Nuestros protagonistas sobrevivieron a una travesía por el Atlántico Norte que todos preferirían olvidar. Su barco fue perseguido por un «u-bote» alemán, pero, finalmente, y gracias a la intervención de la Sangrienta Siete, consiguieron evitarlo. Gran Bretaña no es como la imaginaban. No hay tipos estirados de grandes bigotes, ni damas coquetas observándoles desde la distancia. Están en Beamister, una pequeña ciudad (no llega a 2000 habitantes) en Dorset occidental, a unos 25 kilómetros de Dorchester. La llegada de toda una división estadounidense ha revolucionado la tranquila vida de este pueblo agrícola dedicado a la importación de té. ¡Té, maldito té! acaban pensando los siete a los pocos días de estancia.
El mando ha sido muy claro, y muy pesado, sobre la necesidad de llevarse bien con la población local. Les ha explicado que todo los jóvenes de la zona han sido enviados al frente y que sólo encontrarán, ancianos y niños, y mujeres, pero que deben respetarlas como si fueran sus madres. Son, les dicen, la vanguardia del ejército estadounidense y su comportamiento debe ser ejemplar para que otras unidades también puedan venir a las islas británicas. Amabilidad, respeto y colaboración. Con esta consigna en la mente, la Sangrienta Siete no le queda más remedio que decir que sí cuando la anciana mujer del también anciano diácono les invita a una limonada y les pide ayuda para adecentar el cementerio donde, dicho sea de paso, nadie ha metido mano en años.
– Bueno, ¿entramos? -les pregunta.
Y claro, entran, descubriendo un antiguo y mortal secreto arqueológico…