Editorial

La semana previa a la revista es como una carrera pedestre de esas que haces cientos de kilómetros por caminos de montaña diseñados por una cabra. No sabes por qué te apuntaste, ni siquiera recuerdas haberlo hecho, pero tus piernas se pasan una a otra como si envidiaran que la otra fuera primero. Cuando aún quedan unos días compruebas que te faltan muchos artículos y sientes como si la senda se empinara; es un repecho, piensas, y crees que no vas a llegar - ¡imposible superarlo! - y entonces te das cuenta que no vas solo, que otros corredores están ahí y te dan relevos y entre todos pasas la cuesta. No corremos por llegar hasta el final, ni por ganar, ni por el paisaje; a veces creo que corremos por que si nos paráramos en medio de las montañas no sabríamos cómo llegar a casa, pero no, corremos porque nos gusta. Y así, aunque los espectadores piensan que has llegado a la meta fácilmente, acabas, sonríes, respiras entrecortadamente y alguien te pasa una bebida isotónica.

Y esa cerveza de la Victoria sabe mejor que nunca y eso es suficiente...