Hace ya mucho tiempo que descubrí por primera vez Pangea. Fue con el suplemento «Fuera del Grakin», en la estantería de rol de mi tienda habitual. Recuerdo lo que me llamó la atención: había dinosaurios.
Mi amor por los animales prehistóricos viene de lejos. Ya de niño iba con mi tío a por fósiles y ahora que soy un adulto, mi pequeño estante de conchas de piedra se ha transformado en una basta colección de más de un centenar de piezas que van desde troncos y flores del carbonífero, hasta enormes amonites del Jurásico, pasando por muelas de rinocerontes, peces fosilizados, insectos incrustados en ambar, ostras y bivalvos petrificados y un sinfín más recogidos de todos los rincones de España (y algunos de fuera de ella) con mis propias manos (con la excepción de un puñado de ellos ). Creo que esto os dará una idea bastante acertada de la alegría que me dio conocer Pangea. Sigue leyendo