Autor: Sergio Jurado
El Ss’iar se juega en un campo rectangular usando una pelota que los jugadores deben golpear con sus colas, pecho o cabeza. El objetivo es mantener la bola en juego e intentar que toque o atraviese un aro vertical de piedra situado entre los campos de ambos equipos.
En la versión más «tradicional» del juego, la pelota solo puede ser golpeada con las caderas o cola, quedando prohibido el uso de los brazos. Sin embargo, en los partidos entre equipos drak, considerados de menor calidad técnica, a menudo también se usan los antebrazos. La pelota tiene una mano de ancho, está hecha de una mezcla de caucho y resina y, por lo general, es bastante pesada.
Los partidos se disputan entre dos equipos de dos, tres o incluso cuatro jugadores. Excepcionalmente hasta seis en algunos partidos rituales. El juego suele ser brutal, incluso cuando no hay sacrificios de por medio, ya que la pesada y maciza pelota empleada puede llegar a ocasionar lesiones de consideración si golpea una parte delicada del cuerpo. No es nada raro que todos los años algún jugador muera a consecuencia de un pelotazo.
Cada equipo queda limitado a una mitad del campo. En la versión más «pura» del Ss’iar, la pelota es golpeada de un lado a otro utilizando solo la cola, hasta que un equipo no consigue devolver la pelota o hasta que ésta se sale de la pista. Los jugadores pierden puntos si la pelota bota más de dos veces antes de volver al campo del otro equipo o si traspasa los límites del campo. Por el contrario, se ganan puntos extra si la pelota toca el anillo de piedra, mientras que la victoria fulminante queda reservada al equipo que logre hacer pasar la pelota a través del estrecho anillo. Sin embargo, que la pelota se cuele por el anillo es un evento bastante raro, y lo más habitual es que la mayoría de los partidos se ganen a los puntos.
El equipo h’sar para jugar al Ss’iar consiste en un pequeño sombrerito plano, hecho de madera y mimbre, que protege la parte superior del cráneo y de paso sirve para que la bola rebote más lejos, brazaletes de unos determinados colores (que sirven para distinguir a los equipos) y un protector acolchado para el extremo de la cola (una zona particularmente delicada de la anatomía h’sar). Los jugadores drak (y de otras razas) suelen tener que conformarse con unas rodilleras y, con suerte, un grueso cinturón de madera cubierta de tejido o cuero, que proporciona cierta protección al vientre y los genitales.
El juego de pelota se juega en una gran estructura de mampostería. Aunque hay una gran variación en su tamaño, en general todos los campos de juego tienen la misma forma: una larga y estrecha pista de juego, flanqueada por paredes con superficies tanto verticales como inclinadas (o, más raramente, verticales). A menudo las paredes están cubiertas por una capa de yeso y pintadas con colores brillantes. Los más importantes se encuentran rodeados de gradas, ya sea de piedra o de madera, desde donde el público puede contemplar el encuentro. Aunque la relación entre longitud y anchura de los campos de juego se mantiene más o menos constante, existe una enorme variación en el tamaño. Por supuesto, el gran campo de Ss’iar de S’siarash es el más grande de todos, con casi cien pasos de largo por unos treinta de ancho, sin embargo, precisamente muy cerca del mismo se encuentra un pequeño campo destinado a entrenar a los niños que apenas sobrepasa los quince pasos por cinco.
Los campos de juego de Ss’iar son los principales foros públicos de sus ciudades, utilizados para una enorme variedad de eventos sociales así como para numerosas actividades rituales, incluyendo festivales, actuaciones musicales y, por supuesto, el Ss’iar. El juego de pelota es un ritual muy arraigado en la cultura h’sar y sirve a metas que van mucho más allá del mero entretenimiento o la competición deportiva. Es usado para resolver disputas de todo tipo, desde disputas privadas entre vecinos o aldeas así como luchas por el liderazgo entre los miembros de la casta guerrera o la satisfacción de deudas de juego impagadas (a menudo provocadas por el propio Ss’iar). En todos estos casos el Ss’iar es una manera de calmar tensiones o resolver conflictos sin tener que recurrir a la violencia.
En esas ocasiones en las que un partido sustituye a una batalla, es costumbre que el capitán, o incluso todo el equipo perdedor, sea sacrificado ceremonialmente. De igual modo, en muchos lugares es costumbre escoger, una vez al año, a un grupo de prisioneros o esclavos para que se enfrenten a los campeones locales. Se les conceden unos pocos días para entrenar. Si por casualidad los cautivos ganasen el partido, obtendrán su libertad pero si pierden serán sacrificados a la mayor gloria de los dioses.
Los jóvenes h’sar aprenden a jugar al Ss’iar desde que son niños. Los más hábiles incluso pueden llegar a ser «profesionales», jugando en representación de una determinada aldea o ciudad a cambio de una vida de lujo. En la capital, a menudo se llevan a cabo partidos entre los equipos de los diferentes barrios y mercados de la ciudad, siempre acompañados de importantes apuestas.