Número: 87. 4ª época. Año XXI ISSN: 1989-6289
Parece increíble que en plena recesión y en plena crisis financiera y laboral, cuando todos los analistas señalan a la burbuja inmobiliaria como la causante de estos estragos, una empresa promotora se haya abierto camino en el difícil mercado de Cunia. Se puede rastrear el origen de la empresa hasta 1982 cuando Alberto Rojas, con el capital obtenido con su desempleo abrió una pequeña empresa unipersonal de reformas y pequeños arreglos a domicilio. La empresa creció ligeramente en los siguientes años llegando a tener 20 operarios en nómina y trabajando directamente para grandes empresas de Cunia. Los operarios de Construcciones Rojas se distinguían por su buena calidad laboral y acababan trabajando en las obras y construcciones de mayor nivel de la ciudad. Se dice, por ejemplo, que son los responsables de la formidable piscina que puede verse en el jardín de la residencia de Don Víctor.
A principio de siglo, un poco antes de que la crisis del ladrillo golpeara a la ciudad de Cunia, Alberto Rojas vendió el 99% de su empresa a un inversor extranjero. Su nombre no era conocido en ese momento, pero se sabía que procedía de los nuevos capitales del este que buscaban una forma de introducirse en Europa. La venta de las acciones fue muy interesante para el señor Rojas quien desde entonces vive retirado del mundo laboral.
Bajo el nuevo accionista, la empresa prosperó y amplió sus especialidades laborales. Ya no se dedicaba sólo a la construcción de elementos de lujo, sino que ahora promovía y construía las casas enteras. Su negocio prosperó gracias a las viviendas unifamiliares de diseño exclusivo, con un gran toque de distinción y unos acabados de ensueño. Dentro del mercado inmobiliario se empezó a hablar de un "Rojas" como una marca de estilo, o un objeto de arte arquitectónico.
La empresa tuvo el acierto de no crecer en exceso sino que se mantuvo siempre con una plantilla pequeña, unos 25, que fue, eso sí, renovando poco a poco mientras los antiguos empleados de la empresa original iban aceptando una jugosa jubilación anticipada. Actualmente, la mayoría de sus trabajadores proceden de países del este como Ucrania, Moldavia o Bielorrusia, pero la empresa no ha perdido ni un ápice del estilo de sus viejos tiempos. Esta exclusividad y el tamaño reducido es lo que ha permitido a Construcciones Rojas sobrevivir a la crisis económica e, incluso reforzarse porque con tres o cuatro actuaciones al año es capaz de mantener o obtener unos beneficios muy interesantes.
El nuevo propietario de construcciones Rojas es un tipo taciturno, algo serio, pero con una mirada inteligente es sus ojos. No parece un constructor sino, más bien, un artista con sus grandes cejas pobladas y su pelo revuelto. Quienes han tenido trato con él aseguran que Ger Landov es un economista genial y mantiene en su cerebro todos los datos de su empresa con una precisión que asusta. Es arquitecto y diseña e interviene personalmente en todos los proyectos de Construcciones Rojas.
La historia de Landov es un poco más oscura de lo que la gente quiere creer. Era un ex-agente de la KGB donde le enseñaron, entre otras cosas, muchas técnicas mentales para memorizar y retener datos. Era una especie de fotocopiadora humana capaz de recordar los detalles más insignificantes de una cosa que veía en apenas pocos segundos. Tras la ruptura del telón de acero y la disolución de la Unión Soviética, Landov se quedó sin trabajo, pero sus aptitudes y sus conocimientos no tardaron en abrirle el camino hacia la ciudad de Cunia.
Construcciones Rojas es una tapadera de la mafia rusa en la ciudad de Cunia. Su trabajo es bastante bueno y sus oficios arquitectónicos están más allá de toda duda, por eso es tan buena tapadera. Ger Landov es uno de los subordinados de Ivanna Olgarova y los trabajadores de la empresa son de origen ruso, aunque nunca se presentan como tales, para los habitantes de Cunia es bastante difícil distinguir entre el acento eslavo de un ucraniano y el de un ruso. Modificar su origen es una forma de despistar a hipotéticos investigadores.
Utilizan la empresa como tapadera para una amplia variedad de delitos, desde el blanqueo de dinero (muchas obras tienen contabilidades algo imaginativas), el tráfico de sustancias prohibidas (nadie pone en duda los albaranes de importación de materiales de lujo para la construcción), o los simples hurtos mediante el método del butrón (las herramientas para la construcción tienen esta doble funcionalidad).
Además, Construcciones Rojas tiene una segunda función. A nadie se le escapa que reformar la casa de un político o la de algún poder local de la ciudad a precios asequibles es una buena forma de ganar favores hacia el futuro. Es posible que Construcciones Rojas sólo sea la punta de lanza de una organización más compleja que, en este momento, se está creando en la ciudad.