He dedicado estos dos últimos días a preparar las cosas de las jornadas Ludo Ergo Sum. No son cosas complicadas, pero sí detalles que tienes que comprobar y, a veces, en un orden específico. No hay nada más frustrante que llegar a unas jornadas a cientos de kilómetros de tu casa y descubrir que no te has llevado lápices o dados o tarjetas. Son muchos años y tengo hecha una lista de las cosas que tengo que llevar y voy montando cajas mientras voy tachando cosas de la lista (esto es deformación profesional). Siempre surgen imprevistos, claro, como esa impresora que decide dejar de imprimir cuando estabas sacando hojas de personaje en blanco para los DJ, pero si fuera fácil no sería divertido. Y luego está esa permanente sensación de que te olvidas algo.

Una de las cosas que me resultan más complicadas es acertar con el número de ejemplares que debo llevar de cada título. Si llevas pocos, puedes quedarte sin ellos; si llevas muchos, no te entran todas las cosas en el maletero. ¿Cuántos llevas? ¿Cinco, ocho, diez? ¿Dependiendo del tamaño? ¿Dependiendo de la antigüedad? ¿Cuántas cajas entran en el maletero? En realidad, da igual, siempre te equivocas. «Debería haber traído más» y «¿para qué habré traído tantos?» son mis pensamientos más habituales durante unas jornadas.

Al final todos los preparativos se acaban y las cosas se terminan con una sincronización que no esperabas; los exos llegan con suficiente antelación como para que te dé tiempo a prepararlos y las enormes telas blancas que usas para cubrir el stand se secan a tiempo a pesar de la amenaza de lluvia. Como decía, al final se acaba y entonces te queda por delante un fin de semana de jornadas donde sabes que va a ser estupendo. Si estás leyendo estás líneas y te pasas por las Ludo Ergo Sum, no te olvides de saludarnos. Y si no te puedes pasar, intentaré ponerte los dientes largos en mi cuenta de twitter (@jchsombra), con la etiqueta #LES2014