Número: 87. 4ª época. Año XXI ISSN: 1989-6289
A pesar de lo que normalmente se cree, la danza de la lluvia que algunos chamanes practican en los grakin no tiene como objetivo provocar la lluvia. Este es un pensamiento bastante simple de la complejidad del mundo espiritual de Pangea. Una época de fuerte sequía es un signo inequívoco de que el Wukran está venciendo a los espíritus de la Taga que cuida de las cosechas y de que la tierra de sus frutos. En esas épocas, los chamanes realizan la danza de la lluvia para reforzar el espíritu de aquellos que luchan contra el Wukran. Se dice que cuando llueve tras la danza, y no es necesario que esto ocurra, es que los espíritus de los chamanes anteriores están descendiendo sobre la tierra y uniéndose a la lucha contra el enemigo de la Taga. Cuando la lucha termine, se alzarán en forma de majestuosas nubes blancas y ocuparan de nuevo su sitio, vigilantes en los cielos.
En la danza de la lluvia hay dos grupos. El primero, el menos numeroso, son los llamadores. El Primer Llamador golpea rítmicamente un tambor hecho con la piel de un muflón blanco sacrificado siguiendo unos estrictos rituales y la madera hueca de un árbol. Normalmente, el aprendiz más aventajado del chamán es el encargado de golpear este llamador. Le acompañan otros llamadores, generalmente los jóvenes, pero a los que aún no se considera adultos (aún no han cazado ninguna pieza).
El segundo grupo está formado por los convocadores y el Primer Convocador es propio chamán. Lo que hace es ejecutar una danza muy sencilla y cadenciosa. Echa un paso hacia atrás con un pie, se agacha ligeramente y lo avanza por delante de su primera posición; repite el proceso con el otro pie y así va avanzando siguiendo un recorrido aparentemente errático pero que en realidad, va dibujando un extraño dibujo en el suelo (el dibujo varía de unas tribus o grakines a otro y ningún chamán ha explicado si significa algo o si es importante para el ritual). Los aprendices repiten lo aprendido y el dibujo va pasando de generación en generación.
Poco a poco, otros llamadores, varones o hembras y de cualquier raza, se van uniendo a la danza del chamán, imitando sus movimientos y repitiendo su recorrido a poca distancia. No hay ninguna norma de cuando se puede unir un llamador al ritual, pero si lo hace, no puede abandonarlo. Si lo hiciera, por cansancio o torpeza, el chamán podría llegar a desterrarlo del grakin y el ritual, naturalmente, quedaría arruinado.
Aunque no es necesario, muchos llamadores adornan sus ropas con plumas que simbolizan a los espíritus del aire que están convocando. Los convocadores, sin embargo, adornan sus cuellos con collares de conchas, colmillos y demás elementos de los animales de superficie, pues a ellos es a los que convocan con sus tambores.
La danza de la lluvia finaliza cuando el chaman se detiene, simbolizando que los espíritus han escuchado sus suplicas. Normalmente una danza de la lluvia puede durar varios puños, pero se han dado casos de danzas especialmente largas, incluso días, con todo el grakin danzando al ritmo constante de sordos tambores, un sonido que atemorizaría al propio Wukran.
Tras realizar una danza de la lluvia, el chaman y sus aprendices quedarán bastante debilitados y su brillo místico será como un faro a los kiva durante un par de días. Cualquier chamán que intentará un ritual en esas circunstancias, sería objeto de un ataque de estas perversas criaturas con casi total seguridad. Afortunadamente, la danza de la lluvia suele traer lluvia y, además, la protección de los alrededores de la malévola influencia del Wukran durante algunas drumas.