Sing y Vanjel son los nombres de dos gemelos mendwan, dos de las pocas personas que se han enfrentado a un hambriento y han sobrevivido para contarlo. Sing y Vanjel son los hijos de Abram el Justo, líder de un clan de hombres de las llanuras cuyo nombre ya solo se cita en voz alta antes de maldecirlo. Sing era el chamán del clan, tal vez demasiado joven e impulsivo para su cargo, puesto que apenas tenía cuatro manos de inviernos cuando asumió su papel tras el súbito fallecimiento de su mentor. Por su parte, su hermano Vanjel ocupaba a su vez el puesto de líder de los cazadores, un joven tan fuerte que era capaz de atravesar un jabalí de lado a lado de un lanzazo y de seguir el rastro de una paloma.
Ambos jóvenes eran el orgullo de su padre, el sabio y respetado Abram, y a su vez sus dos hijos le amaban con locura, rivalizando entre sí por recibir su aprobación. El clan, aunque integrado en una tribu formada por varios clanes de las inmediaciones, no tenía mucho contacto con el exterior, aunque tampoco les hacía falta: sus tierras rebosaban de buena caza y de riachuelos de aguas claras y frescas en los que los salmones prácticamente se arrojaban a las manos de los pescadores. Todo esto se truncó cuando un comerciante itinerante trajo consigo la terrible enfermedad del punto rojo. Por fortuna, Abram y su esposa fueron los dos únicos fallecidos (debido a que habían adquirido de manos del comerciante una piel de dientes de sable infectada con el mal). Sin embargo sus hijos, destrozados por el dolor y la pérdida, despertaron sin pretenderlo un mal que había permanecido dormido mucho tiempo.
Presa de la pena, fue Sing el que propuso a su hermano que recurrieran al Agua de vida y muerte (), un objeto que el joven chamán había heredado de sus antecesores, quienes apenas sí comprendían sus poderes.
La misma noche de su fallecimiento, Sing y Vanjel dieron de beber el Agua de vida y muerte a los cuerpos sin vida de sus progenitores. Y ambos despertaron, aparentemente resucitados y sanos…
No tardaron en comenzar las desapariciones. Al principio nadie en el clan notó nada extraño, felices como todos estaban de que dos de los suyos hubieran regresado de la muerte. Las primeras víctimas de la pareja de hambrientos fueron niños pequeños pertenecientes a tribus vecinas, los cuales se esfumaban en mitad de la noche, incluso cuando sus padres dormían a apenas unos pasos. Al principio muchos creyeron que el responsable era una bestia del Wukran, puesto que ni siquiera los más hábiles cazadores fueron capaces de encontrar un rastro de su paso: ni de garra ni de pezuña.
Cuando el número de desaparecidos superaba ya las dos manos se convocó una reunión de los jefes de los clanes de toda la región. Fue el propio Abram quien sugirió la idea de formar una partida de caza con los mejores cazadores de cada clan; este grupo tendría la misión de encontrar y dar muerte a la bestia. Durante la primavera y el verano dieron innumerables batidas en su busca, todas infructuosas. Mientras, los hambrientos siguieron matando y saciándose de carne humana…
Pronto los hambrientos, ebrios de carne y sangre, se volvieron más y más confiados, y finalmente cometieron un error. La madre de Sing y Vanjel fue descubierta mientras trataba de llevarse un recién nacido y atacada por una joven y aterrorizada madre. La suerte quiso que, desarmada e indefensa, la joven recurriera a un tronco de la fogata como arma improvisada contra la ladrona de niños. El fuego reveló así su poder destructor contra los hambrientos, y la criatura huyó envuelta en llamas, perdiéndose en la noche…
Una vez que se supo que el responsable de las desapariciones era una bestia que caminaba sobre dos piernas y realizados los debidos ritos adivinatorios, los espíritus no tardaron en señalar al clan de Abram como origen del responsable de los raptos. Los líderes de los demás clanes exigieron a Abram que entregase al culpable para que se hiciese justicia. Este, por supuesto, negó todo conocimiento sobre las desapariciones y, llevado por la ira, expulsó a sus vecinos a punta de lanza, jurando que a partir de ese momento todo aquél que entrase en sus tierras sería tratado como un enemigo. Mientras, Sing y Vanjel, alarmados por la súbita desaparición de su madre (y creyendo que ésta había sido víctima de la fiera), partieron en secreto hacia la montaña en busca de la bestia, el lugar hacia donde se decía que había huido (los cazadores habían hallado huellas y sangre). Los jóvenes tenían la esperanza de hallar a su madre con vida y acabar con el monstruo, restaurando la paz con sus vecinos. Sin embargo, lo que los jóvenes encontraron en su camino fueron los cuerpos destrozados de dos de los cazadores que habían perseguido a la fiera, uno con el cuello desgarrado y el otro con el cráneo hendido por una piedra. Siguiendo el rastro de sangre llegaron a una cueva, en donde encontraron los roídos huesos de los niños desaparecidos. Y al fondo, alimentándose de las vísceras del tercer y último de los cazadores, estaba su madre, cubierta de sangre y con la mirada enloquecida por la sed de sangre. A duras penas lograron derrotar a la salvaje criatura en la que se había convertido y, cuando Vanjel hundió el roto astil de su lanza en el vientre del que nació y Sing apuñaló con su cuchillo de obsidiana el pecho que le había alimentado, el corazón de ambos jóvenes se rompió para siempre.
Exhaustos, heridos y consumidos por el pesar, los hermanos quemaron el cuerpo de su madre y regresaron a su hogar. Sin embargo, cuando llegaron se encontraron un escenario dantesco: los clanes vecinos habían regresado y cercado su poblado, regándolo con aceite y prendiendo fuego a las chozas mientras sus familiares dormían.
Sing y Vanjel llegaron a tiempo de ver morir a su clan; abrasados o lanceados cuando trataban de enfrentarse a los atacantes. Y en mitad de la matanza hizo aparición el propio Abram, convertido en un furioso y babeante borrón de garras y colmillos, destrozando tanto a amigos como enemigos con sus solas manos. Todo el que esa noche se interpuso en su camino cayó frente a su fuerza inhumana…
Capturados y a la luz de las chozas ardientes, Sing y Vanjel fueron conducidos ante los líderes de los clanes y condenados a muerte. Sin embargo, aprovechando un descuido lograron escapar a la carrera y, aprovechando la oscuridad, perdieron a sus perseguidores.
Desde entonces, los hermanos vagan de acá para allá. Siguen buscando a su padre, y han jurado dar muerte a la repugnante criatura en la que este se ha convertido, aunque eso signifique la muerte. Hasta el momento no han conseguido dar con él, pero en su búsqueda han encontrado a otras criaturas, hambrientos o infelices infectados por el Wukran. No menos de una mano de estos monstruos ha caído hasta ahora ante el fuego de los hermanos, alimentado por su odio y sed de venganza. Vanjel y Sing pasan a menudo por Puente Largo, puesto que es la mejor ruta para cruzar el caudaloso río. Cuando lo hacen suelen detenerse a descansar unos días, y tienen buenas relaciones tanto con Orresh como con Hagata, que están al tanto de su misión. También han recurrido ocasionalmente a los conocimientos místicos de Menes, ya que el fuego parece ser un arma poderosa contra los hambrientos. En estas ocasiones han pagado sus servicios al chamán con partes del cuerpo de sus presas, que al parecer el chamán emplea como componentes de ciertas pócimas y ungüentos.
Por su parte, durante la batalla el Agua de vida y muerte se perdió. No está claro si fue destruido (algo improbable considerando que se trata de un fetiche muy poderoso), si fue tomado como botín por alguno de los vencedores durante el posterior saqueo de las ruinas o si Abram se la llevó consigo cuando huyó.