Llego hasta aquí
McAuliffe, Anthony Clement
1898-1975
El general de brigada McAuliffe pasaría a la historia como autor de una de las respuestas militares más breves de la historia. Concretamente le dijo a los alemanes que pedían su rendición: "¡Narices!". Lo que, sin duda, tiene más mérito en inglés ya que son solo cuatro letras: "Nuts!".
Pero en realidad, él no estaba destinado a ese destino y fue la casualidad la que le hizo estar en el lugar adecuado en el momento más inoportuno.
Nació en Washington, en la capital de Estados Unidos, y tras realizar sus estudios básicos ingresó en West Point de donde saldría en 1918. Eso le valió para decir que había estado en la Primera Guerra Mundial como oficial en activo pero, la verdad, no llegó a entrar en acción.
Finalizada la gran guerra, fue desarrollando diversos puestos de mando siempre relacionados con el arma química y con la artillería hasta que Estados Unidos se ve involucrado en la Segunda Guerra Mundial y a él le asignan el mando del regimiento de artillería de la 101 División Paracaidista a finales de 1943, concretamente el 15 de Septiembre cuando la división llegó a Inglaterra para participar en los preparativos de Normandía.
Su experiencia como paracaidista era nula y solicitó al mando que le permitieran ganarse las "alas" para saltar con sus hombres. Según la tradición paracaidista, eso implicaba realizar con éxito 4 saltos. Sin embargo, el ejército estadounidense tenía claro lo que un hombre de 45 años podía hacer y lo que no. Y hacer un salto de combate era posible, pero arriesgarse a partirse las piernas cuatro veces y que se quedaran sin general antes de la batalla no entraba en sus planes. Así pues, el salto sobre Francia fue su primer salto, su primer combate real y la primera vez que ejercía el mando en combate. Sus hombres dicen que salió airoso de las tres cosas y la artillería paracaidista en Normandía, a pesar de las dificultades adicionales que hubo de pasar al quedar las piezas de los cañones desperdigadas por toda Francia la noche del 6 de Junio, tuvo un digno papel durante toda la campaña.
Más tarde, ese mismo año, las unidades de artillería paracaidista, bajo el mando de McAuliffe, participaron en la batalla de Arnhem, concretamente en la toma de Son y Eindhoven y, posteriormente, en la defensa de Nimega y de "La Isla" al sur de Arnhem.
La experiencia de la operación Market-Garden marcó a los oficiales de las fuerzas paracaidistas. El uso de estas unidades especiales como tropas regulares varias semanas después de terminada la operación provocó su casi completa desaparición con batallones enteros reducidos a 10 ó 15 paracaidistas. El Alto Mando, léase Montgomery, consideraba que el uso de los paracaidistas como infantería estaba justificado por las necesidades del momento, pero los mandos de los paracaidistas argumentaban que no merecía la pena el duro (y caro) entrenamiento al que se sometía a los paracaidistas si después no se iban a aprovechar sus habilidades especiales. Esta diferencia de opinión, dentro del ejército Aliado de la época y tan cerca de las Navidades, implicaba la reunión de una comisión, la elaboración de informes y, sobre todo, la celebración de una conferencia lejos del frente. Los mandos de la 101ª División acudieron a dicha conferencia y McAuliffe fue el único general que se quedó con la unidad en Francia. Se podrían sacar segundas lecturas de esto, pero, la verdad, es que el era el oficial de alta graduación de menor rango. Dentro de la jerarquía de la unidad, la artillería divisional estaba por debajo de los otros generales al mando y, por ello, le tocó "pringar" con la guardia en fechas tan cercanas a las Fiestas de Navidad.
Lo que nadie imaginaba es que esa Navidad, los alemanes estaban dispuestos a hacer el último intento en el frente occidental, haciendo que McAuliffe se encontrara al mando de toda la división porque el resto de sus compañeros se encontraban de permiso. Sin embargo los hechos demostraron que fue una circunstancia afortunada (o desafortunada para el otro bando). El Alto Mando de Einsenhower estaba completamente desbordado con los informes de unidades en desbandada, informes de los avances alemanes y una situación de pánico general; sin embargo, se coordinaron lo suficiente para dar la orden a McAuliffe de dirigirse a Bélgica y tomar contacto con los alemanes. No le dijeron donde porque realmente no sabían donde estaban los alemanes. En realidad le dieron varios destinos contradictorios.
McAuliffe movilizó a toda la división en escasamente 24 horas. Esto tiene mucho mérito por si mismo, pero, además, hay que tener en cuenta dos hechos: las divisiones paracaidistas no tenían (por razones obvias) vehículos propios, lo que quiere decir que todos los camiones utilizados fueron "requisados", prestados, etc. de otras unidades y de los civiles franceses; y que 24 horas antes de la movilización, todos los veteranos de la división estaban disfrutando de un permiso en París.
Dirigiéndose a Bastogne, más por iniciativa propia que por recibir una orden clara, tomó posiciones en menos de 48 horas desde que diera la orden de movilización. Como oficial de mayor graduación, además de la 101ª, se encontró con el mando de parte de la 10ª División Blindada, del 705º Batallón de cazacarros y de algunas unidades auxiliares. Sus decisiones tácticas, junto con la férrea determinación de los soldados bajo su mando, provocaron que Bastogne no cayera en manos alemanas. Completamente rodeados por varias divisiones blindadas alemanas en una proporción de 9 a 1, recibió una notificación alemana conminándoles a rendirse y amenazándoles de que si no lo hacían, los alemanes tenían órdenes de no coger prisioneros. La respuesta de McAuliffe fue el famoso: "¡Narices!". Cierto es que el general estaba en contacto con el Cuartel General gracias a los equipos de radio y sabía que Patton avanzaba desde el sur para liberar el cerco, también es cierto que conocía las previsiones meteorológicas y que desconocía las verdaderas capacidad alemanas (algo limitadas a estas alturas de la ofensiva). Sin embargo, su lacónica respuesta no está exenta de cierto heroísmo, porque sus tropas estaban en las últimas, carecían de gasolina, de municiones, de alimentos, de medicinas y material sanitario y de ropas adecuadas para las bajas temperaturas (casi 20 grados bajo cero). El mérito de McAuliffe no está en el valor de negarse a la rendición, sino en su capacidad de mando para organizar a varias fuerzas de combate completamente diferentes (paracaidistas, carros y cazacarros) y, superando las adversidades, organizar una defensa infranqueable.
Tras la batalla de Bastogne y las condecoraciones pertinentes, McAuliffe fue ascendido y se le dio el mando de la 103ª División de Infantería o, como también se la conoce por su emblema, División Cactus. Combatieron en el Saar y avanzaron hasta el río Danubio antes del final del conflicto.
Después de la guerra, estuvo al mando del Head of Army Chemical Corps (un retorno a sus orígenes) y luego del Head G1, Army Personal. En 1953 le dieron el mando del 7º Ejército destinado en Europa. En 1955 fue el Comandante en Jefe de todas las tropas estadounidenses en Europa y al año siguiente se retiró pasando a trabajar en una empresa química del sector privado. En 1960 fue nombrado jefe de la Defensa Civil de la ciudad de Nueva York, cargo que ocupó hasta 1963 en el que se jubiló definitivamente.
Murió en 1975 y está enterrado en el cementerio de Arlington junto con otros grandes nombres de la Segunda Guerra Mundial.