El duro trabajo diario en la agencia es un bálsamo para la mente de Clara. Le permite tenerla ocupada y evita que entre en bucle pensando en el asesinato de su hermano. Cifuentes, además, es un puntal en el que apoyarse en los momentos más duros. Como sabe que lo fue para Pedro, se ha convertido también en una especie de padre.
Aunque los casos no sean de portadas siguen entrando sin pausa alguna que les de tregua. Y, a poco, van siendo de cierta enjundia. El trabajo duro y profesional que realizan, sea quien sea su cliente, va dando sus frutos.
Aunque a veces, como este que nos ocupa, casi como por amor por su actual profesión se dejan llevar por algo leído en la prensa, un rincón escondido de una página perdida. Y si en este caso el suceso pasó cerca de la agencia, más brilló en el radar de Clara.
Hace unos días un vagabundo fue atropellado cuando cruzaba a lo loco una calle. Por las heridas sufridas murió al cabo de pocas horas. Hasta aquí todo normal. Todo lo normal que pueda parecer un hecho de este calado, claro. La vocecita en la cabeza que hace que te detengas en este accidente en concreto se activa al leer una reseña posterior donde se dice que se le practicó la autopsia y que está arrojó que la víctima había sido envenenada no hacía mucho.
Si, es extraño que se le practicara por ser quien era y por el motivo de su muerte. Pero debió de ser algún pálpito del forense o vaya usted a saber qué. El caso es que con anterioridad al hecho luctuoso alguien había envenenado al vagabundo. Eso sí, la policía se comportó. Obvió el dato y archivó el caso en el fondo de una columna inmensa de trabajo atrasado. Demasiados pocos efectivos para tanta faena.
Y lo dicho, para seguir manteniendo en funcionamiento su mente y con más razón la voz interior diciendo que allí había algo fuera de contexto, Clara decide husmear.
A ratos, en los huecos que le dejan las otras investigaciones, va entrando en el submundo de los sin techo. Intenta que la vean como alguien de confianza, que le permitan transitar entre ellos, hablar, preguntar? Bastantes bocadillos, cartones de vino, monedas le permiten entablar cierta «amistad» con un grupo de esta gente invisible para el resto.
El muerto, Pepe o Pedro o quién sabe, eso sí «el Profe», era una persona que para vivir en el mundo en el que vivía se le veía ciertamente alegre, vivaz, siempre de aquí a allá. Aunque hablaba con todos rondaba con cierta frecuencia con otros 3 sin techo. Por lo que saben todos ellos compartían donde fuera el techo bajo el que dormían, donde fuera eso y que significara.
Lo curioso es que dos de ellos también han muerto recientemente. Como cualquier vagabundo se recogió el cadáver y se le dio la sepultura de la tierra común. Aunque por lo que le comentan es probable que los síntomas que recuerdan sean los mismos que debía de tener la víctima con motivo del envenenamiento.
El cuarto sin techo no lo ven desde el día del atropello de «el Profe».
De los cuatro, tres han sido envenenados. O eso parece. Y el vivo por ahora ha desaparecido. ¿Podrían haber cometido algo ilegal todos juntos y ahora se están vengando? ¿O habrían robado algo y lo quieren recuperar? ¿El cuarto, es la última víctima, o a lo mejor es el autor de los envenenamientos?