botella que tal vez era inofensiva.
Las anécdotas de este tipo abundan. En una de las calles en declive que va en dirección al Vístula, un grupo de soldados polacos estaba defendiendo una casa y se enteraron de que un par de tanques venían hacia la zona. Como no tenían armas antitanque a mano, no se les ocurrió mejor idea que lanzar por la calle, cuesta abajo, varios barriles pintados con aluminio. Chocando contra el pavimento, hicieron un escándalo considerable. Los tanques dispararon contra ellos, pero al no acertar se replegaron, pensando que se trataba de gigantescas bombas antitanque que podían detonar en cualquier momento.