Número: 196. 4ª época. Año XXI ISSN: 1989-6289
La llegada de tropas británicas para luchar contra las de napoleón provocó un conflicto monetario que no se normalizaría hasta 1813, aunque, en realidad, nunca llegó a resolverse. Los soldados británicos llevaban (o cobraban aquí) dinero británico y los cambios nunca estaban claros. En la zona controlada por los franceses, la moneda británica no era válida (además de un peligro para su portavoz que lo señalaba como traidor), pero en la zona controlada por las Juntas, no había un equivalente oficial porque pasaría algún tiempo hasta que tuvieran la capacidad de establecer un sistema de monedas propio.
En un decreto de 1811, el gobierno de las Juntas admitió el uso de las monedas francesas (del rey usurpador las llamaban) como monedas de circulación. Una medida necesaria ante la incapacidad de acuñar su moneda propia y que da testigo de las dificultades monetarias de la Junta Central.
Una dificultad fue que el sistema de fraccionamiento de la moneda británica no era nada intuitivo. La dificultad era tan grande que algunas autoridades emitieron panfletos explicando los diferentes tipos de cambio. La guinea y el soberano equivalían a 21 chelines (también conocidos en España como sueldos). Cada libra equivalía a 20 chelines (explicar por qué coexistían libras y guineas sería arduo). Cada chelín eran 12 peniques (también conocidos en España como dineros). Para complicar el tema, había algunas monedas fraccionarias adicionales: el medio (10 peniques y 6 chelines, o medio soberano), la corona (5 chelines o cuarto de libra), la media (2 chelines y 6 peniques, en realidad dos chelines y medio) y el medio chelín (6 peniques). No es de extrañar que los pobres comerciantes españoles de la zona no controlada por Napoleón se volvieran un poco locos (tampoco envidiaban mucho a sus colegas de la zona francesa, ver http://www.edsombra.com/index.asp?cod=19364).
La guinea y el soberano no eran la misma moneda con dos nombres, sino dos monedas diferentes con el mismo valor. El soberano era anterior y estaba ya casi en desuso. Después de las guerras napoleónicas se volvería a acuñar otro soberano, pero era diferente a este.
Hasta 1813 no hubo un cambio oficial de la moneda británica por la española (o españolas más correctamente). En dicho año se promulga el decreto CCLXVI que permite dicho cambio y establece que una guinea equivalga a 93 reales y 12 maravedíes (poco más de 30 francos franceses). En teoría, antes del decreto, no se podía cambiar la moneda porque este es el que autoriza su uso y el propio decreto determinaba que la moneda solo se podría utilizar durante un año (hasta 1914) y que luego se retiraría de la circulación al precio establecido (aquellos que acapararán moneda británica perderían dinero con la inflación). La realidad es que la moneda británica se utilizó antes del decreto (a cambios fijados por los cambistas locales y muy fluctuantes) y se mantuvo un tiempo después, aunque el cambio fijo y la salida de los británicos tras la derrota de Napoleón, la hizo desaparecer rápido.