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EDIFICIOS:
la guerra urbana
Muchos combates de la Segunda Guerra Mundial, a diferencia de la guerra anterior, se realizaron en o en las proximidades de las ciudades. Esta es una consecuencia de la guerra de movimiento desarrollada que convirtió a las carreteras y vías férreas en las arterias vitales a través de las cuales avanzaban los suministros. Las ciudades, como cruces de caminos y como posiciones defendibles se convirtieron, por tanto, en un escenario habitual de la nueva forma de hacer la guerra. Eso hizo que los combatientes se tuvieran que acostumbrar a un nuevo tipo de terreno: los edificios.
La mayoría de los combates urbanos tuvieron lugar sobre Europa y en muchos casos sobre en urbes que habían sido ´uramente castigadas por la aviación y por la artillería. Así, además de edificios en pie también era habitual combatir en edificios en ruinas que muchas veces se convertían en trampas mortales.
LAS ARMAS
En el combate urbano, en general, las distancias suelen ser muy cortas y casi podríamos hablar de un combate cuerpo a cuerpo entre infantería o entre estas y los vehículos. Al no haber problema con la distancia, se prefería otras características en el arma, su manejabilidad (que fueran de pequeño tamaño) y su potencia de fuego (ráfagas o explosivas). Por ello, el subfusil y la granada son las armas preferidas de los combates urbanos, aunque, claro, no todos los soldados tienen siempre las armas que prefieren.
A lo dicho hay que hacer una salvedad. Los francotiradores, personas que se apostaban en posiciones en solitario y se dedicaban a cazar enemigos a distancia, mejor cuanto mayor fuera el rango del enemigo. Estos soldados, naturalmente, preferían el fusil. De hecho, intentaban realizar los disparos lo más lejos posible que su vista (o los sistemas ópticos del arma) le permitieran.
LOS VEHÍCULOS
A diferencia de otro tipo de terrenos, los vehículos con ruedas tenían un comportamiento mejor en los terrenos asfaltados de las ciudades que los vehículos con orugas. No era que estas no pudieran usarse o tuvieran prestaciones más bajas, simplemente, las cadenas tenían tendencia a desgastarse en exceso contra el asfalto o el cemento de las carreteras. Además, los escombros y restos de los edificios podían provocar averías en los momento más insospechados.
El armamento de los vehículos era algo ineficaz contra los edificios. Las armas de penetración podían atravesar cualquier pared con la que se encontraran, pero, era tal la debilidad de éstas que, generalmente, salían por el otro lado del edificio sin realmente causar mucho daño. Las armas de fragmentación de pequeño calibre podían agujerar una fachada o un muro de ladrillos, pero realmente no provocaban daño en el interior. Sólo los grandes calibres, generalmente obuses de 105 mm o superiores, eran realmente mortales. De todas formas, los edificios, internamente, no son espacios vacíos y una explosión en una habitación puede, desde el exterior, aparentar que ha afectado a todo el edificio, cuando en realidad sólo ha roto los cristales o hecho saltar las ventanas de sus goznes. Se produce un efecto doble: en la habitación donde explota la carga se sufre un efecto de rebote de esta contra las paredes y, posiblemente, el daño se vea incrementado (a efecto de juego, si la habitación es menor al área de efecto, considera el daño de un arma de área con un tipo de daño un nivel mayor al indicado). Sin embargo, en las habitaciones o huecos contiguos a esos, las paredes amortiguarán el daño y, posiblemente, los ocupantes se salvarán (todos los que estén en otra habitación se considerarán con cobertura plena).
Una imagen muy habitual de los videos publicitarios de la época era un vehículo de combate atravesando la pared de un edificio. Comentar que es posible hacerlo y que pocas paredes podían aguantar el envite de un carro de combate. Sin embargo, esto no significaba que fuera la práctica habitual. Los ladrillos caídos podían introducirse entre las cadenas y los bojes y provocar que ésta se saliera o que la suspensión se estropeara. Otra posibilidad es que el edificio se derrumbara encima del vehículo y, a pesar de la apariencia, aunque es posible que el carro aguante las toneladas de escombro sobre su cabeza, es más difícil que pueda moverlos para salir de debajo. También era posible que el carro quedara elevado respecto al suelo (al trepar sin darse cuenta por los escombros) quedándose sin tracción y, por tanto, atrapado. Por ello, los conductores de carros se lo pensaban dos veces antes de embestir un edificio de ladrillo o piedra (los de madera, pobrecillos, tenían la suerte echada).
LAS FÁBRICAS
(O, para entendernos, las paredes)
Durante la Segunda Guerra Mundial, en Europa, la mayor parte de los edificios eran de ladrillo o madera. En general, los primeros se mantenían de pie mientras que los segundos solían desaparecer con los primeros incendios. Los ladrillos solían ser macizos o bastante gruesos y, en general, los recubrimientos eran tan gruesos que serán capaces de resistir el impacto a media distancia de cualquier bala (no proyectiles) de infantería. En las zonas rurales era posible seguir encontrando casas de piedra y de adobe.
Las paredes exteriores siempre son más gruesas que las interiores (entre el doble o el triple). Además, cuanto más al norte está la ciudad, más gruesa será la pared exterior. En los edificios de madera era habitual que la planta baja, hasta media altura, fuera de ladrillo o piedra. El resto sí es de madera. La madera ofrece muy poca protección. Puede frenar lo suficiente una bala aislada, pero será ineficaz contra las armas en ráfaga. Sin embargo, no se debe olvidar que los ocupantes del interior no estarán a la vista y que se le debe aplicar dos o más grados de dificultad por la cobertura.
Las paredes interiores de ladrillo aguantarán cualquier bala de calibre de infantería, no así las paredes de madera o las puertas interiores de la vivienda. Estas últimas, salvo casas adineradas, solían ser bastante endebles (no tanto como algunas modernas), pero no eran completamente macizas ni estaban hechas de maderas nobles. Además, debes tener en cuenta que las puertas eran una de las primeras cosas de madera que se utilizaba para calentar una vivienda cuando llegaba el invierno más crudo y los suministros de carbón eran escasos. En muchos casos, las puertas habrán sido cambiadas por cortinas o telas.
Las ventanas eran de madera, no muy grandes. No a todas les sobrevivían los cristales y muchas, sobre todo en el norte, tenían dobles ventanas (unas se abrían hacia afuera y otras hacia dentro dejando una cámara de aire entre medias que favorecía el aislamiento del frío. Estas ventanas, si aún permanecían enteras, no ofrecían casi ninguna protección ante los disparos enemigos. Por otro lado, en las ciudades que eran bombardeadas con asiduidad por el enemigo, los habitantes habían desarrollado sistemas para ocultar la luz del interior por la noche. Estos sistemas iban desde simples mantas teñidas de negro a pesados tablones que se colocaban sobre las ventanas al llegar la noche. Algún personaje se puede llevar una desagradable sorpresa al lanzar una granada a través de una ventana a oscuras.
Como último apunte, había edificios de piedra. En general eran edificios emblemáticos de la ciudad, solían ser los edificios donde se apostaban los defensores y su toma era muy similar a la toma de un búnker.
LOS FORJADOS
(O, para entendernos, los suelos)
La tecnología de los forjados de los edificios evolucionó mucho en los primeros años del siglo XX. Desde los forjados de madera hasta las estructuras de hormigón, sin olvidarnos, de las estructuras metálicas. Sin embargo, en casi todos los casos, el sistema era muy similar: los pilares o los muros de carga van unidos entre sí por vigas, éstas a su vez están unidas por una serie de viguetas sobre las que se coloca el suelo propiamente dicho.
La estructura podía ser de madera, metálica o de hormigón. Señalar que las primeras eran muy peligrosas tras un incendio. Las maderas utilizadas para la estructura eran muy duras y si el edificio no ardía completamente parecerían intactas a ojos de un observador inexperto, sin embargo, al tocarlas (o al poner peso encima) se deshacían como si fueran de arena. Otra pega es que un impacto podía seccionar una viga o una vigueta sin que fuera evidente en el exterior. Las estructuras metálicas también son delicadas en los grandes incendios. Si el calor es muy intenso (o si dura mucho tiempo), los hierros de las estructuras se retorcerán provocando, por ejemplo, que las viguetas se separen de las vigas y aunque el suelo no se caiga (porque se aguanta solo), se desmoronará en cuanto alguien lo pise. Las estructuras de hormigón eran más resistentes, los incendios las afectaban menos y los impactos podían descascarillarlas en parte sin que se vieran perjudicadas en exceso sus capacidades mecánicas.
Sobre las viguetas se colocaban diversos materiales: la madera nuevamente (con todos sus problemas), cubrimientos cerámicos (ladrillos formando bovedillas cuya principal pega es que son muy frágiles y se rompen con los impactos de la artillería enemiga provocando derrumbamiento de los pisos e, incluso, planchas de hormigón armado (las más resistentes, pero también las más peligrosas cuando te caían en la cabeza).
Como último comentario sobre la estructura de los edificios, decir que los arquitectos, salvo edificios muy emblemáticos, no suelen hacer estructuras complicadas. En general, podría decirse que son como cubos puestos unos encima o al lado de otros de otros. Las aristas inferiores y superiores del cubo la forman las vigas mientras que las verticales están formadas por los pilares (o muros de carga). Cada cubo (si está bien construido y diseñado) es capaz de sostenerse a sí mismo y a todos los que tiene encima. Esto quiere decir que cuando se derriba el pilar de un edificio, caerán todos los pilares que tiene encima y todas las vigas (y forjados) unidos a esos pilares.
Es posible que el efecto del derrumbe arrastre algún pilar adicional de los adyacentes, pero, en general, sólo se verán afectados los "cubos" que compartían aristas.
Es decir, el edificio sólo se derrumbará en parte. Por ejemplo, si observáis las fotos de la guerra, son muy típicos los edificios en ruinas con todo el interior destrozado y con la fachada en pie. Esto es así porque una bomba o un incendio ha destruido toda la estructura interior (seguramente de madera), pero la de la fachada (de piedra u hormigón) ha quedado intacta. Sólo la estructura dañada es la que se ha derrumbado.
Para finalizar el tema de los forjados, aunque sé que no es necesario decirlo, disparar una o más armas de ráfaga contra el suelo formando un círculo a nuestro alrededor, no suele servir para nada, excepto para quedarnos sin munición, alertar al enemigo y, en muchos casos, alcanzarnos en alguna pierna por un rebote no controlado. Los forjados, a los que hay que sumar los suelos y revestimientos colocados sobre ellos, suelen resistir el impacto de una bala. Independientemente de esto, las separación entre viguetas (que no vamos a cortar con las balas) no es superior a 50 o 60 centímetros, hueco por el que un soldado, con su equipo, no entra.
LAS CUBIERTAS
(O, para entendernos, los tejados)
Los tejados eran muy variados: tejas, pizarras e, incluso en zonas rurales, ramas y pajas. Sobre los tejados sólo queríamos hacer dos apuntes:
- En las zonas con muchas precipitaciones (tipo Europa del norte), los tejados son muy inclinados. Esto es así para evitar la acumulación de nieve y para favorecer la caída de la lluvia. Los tejados van perdiendo inclinación según avanzamos hacia el sur, llegando a ser completamente planos (y accesibles) en las localidades mediterráneas (sur de Europa y norte de África).
- Andar por los tejados es una de las cosas más peligrosas que hay. Más cuanto más inclinado es el tejado y más cuanto más húmedo esté. Las escenas de las películas de acción en las que el bueno (o la buena) de turno intenta escapar del asesino en serie por el tejado de la casa bajo una torrencial lluvia son entretenidas, pero nada recomendables. Lo más habitual es que el tejado no aguante tu peso (ya que no está calculado para eso) o que la superficie resbaladiza de la cubierta haga que termines con tus huesos en la calle.
En esta secuencia de fotografías de la ciudad de Frankfurt se pueden apreciar los efectos de los bombardeos sobre las edificaciones. La mayor parte de las calles se hayan cubiertas de escombros, los tejados han desaparecido, todos los forjados han desaparecido y sólo quedan en pie las fachadas de los edificios.