autor: Don Toribio Hidalgo
Estamos a finales del verano de 1812. Las tropas francesas han sufrido varias derrotas y José I ha abandonado Madrid y se ha instalado en Valencia. Una unidad francesa ha tomado posiciones en la localidad de Manises (a una menos de una jornada de la capital de la provincia) para frenar cualquier movimiento de las tropas británicas y españolas. Los jugadores forman parte de esta unidad y sus mandos están acantonados en un villorrio a las afueras, cercano al río Turia, conocido como el Barranquet. Le rodean algunas huertas y las plantaciones típicas de las riberas de los ríos, así como algarrobos, oliveras, viñas y almendros. Las tropas ocupan algunas fábricas de cerámica de la ciudad que, por la guerra, estaban desocupadas.
La guarnición francesa está en alerta. Los habitantes de Manises ya mostraron una resistencia tenaz en los levantamientos de 1808 llegando incluso a atacar la artillería napoleónica que bombardeaba la ciudad de Valencia. Se ha avisado a los soldados para que estén atentos a cualquier conato de rebelión. Los grupos numerosos son sospechosos, las autoridades locales son sospechosas y los no maniseros son sospechosos.
La pintada y el borracho
«¡Viva nuestra capitán general! ¡Viva nuestra capitán general! ¡Abajo los franceses!»
Estos gritos despertarán a los personajes de sus catres en una calurosa noche de Julio. Quién los está profiriendo es un hombre de edad avanzada (unos 55 años, tal vez más), vestido de forma pobre (incluso andrajosa) y en un estado etílico más que evidente (dice «Franseses» y se tambalea de lado a lado). Tras él, en una pared cercana al cuartel pero no visible desde la puerta, alguien ha hecho una pintada:
«¡Viva M. D. capitana general! ¡Muerte a Francia!»
Los personajes saldrán a la calle y con ellos uno de los oficiales, en paños menores y con la cara roja de ira. Mirará a los personajes, entenderán que se han presentado voluntarios y les dirá:
«Quiero a esa líder guerrillera en mi despacho sin excusa. Va a limpiar esa pintada con la lengua.»
El borracho, que habrá sido testigo de la rabieta, dirá: «No podrasss cogerla… esssta en todasss partesss», reirá como un loco y caerá inconsciente.
Interrogando al borracho
El anciano no habrá muerto y los personajes, que ya habrán comprendido que lo de su oficial fue una orden directa, podrán despertarle con abundante agua en el rostro. Se despertará, pero no dejará de estar borracho. El interrogatorio será muy difícil y desesperante. Dependiendo del éxito del interrogatorio, el borracho les dirá que MD está en su casa, en la taberna o en la iglesia (por ese orden de éxito, bajo, medio y alto) y añadirá una coletilla risueña: «pero no podréis cogerla». Pueden interrogarle varias veces (deberían hacerlo), pero no obtendrán respuestas diferentes en función del grado de éxito. Dicen, y también en esta época, que los borrachos siempre dicen la verdad; en esta ocasión es cierto: MD está en su casa, en la taberna y en la iglesia (y si hemos de dar crédito al borracho, está en todas partes).
La Caza de MD
El borracho le habrá dado una o dos localizaciones, pero el interrogatorio quedará detenido cuando en el cuartel aparezca el alguacil de la policía. Viene a recoger a Hilario (es el nombre del borrachín), un anciano un poco loco por culpa del vino y piden que se lo entreguen para custodiarlo en sus instalaciones. En otra época, los franceses su hubieran negado a la petición, pero estamos en 1812, los franceses han perdido importantes batallas y se están retirando de la península, lo último que desean es enfrentarse a un levantamiento popular (otra vez); el alguacil podrá hacer insinuaciones del tipo que Hilario es un parroquiano muy querido por todo el pueblo y que la mitad son familia suya. Por otro lado, tienen claro que ya le han sacado todo lo posible al borracho. Se lo entregarán, al menos el oficial francés les dará la orden para que lo hagan («dejen de perder tiempo con el borracho y atrapen al autor de la pintada y a su cabecilla, MD»).
Casa del borracho
Hilario vive cerca del cuartel francés de los personajes, en una casa de guarda de una empresa cerámica. La fábrica sigue trabajando (las piezas más exquisitas se llevan a Francia), pero dejan que Hilario viva en un pequeño cuarto adosado por la parte exterior a la fábrica. En teoría es el guarda nocturno de la fábrica, en la práctica es una especie de obra de caridad de los dueños (Hilario fue uno de sus trabajadores y los vapores de las pinturas acabaron debilitando su mente). Podrán conocer la dirección de la casa preguntando a cualquier vecino. Hilario es muy conocido en Manises.
Los personajes descubrirán una casa desordenada, sucia, que huele a orín y a alcohol. La paja del suelo hace tiempo que no se cambia y los platos y la cerámica parecen haber ganado todas las batallas contra el agua y el jabón. La única parte de la casa que está ordenada (y llamará la atención por ello) es un conjunto de baldosas (6) con una imagen de una virgen pintada en ellas. En la esquina inferior derecha de una de ella se puede ver la firma de Hilario (TA Observación). Una vela casi consumida (pero apagada) está junto a la imagen.
No obtendrán nada más de la casa (salvo una infección) y seguramente se vayan de ella sin saber que han visto un retrato de la guerrillera MD. Se enterarán más adelante.
La taberna
Para ir a la taberna, los personajes deberían esperar a que fuera por la tarde, incluso esperar a que sea de noche (si su oficial les permite esperar tanto). Por la mañana «La Luz del Candil» (nombre del local) permanece cerrado. Abren al mediodía para dar comidas y no cierran hasta pasada la medianoche (dependiendo de la clientela presente). Aurora es la mujer Carlos y ambos son los dueños de la taberna. Ella cocina y él atiende las mesas y la barra. No son afrancesados, en el estricto sentido de la palabra, pero tampoco son antifranceses. Carlos (y, en cierta medida, Aurora) son muy pragmáticos. Ellos regentan un negocio y da igual si el dinero es francés, español o inglés. La guerra es mala para el negocio; son mejores las épocas menos convulsas y después de haber sobrevivido casi sin problemas desde 1808 a 1812, no van a tirarlo ahora todo por la borda alineándose con un bando (y menos con el bando perdedor).
El local es bastante agradable. Tiene una barra larga al fondo, con una puerta que da acceso a la cocina (que a su vez tiene una puerta de salida a la calle) y varias mesas repartidas por el centro y los laterales del local. Un enorme pilar sujeta el centro de la sala y a su alrededor hay cuatro jarrones grandes decorados con mucho cuidado. No tienen bebidas, pero Aurora se encarga de poner todos los días flores silvestres en su interior. Su aroma impregna el local y hace que el ambiente sea muy agradable. Junto a la puerta (probablemente no se fijen en ella hasta que estén sentados en el interior y vean a alguien entrar) hay unos azulejos pintados a mano representando a una virgen. Muchos parroquianos (incluso los que no son de Manises) la tocan con respeto al entrar o salir del local (alguno incluso besa sus dedos antes de tocarla y después toca su frente). Además, todas paredes tienen azulejos hasta una altura de un metro que hacen que el local sea fresco en verano y evitan que las sillas estropeen la pintura de la pared.
Si los personajes son amables con los dueños (es decir, se quedan a comer o cenar y pagan sus consumiciones), Carlos será diligente y responderá a las preguntas con naturalidad:
– si le preguntan quien es MD, dirá que no le conoce (lo que es cierto)
– si le preguntan por gente extraña en la localidad, les dirá que sí, que hay un grupo de gente nueva que viene a cenar por las noches
– si le preguntan por Hilario, les dirá que le conocen. Es un pobre borrachín, pero muy querido en el pueblo porque lleva muchos años aquí. A veces le dan algo de vino, pero normalmente ya llega borracho y se lo dan aguado para que no se exceda mucho.
– si le preguntan por el cura, les dirá que es Don Camilo y que es muy buena persona, muy bueno con los feligreses.
– si le preguntan por el autor de la pintada, les dirá que no lo conoce (lo cual es cierto), pero que en el pueblo no hay mucha gente que sepa escribir.
Para conocer a los extraños, los personajes tendrán que esperar hasta la noche. Son un grupo de cuatro personas, tres hombres y una mujer. Los hombres parecen fornidos, pero no zafios. Su andar y su forma de mirar revelan más que sus ropajes (muy normales por otro lado). Uno de ellos leerá y escribirá de forma continua, como si estuviera reseñando algo importante. La mujer guardará silencio en todo momento y mirará al suelo con cierta timidez. Todos comerán y beberán de forma frugal, sin excesos. Si los personajes van vestido de uniforme francés (y salvo que se les haya ocurrido no hacerlo, será lo normal), los extraños les dedicarán miradas a lo largo de la cena y acabada esta se marcharán. Los extraños sólo coincidirán con los personajes una noche. Cuando les vean por primera vez, no volverán a la taberna, aunque los franceses descubrirán, si ponen vigilancia, que Camilo se lleva comida de más todas las noches.
En la taberna, naturalmente, habrá otras personas. Podrán toparse con el cura (Camilo) y con otras personalidades del pueblo (como el alcalde que en vez de pagar, firmará unos vales; es Don Álvaro Martín). Además de diversos parroquianos que van a tomar una jarra de vino antes de ir a sus hogares (a alguno se le verá anotar cosas en pequeñas resmas de papel). La mayoría de asistentes tendrán la cara y la ropa manchada con restos de arcilla, pigmentos de colores o, simplemente, polvos blanco.
Policía
A los personajes se le puede ocurrir ir a hablar con la policía. Su cuartel está en una casa en las afueras cerca del camino que lleva a Cuart de Poblet (Quart de Poblet actualmente). Es una casa pequeña con una vivienda para el alguacil, una sala con un despacho para él y su ayudante y una pequeña celda donde, si se lo cedieron, encontrarán a Hilario aún borracho (le han dado vino para que no incordie mucho).
Mariano de Todos los Santos es el nombre de la autoridad policial manisera y es consciente de la delicada situación en que se encuentran los franceses. Para él es sólo cuestión de tiempo que desaparezcan de su ciudad y lo que está intentando es que lo hagan causando los menores destrozos posibles. En 1808, cuando los primeros alzamientos en la zona, los franceses derribaron algunas casas para construir barricadas. No quiere que eso se repita.
Mariano sabe, perfectamente, quién ha hecho la pintada: uno de los hijos del alcalde, una cabeza loca que no piensa en las consecuencias de sus actos y en lo que puede significar para los demás. Se llama Miguel Martín y se cree el cabecilla de la revuelta. Él y un grupo de tres amigos se han autoproclamado la Junta de Manises y quieren que el pueblo se levante en armas contra los franceses. Lo que ocurre es que el pueblo sabe que no pueden ganar (aún) y saben que tienen una misión más importante (de la que hablaremos luego).
Mariano se mostrará esquivo con los personajes y será parco con la información que les dé. Sin embargo, no forzará tanto la cosa como para enemistarse con los franceses. Si le presionan mucho, no dudará en entregar a alguno de los amigos del hijo del alcalde.
la Iglesia
Don Camilo es el párroco de Manises y es uno de los personajes más queridos y respetados de la localidad. Meterse con Don Camilo es casi seguro que provocará algunos altercados; detenerle o pegarle iniciará una revuelta de todo el pueblo exigiendo la cabeza de los soldados franceses (el mando francés se lo pensará si con ello elimina la revuelta).
Si los personajes van a la iglesia, Don Camilo les recibirá bien. Les tratará como feligreses y les atenderá espiritualmente en todo lo que le pidan. Si le piden información, se acogerá al secreto de confesión (mentirosillo), pero si le preguntan cosas sobre él, no tendrá problemas en contarles su vida. Nacido en Valencia de un padre militar y siendo el quinto de seis hermanos, la carrera monástica fue una vocación y una obligación. No se arrepiente de nada y cuando le destinaron a Manises (hace 15 años) consideró que era un premio a su dedicación a la fe en la ciudad de Valencia a las órdenes de varios sacerdotes, incluso, comentará con cierto orgullo, trabajó con el obispo. Naturalmente, sabe escribir.
El interior de la iglesia de Manises es muy sorprendente (al menos a los personajes les sorprenderá) ya que está alicatado desde el suelo hasta una altura de unos dos metros. Las cerámicas tienen dibujos alegóricos a escenas bíblicas y, naturalmente, los azulejos están fabricados en las cerámicas de la localidad. Si curiosean por la iglesia, encontrarán unos azulejos de gran tamaño y cubriendo una gran superficie con la imagen de una virgen. A sus pies habrá una caja para donativos que pondrá: «Para M. D.» (quizás sea necesaria una TA de observación para darse cuenta de esto). El altar mayor tiene una talla en madera de San Juan Bautista (que es a quién está dedicada la iglesia) dentro de un retablo bastante recargado.
Otra de las características de la Iglesia son unas enormes puertas chapadas de latón. Los franceses sabrán que dichas puertas son intocables. En 1808, al intentar desmontarlas para usarlas como barricadas, 15 franceses murieron y se inició una sangrienta revuelta para ambos bandos. El mando francés aprende de sus errores y no quiere nuevos problemas.
Lo que está pasando
Tus personajes acabarán descubriendo quién es la capitán general M. D., aunque si son jugadores valencianos, quizás lleven sospechándolo algún tiempo. Te contamos lo que está pasando, pero la resolución de la historia queda en manos de los personajes.
Varios regimientos valencianos habían combatido en diversas guerras previas a la Guerra de la Independencia. Algunos de ellos, con el nombre de Regimiento de la Virgen de los Desamparados, habían combatido con honor en dicha guerra y solicitaron para la virgen de la que derivaba su nombre, honores militares. Pasarían casi cien años, pero en 1810, el general Caro, capitán general de Valencia, aceptó la petición del año anterior de las autoridades civiles de dar grado militar a la virgen y la nombró «generalísima» y se la otorgó el fajín de capitán general y el bastón de mando (que lleva la imagen desde entonces).
Cuando las altas instancias eclesiásticas de valencia se enteraron que José I se dirigía a la ciudad en 1812, tuvieron miedo de lo que podría pasar cuando se marchara. Conocían ejemplos de otras ciudades donde las tropas francesas no habían sido muy amables. Entre sus preocupaciones estaba la talla de la Virgen de los Desamparados, uno de los tesoros artísticos de la ciudad, y que también se la conoce como la «Mare de Déu» (Madre de Dios). Temían que su reciente grado militar (al cual habían dado mucha publicidad en años anteriores) la perjudicara. No tenían mucho tiempo, así que escondieron los tesoros valencianos en diversos lugares y a la talla de la virgen le tocó Manises. No es extraño, el párroco Camilo era conocido de muchos de ellos y sabían que era una persona de total confianza. Además, Manises estaba lo suficientemente cerca de Valencia para que diera tiempo a hacer el traslado de forma discreta y lo suficientemente lejos para que no la buscaran allí. Un oficial, dos soldados y una monja fueron enviados al pueblo para salvaguardar el traslado y la estancia. [Nota: sí, son los extraños de la taberna].
En esta trama están involucrados el párroco, el alguacil y el alcalde, pero Manises es una ciudad pequeña y mucha gente ha acabado enterándose de que la capitán general de todos los ejércitos está escondida en su ciudad, aunque sólo siete personas saben dónde (las tres autoridades anteriores y los cuatro extraños de la taberna).
Los personajes podrán enterarse de la existencia de una virgen llamada la «Mare de Déu» de muchas maneras. Hay imágenes suyas en la taberna, en la casa de Hilario y en la iglesia. Cualquier parroquiano les dirá quién es la Mare de Déu y si preguntan, les dirán que se escribe MD en abreviatura (por ejemplo, en la iglesia). Incluso podrán enterarse que tiene honores militares y que es considerada capitán general de todos los ejércitos [Esto no les sonará tan raro porque la Virgen del Pilar de Zaragoza tiene honores similares]. Si le cuentan todo esto a su oficial, sonreirá, les ordenará que borren la pintada y que se olviden del asunto (lo atribuirá a una chiquillada local y no andará muy desencaminado).
Por otro lado, los personajes podrán seguir a los extraños de la taberna (o a Camilo) hasta una pequeña capilla situada en una calle cercana al río Turia. Se trata de la Capilla de San Antonio, una edificación muy pequeña de apenas unos 10 metros cuadrados en su interior. La puerta está cerrada con llave, pero si los personajes la fuerzan o esperan a que entre alguien descubrirán en el interior a los extraños del pueblo (tres hombres y una mujer) y una talla de una virgen en un improvisado altar. Es posible que la mujer esté de rodillas ante ella, pero los hombres estarán junto a la puerta y según les vean desenfundarán sus armas: tres espadas de caballería (habilidades 20 el oficial y 17 los soldados) y una pistola corta (el oficial, hab: 17).
Durante unos segundos dudarán, pero si alguno señala o comenta algo sobre la virgen (del tipo: «ahí está, la hemos encontrado«), atacarán y si entran en la capilla, también atacarán. Se supone que los personajes serán más numerosos y acabarán con la guardia de la virgen, pero la monja aprovechará la confusión para escabullirse (hay una segunda puerta que da a una calle cercana) y antes de que acabe la pelea, Camilo sabrá lo que ha ocurrido.
Si los personajes deciden llevarse la virgen al cuartel francés, este será atacado por una muchedumbre armada con todo tipo de armas (desde trabucos a martillos de carpintero). ¡Una revuelta en toda regla! Justo lo que querían evitar.
Si dejan la virgen donde está y se van a informar a su oficial, la virgen y los cadáveres desaparecerán. Si dejan a alguno de guardia, también desaparecerá (lo sentimos por el personaje). La virgen habrá sido trasladada a una nueva ubicación, aún en Manises, pero se habrá evitado la revuelta. Cualquier intento de buscar la virgen o al asesino del francés que quedara custodiándola, podría provocar una nueva revuelta. El oficial se contentará con detener a Hilario y acusarle del asesinato. La gente le recordará como un héroe y en el futuro una calle llevara su nombre: Don Hilario aunque pocos sabrán porqué.
Si los personajes se quedan con la virgen, mientras uno de ellos va a informar, en la capilla se presentará un montón de gente con los ánimos encendidos. El alcalde será su portavoz, pero Don Camilo y el alguacil también estará presente. Intentarán negociar con los PJ para que les devuelvan la talla, pero si no la consiguen (o el alcalde sospecha que están perdiendo tiempo a la espera de refuerzos), entrarán a por ella. ¡Una revuelta, pero lejos de su cuartel!