Querida familia:
Al recibo de la presente deseo que estén todos bien y que a Jimmy se le haya curado ya el brazo. Espero que haya aprendido que no es bueno subirse a los árboles tras un día de lluvia. Nosotros estamos en Inglaterra y aquí también llueve todos los días. No sé cómo esta gente puede ser tan tranquila con este maldito tiempo.
El rancho no está mal, pero esta gente cocina de forma bastante insípida; sobrevivimos gracias a la pericia de Moore que siempre consigue algo de proteínas extras. El otro día apareció con dos conejos y uno de los aldeanos nos pasó un par de patatas. El olor del estofado llegó hasta el barracón de los suboficiales y el sargento Rogers se vino a comer con nosotros. Luego nos amonestó verbalmente por saltarnos los límites del campamento, pero lo hizo en broma. Es un buen oficial, padres. Me recuerda mucho al Sr. Doobing que nos obligaba a ir a clase incluso los sábados.
Seguimos haciendo mucha instrucción. Pensé que no volveríamos a hacerla después de cruzar el Atlántico, pero parece que esta gente nos está preparando para algo. Ya no corremos por el campo como en la instrucción y nos tienen todos el día haciendo cosas raras, subiendo y bajando por redes. No sé qué demonios esperan de nosotros, Gonzalez, uno de los veteranos (el que os conté que habían acusado injustamente de matar a un prisionero) cree que tratan de convertirnos en monos y que no somos más que un experimento secreto. Él es un poco paranoico. Creo que nos estamos preparando para algo importante, padres, y siento que no falta mucho.
A veces vamos al mar. ¿Podéis creer que hay muchachos que no saben nadar? Empiezo a pensar que he sido muy afortunado del río y el lago junto a nuestra casa. El mar es diferente y me dio un poco de miedo la primera vez cuando partimos de Nueva York, pero ahora que me he bañado en él, solo es cuestión de acostumbrarse a las olas y al repugnante sabor salado. Creo que algunas de las galletas que hacen aquí las hacen con ese agua. Por cierto, a los muchachos les encantan las cajas que me mandáis, en especial el pastel de carne. Sé que me lo mandáis a mí, pero en la unidad somos como hermanos y lo compartimos todo; ellos hacen lo mismo con lo que les mandan de casa. La llegada de paquetes y cartas es uno de los momentos más divertidos de nuestra rutina diaria. Os agradezco vuestras cartas y envíos. Me hace echaros más de menos, pero calienta mi corazón por la noche. Un beso para todos vosotros y para la abuela y para el padre Walter que os estará leyendo esta carta. Cuando esta guerra acabe, todo irá mejor…
Tengo el triste deber de comunicarles que su hijo, el soldado Jebediah Wilson, falleció durante una operación militar. Era muy apreciado por el resto de la unidad y siempre mostró valor y compañerismo en todas nuestras obligaciones. Les remito sus objetos personales y una carta que no había terminado de escribir. Como su superior debo decirles que fue un privilegio tenerle bajo mi mando.