Número: 134. 4ª época. Año XXI ISSN: 1989-6289
Una vez ubicado en su alojamiento el verdadero agente de la Junta, los miembros de la Hermandad se encontraron con un dilema. ¿Quién era el que llegó antes y se hacía llamar Bowfield? ¿Quizás un espía francés o un espía de Fernando? ¿Y qué interés tenía en conocer las cuitas de un pueblo o de unas gentes como ellos?
- Haciendo preguntas no vamos a atrapar a ese mala madre que quería regalar Baleares. Debisteis dejar que lo rajara cuando lo intenté- resolvió Chaparro las cuestiones.
Los tres hicieron acomodo en la silla de sus caballos y sin mención al jefe, al verdadero agente ni a nadie que pudiera haberles entretenido partieron hacia el norte siguiendo el camino del gañán. Sus huellas parecían claras, pero a las pocas horas, él y su montura se desviaron al oeste, lo que motivo un comentario ácido de Chaparro:
- Francés.
El camino era tortuoso, a menudo debían desmontar, pero las huellas de su perseguido seguían claras y avanzaba con prisa. Quizás llegaba tarde a un encuentro. Una hora más de tortuoso sendero les lleva a una vereda, flanqueada por altos álamos y robles, que entre sombras engañosas va acercándose a un río. Allí ven a un caballo embridado y a sus pies, sin que la montura le haga ningún caso, a su perseguido. Un agujero de bala mancha su impecable ropa noble y su cara ha palidecido con los rigores de la muerte.
- ¡Qué se nos han adelantao! -se lamenta Chaparro- ¡Vive Dios que como les pille!
Oyen el arrullo de una tórtola desde el río y Padilla, en silencio, les ordena desmontar.
- ¿Qué pasa, jefe?- pregunta el impaciente Chaparro, aunque tiene el buen juicio de hacerlo en la voz más baja de la que es capaz, como el habla normal de cualquier otra persona.
- ¿Has escuchado a la tórtola?
- Claro jefe.
- Estamos a finales de septiembre y las tórtolas ya no están en época de cría.
- ¡Me cago en...! ¡Están ahí! ¡Vamos a por ellos, jefe!