Número: 45. 4ª época. Año XXI ISSN: 1989-6289
El torturador pensó un instante en otros tiempos más felices, cuando todavía era un prestigioso cirujano plástico en un importante hospital del núcleo galáctico. Antes de cometer aquel "desliz" que, tras un largo proceso judicial, le había llevado al corredor de la muerte. Antes de que le eligiesen para formar parte de la Unidad Sombra...
Apartó esos pensamientos y miró a su ayudante tyrano con una mueca de contrariedad. Después, dirigió sus ojos hacia la masa sanguinolenta y supurante que, hasta dos días antes, había sido un ser humano.
Pensó que a él no podían culparle de nada. No, él había hecho bien su trabajo; no en vano era uno de los mejores, capaz de mantener vivo a un prisionero durante meses si era necesario. "¡Demonios!" - pensó en un súbito acceso de rabia, él ostentaba el récord de veces que alguien había sido capaz de provocarle a un prisionero una parada cardiaca para después devolverlo a la vida y volver a empezar.
Y sin embargo el humano se había negado a hablar con una determinación admirable. No había cedido ante las amenazas, las drogas ni el dolor. Ni siquiera se había doblegado cuando le arrancaron los dientes uno a uno, ni cuando le habían derretido los globos oculares con un pirograbador láser. Incluso las exploraciones psiónicas de su ayudante habían fracasado al tratar de doblegar la voluntad del prisionero.
- Es inútil, así no vamos a conseguir absolutamente nada - le dijo a su ayudante con voz cansada mientras arrojaba el escalpelo ensangrentado a una palangana -. Llama al jefe y dile que traiga a ese monstruo...
¿Qué es un lee? Según el último Estudio quinquenal sobre razas impopulares llevado a cabo por el IFE (Instituto Federal de Estadística) el 97,2% de los ciudadanos encuestados lo desconoce. Y sin embargo, hubo un tiempo en que fueron considerados una terrible amenaza para los habitantes de la República y su nombre era odiado y temido por igual en todo el brazo Homo de la galaxia.
El Museo de Razas Extintas de Vettera dedica una de sus salas más grandes a los lee, una de las razas galácticas más avanzadas y temidas de la que jamás se haya tenido noticia. Los lee eran una raza oriunda del sistema ahora conocido como sistema Lee, en el sector Derea (R.F.P.). El mundo natal de los lee era viejo, muy viejo, tal y como suele ser el caso de los planetas pertenecientes a un sistema solar situado en el extremo de un brazo espacial.
Los lee eran una especie de humanoides extraordinariamente parecidos a los humanos o los tyranos, lo que en su día dio pábulo a la idea de que podría tratarse de descendientes de los habitantes del planeta original de la humanidad. Sin embargo, los estudios realizados por el equipo de investigadores dirigido por el prestigioso catedrático de Prehistoria de los Años Oscuros Jesús Ferfhil, han sentenciado que sin ningún género de dudas se trataba de un caso de evolución paralela, fruto únicamente de la casualidad biológica. Por su parte, los historiadores y xenólogos tyranos han apelado tradicionalmente a la carencia de evidencias científicas, en cualquiera de los sentidos, para evitar pronunciarse al respecto.
A pesar de sus similitudes con los humanos y los tyranos, los lee eran generalmente más corpulentos que las dos razas anteriores, con una constitución atlética y una musculatura poderosa. Tenían la piel extremadamente pálida, a través de la cual podían verse los vasos capilares, y carecían por completo de vello corporal. Sus pupilas eran generalmente de color amarillento, sus orejas eran puntiagudas, sus dientes uniformes y ligeramente afilados, y su lengua era larga, bífida y de un oscuro tono azulado. La vista de los lee no era tan precisa como la de los humanos ya que solamente podían ver una limitada gama de unos 250 colores, pero a cambio estaban dotados de una excelente visión binocular que les permitía calcular distancias con gran exactitud. También eran una especie con un alto grado de potencial psiónico y poseían un nivel tecnológico muy avanzado, al menos un siglo por delante de la tecnología humana del momento. Todo esto les dotaba una imagen peculiar y siniestra que pronto quedaría impresa en el inconsciente colectivo de los ciudadanos de la República.
Lamentablemente para ellos, a pesar de ser una especie muy longeva (pues llegaban a vivir casi trescientos años), los lee gozaban de una tasa de natalidad muy baja, por lo que su número nunca fue excesivamente grande. Algo que por cierto celebraron todas las razas que se encontraron con ellos.
Esta especie que tanto bien podía haber aportado al conjunto de la comunidad galáctica y en especial a la R.F.P., carecía sin embargo de cualquier factor psicológico que pudiera haber sido confundido con una emoción. Los lee eran una especie 100% racional en cuyos esquemas mentales la emoción no tenía cabida. Todo esto, que en otras circunstancias no hubiera debido tener consecuencias graves, da un giro siniestro cuando a la ecuación se añade el hecho de que todos los lee eran empatas naturales, capaces de sentir lo que sentían los demás mediante el uso de un poder al que los científicos humanos denominaron Psiognosis.
La psiognosis era un poder psiónico que, al igual que el sen de los tyranos, todos los lee poseían de manera natural y que hasta ahora ninguna otra especie ha sido capaz de replicar. La psiognosis les permitía explorar la memoria de otros individuos para conocer sus recuerdos, haciendo que la "víctima" reviviera momentos determinados de su pasado y ambos compartieran la vivencia. Paradójicamente, la combinación de su mentalidad puramente racional con la psiognosis, factores que les habían permitido avanzar en la carrera tecnológica muchísimo más rápido que a otras especies, serían también la causa de su caída.
Cuando un lee empleaba su poder sobre otro lee, se producía un simple trasvase de ideas y experiencias que les permitía trabajar de manera extremadamente coordinada y eficiente. Sin embargo, las cosas se torcieron cuando una nave de exploración lee se topó con un pequeño planeta habitado por la primera raza inteligente que encontraban...
En realidad fue un acto inocente, sin propósito de causar mal alguno. En su tentativa de comunicarse con uno de los caudillos de los nativos, una raza de homínidos acuáticos todavía en un estado primitivo de desarrollo, uno de los exploradores lee empleó su poder de psiognosis en un intento de aprender su tosco lenguaje. Inmediatamente, el lee se vio desbordado por el incontenible torrente formado por las emociones del nativo, algo que nunca antes había sentido nadie de su raza. Para él fue como si le inyectasen una excitante droga mental. A partir de ese momento no fue capaz de detenerse, atacando a varios nativos para "beber sus recuerdos" antes de regresar a su nave. Allí compartió sus experiencias con sus compañeros de expedición, y cuando éstos leyeron en su mente sus experiencias quedaron a su vez "infectadas" de las emociones que había sentido, por lo que desearon experimentarlas directamente de la fuente original (los nativos). Lo lamentable era que la experiencia de sentir todas las emociones de su vida concentradas en apenas unos instantes enloquecía irremediablemente a las víctimas de los lee, dejándolos convertidos en idiotas babeantes incapaces de emprender cualquier acción durante el resto de su lamentable vida. Pero a los lee ya no les importaba nada que no fuera devorar más y más recuerdos emocionantes. Durante las siguientes semanas el grupo de exploradores lee violaron las mentes de docenas de nativos antes de que éstos les obligaran a huir del planeta.
El explorador lee se dispone a usar su psiognosis con el caudillo indígena.
Cuando por fin volvieron a su hogar, el "virus psiónico" se extendió imparablemente de individuo a individuo, convirtiendo a toda la raza en monstruos ávidos de emociones, capaces de hacer cualquier cosa por experimentarlas. Cualquier cosa.
Regresaron en masa al planeta habitado por los primitivos y durante décadas los cazaron uno a uno, hasta que devoraron la mente del último de ellos. Después, se lanzaron al espacio en busca de más planetas habitados y más víctimas... Y los encontraron.
Durante cientos de años surcaron el espacio, devorando planeta tras planeta y raza tras raza. Encontraron a los zeganos, a los koba y a los gotedi, especies que incluso habían iniciado la revolución industrial, descubierto la energía basada en combustibles fósiles o incluso la energía atómica. Y a todos los exterminaron casi hasta el último individuo. Siete especies inteligentes ya habían sido aniquiladas cuando en el año 1.601 C. la primera nave humana se encontró con los lee. Se trataba de la RFP Cenital, una nave de exploración patrocinada por el Departamento de Cartografía Galáctica de la Universidad de Vettera. Afortunadamente para los exploradores humanos la estricta aplicación del Protocolo Cuesta les salvó la vida. Lograron evitar un improvisado intento de abordaje (para el que la nave lee tampoco estaba realmente preparada) y huir. A su regreso y tras redactar un detallado informe sobre el incidente, lo remitieron a la Secretaría Técnica del Departamento Cartográfico de la Universidad, con el objetivo de que a su vez fuera remitido las autoridades militares.
Sin embargo, debido a un error administrativo el informe sobre dicho incidente quedó enterrado entre los aluviones de ellos que en esos primeros días de la 2ª Expansión inundaban el Departamento. A partir del 1.615 C. se dieron nuevos bríos a la exploración del extremo del brazo Homo, con una nueva oleada de naves patrocinadas mayoritariamente por corporaciones comerciales y otras entidades privadas. Una significativa minoría de ellas nunca regresó, por lo que esta remota región del espacio comenzó a adquirir cierta fama de peligrosa entre los exploradores.
En el 1.627 C. otra nave consiguió huir del ataque de los lee en el sector Jonigo. A su regreso, los registros acerca de su atacante y la oportuna reaparición del informe traspapelado veinte años antes hicieron que el alto mando republicano tomase mayor interés en el asunto; querían saber a quién pertenecía esa extraña nave de diseño tan avanzado y si constituía una amenaza similar al antiguo Imperio Veddio. Al año siguiente se envió a un grupo de combate compuesto por seis pequeñas naves pertenecientes a la Flota planetaria de Vettera (aún no existía la Armada Federal) con la misión de explorar la zona del espacio en donde había tenido lugar el ataque.
A su llegada a Jonigo el grupo de naves se separó para cubrir más espacio. Una de ellas, la RFP Tepes, investigó el actual sistema Emdawe, en donde descubrió un puesto de avanzada lee, una pequeña colonia desde la que exploraban los sistemas cercanos en busca de especies inteligentes. Inicialmente los exploradores humanos se decantaron por permanecer a la expectativa, limitándose a recabar información mediante sus sensores de larga distancia. Cuando eso no bastó, transmitieron toda la información que habían reunido a las demás naves de la flotilla y procedieron a dar a conocer su presencia a los alienígenas. Fue un error, la realidad es que su presencia ya había sido detectada por los lee, y que éstos solamente estaban esperando el momento apropiado para capturarlos con vida. En cuanto la Tepes entró en la atmósfera tres naves lee surgieron del subespacio en las cercanías del planeta, evitando que ésta pudiera huir. En ese momento los exploradores humanos recibieron una transmisión tranquilizadora procedente de la colonia, un mensaje de paz y buenas intenciones. Lo que resultaba intranquilizador era que el mensaje estaba en el idioma de Vettera...
El instinto del oficial al mando de la nave de exploración le hizo sospechar que algo iba mal, así que ordenó dar media vuelta inmediatamente. Al llegar a la órbita se encontró con las naves lee, con las que entabló un combate desigual mientras intentaba adquirir velocidad de escape. Tras un intenso intercambio de disparos la Tepes recibió varios impactos que inutilizaron los motores, tras lo que quedó inerte. Dos de las naves lee iniciaron una maniobra de abordaje, pero en ese momento surgió desde el subespacio la RFP Wayne, otra de las naves de la fuerza exploradora vetterana. Sorprendidas mientras se acoplaban al costado de la Tepes, una de las naves lee recibió daños importantes mientras que la otra era obligada a abortar el abordaje. Mientras la Wayne se enfrentaba a la nave lee restante, en el interior de la Tepes la tripulación libró una dura batalla contra los atacantes, quienes jamás se habían encontrado con una defensa tan enconada por parte de una presa. Finalmente, las dos naves humanas resultaron inutilizadas y sus tripulaciones capturadas, pero no antes de haber acabado con dos de las naves lee y haber enviado una señal de auxilio al resto de la flotilla. Así terminó la llamada Batalla de Emdawe, la primera del sangriento conflicto entre la R.F.P. y los lee.
Durante las siguientes décadas la R.F.P. se enfrentó con los lee sin obtener un éxito definitivo. A pesar de que la ventaja tecnológica estaba ligeramente de parte de los lee, el número de efectivos militares humanos era mucho mayor. La situación de tablas tácticas se mantuvo durante casi quince años, con una media de un 56,4% de victorias anuales a favor del bando lee, que iba desgastando poco a poco a las fuerzas republicanas. En el año 1.642 C., un informe presentado ante el Senado dictaminó que el factor que estaba decantando lentamente la guerra a favor de los lee era sin duda la ventaja táctica que suponía el uso de sus habilidades psiónicas. Una comisión del senado se puso inmediatamente a trabajar en el tema y llegaron a la escasamente sorpresiva conclusión de que para equilibrar las tornas la R.F.P. necesitaba incorporar más psiónicos a sus fuerzas.
A pesar de que cien años antes la 1ª Enmienda había modificado la declaración de Vettera para permitir la incorporación de planetas no humanos a la R.F.P., en la práctica estos planetas eran todavía muy escasos, y aún no poseían un verdadero peso político en el seno de la República. Los veddios, recientemente admitidos como ciudadanos de pleno derecho, no poseían dotes psíquicas especialmente potentes y generalmente no cooperaban de buen grado con las fuerzas armadas humanas. En esa época eran muy pocos los no humanos que se alistaban voluntariamente en las fuerzas militares republicanas, y menos aún los psiónicos poderosos. Los escasos humanos con habilidades psíquicas no podían competir con el poder de los lee, y además eran considerados demasiado valiosos como para arriesgar sus vidas en el frente de batalla como si fueran soldados ordinarios. Era necesario buscar otra solución.
Paradójicamente, fue el senador ultraconservador Melquíades Crowley quien propuso la idea: buscar una especie bien dotada psiónicamente y asimilarla a la República. La idea, que inicialmente fue frontalmente rechazada por los senadores liberales (que veían con malos ojos esta flagrante instrumentalización de una especie inteligente), finalmente fue aprobada cuando resultó evidente que la solución había estado delante de sus ojos durante todo el tiempo.
Los úkaros llevaban siglos formando parte de la sociedad republicana, casi siempre en calidad de esclavos. Descubiertos hacía siglos por unidades de exploración con base en la actual Baronía Hassel, habían sido presa fácil para los tratantes de seres inteligentes, en especial de los esclavistas marbagán, que los habían vendido en gran número a los planetas de la R.F.P. en donde estaba la esclavitud era legal. Desde allí se habían extendido poco a poco, y ahora podían encontrarse úkaros a lo largo y ancho de todo el territorio de la República, casi siempre realizando trabajos marginales o como mano de obra no cualificada (en este momento todavía se desconocían sus excepcionales habilidades como tecnos).
Tras realizar una consulta con los gobiernos locales de los mundos en donde la esclavitud era legal, se ofrecieron a estos planetas generosas compensaciones económicas a cambio de que promulgaran leyes de manumisión para los esclavos úkaros, pero solamente en el caso de que éstos estuvieran dispuestos a alistarse en la flota planetaria y combatir en el frente lee hasta el final de la contienda. A cambio, los esclavos úkaros no solamente recibirían la libertad para ellos y sus familias, sino también tierras en los planetas habitables de los sectores fronterizos del brazo Homo. Casi todos, tanto los gobiernos de los mundos esclavistas como los esclavos úkaros, aceptaron la beneficiosa propuesta.
Así, en el plazo de dos años se reclutó a varios millones de esclavos úkaros, que recibieron adiestramiento militar de manos de sus antiguos amos ahora convertidos en sus oficiales al mando. Los denominados "batallones de voluntarios úkaros" (conocidos entre el resto de la tropa como "batallones atascaduchas") entraron por primera vez en combate en el año 1.645 C., desbordando las líneas lee en todos los frentes planetarios.
En el plazo de ocho años los voluntarios úkaros hicieron retroceder implacablemente a las fuerzas enemigas. Cada vez que tomaban un planeta que había estado originalmente habitado por una especie inteligente y cada vez que encontraban un nuevo campo de prisioneros de guerra, también se descubrían las atrocidades cometidas por los lee. Literalmente encontraron millones de individuos cuya mente había sido devorada por el insaciable ansia que los poseía. Pronto, las portadas de todos los informativos republicanos, incluso los que habían sido más críticos con la guerra, comenzaron a hacerse eco de estos hechos y a llamar a los lee los "devoradores de recuerdos", lo que durante una década los convirtió en la especie más odiada de la República, superando en varios puntos incluso a los veddios (hay que recordar que aún no se conocía ni a los N:TN ni a los verrianos, a excepción de algunas leves referencias sobre la lejana Martia).
Para muchos ciudadanos, los lee se convirtieron en la personificación del mal, y la población de la R.F.P. se alzó como una sola para asumir su deber de erradicar de la galaxia ese mal.
Finalmente, los lee fueron arrinconados en los dos planetas de su sistema natal, los últimos bastiones en donde dispusieron una enconada defensa. No se les ofreció cuartel. Las defensas planetarias fueron finalmente aplastadas por una de las flotas más grandes que se hubiera reunido hasta la fecha. La población lee, millones de militares y civiles por igual, fueron masacrados inclementemente por los bombardeos orbitales realizados con armas de destrucción masiva. Algunos historiadores sostienen que incluso se emplearon armas biológicas prohibidas que arrasaron toda la vida del planeta. Todo lo necesario para asegurarse de que aquel cáncer era extirpado de la faz de la galaxia. Simultáneamente a la batalla, todos los prisioneros de guerra lee, todos ellos considerados no redimibles por los especialistas militares, fueron sumariamente ejecutados en cientos de campos de prisioneros. Pocas voces se alzaron para protestar, y las que se atrevieron a hacerlo fueron acalladas por las evidencias de los terribles actos que los lee habían cometido.
Tras el fin de la guerra, el Senado de la R.F.P. cumplió el compromiso adquirido con los libertos úkaros. Se repartieron lotes de tierras en los planetas capturados a los lee, incluso en aquellos en los que aún pervivían miembros de la especie indígena. Durante las siguientes décadas se produjo un éxodo masivo de familias úkaras con destino a la frontera del brazo Homo. De hecho, durante un tiempo algunos senadores temieron que los úkaros pudieran intentar secesionarse de la R.F.P. y constituirse en un estado independiente, sin embargo eso nunca ocurrió; en general los úkaros se sentían muy a gusto en la nueva República que les daba la bienvenida como ciudadanos libres y de pleno derecho. Se establecieron en su nuevo hogar, formaron familias y crearon gobiernos. Hoy en día, casi dos mil años después, el extremo del brazo Homo sigue concentrando a la inmensa mayoría de la población úkara de la R.F.P., cuya cultura han asumido como propia.
Respecto a los lee, tras la guerra durante un tiempo continuaron aparecieron algunas naves y colonias aisladas que fueron implacablemente exterminadas, así como individuos solitarios o pequeños grupos de refugiados que trataban de huir hacia el territorio de la Federación. Sin embargo, la imposibilidad de controlar sus irrefrenables tendencias vampíricas hacía muy complicado que lograsen ocultarse durante mucho tiempo, y poco a poco los lee supervivientes fueron siendo descubiertos y cazados uno a uno por las fuerzas policiales o los cazarrecompensas profesionales. Con el paso de las décadas los avistamientos de individuos lee fueron cada vez menos numerosos, y hoy en día se les considera una especie extinta. De hecho, la última recompensa por un lee fue cobrada hace ochocientos años.
Teóricamente, sería perfectamente posible que en actualidad todavía existiera alguna colonia lee aislada en algún planeta lejano y desconocido, pero tal posibilidad es bastante remota. En la actualidad se considera a los lee poco más que monstruos de leyenda. Sin embargo, la escala de sus atrocidades hizo posible que calasen en el inconsciente colectivo de la población refepera. Muchas leyendas urbanas sobre "vampiros mentales" se remontan a la guerra Lee, y han sido tradicionalmente la premisa argumental de numerosos holofilms de terror de bajo presupuesto. Por desgracia, al menos en parte los lee también son responsables de la mala fama que tienen los individuos psiónicos en muchos de los planetas humanos.