«Indalo es un juego de rol de ambientación dinámica, sobre cómics de grupos de posthumanos en un universo divergente del nuestro.»
Los humanos designamos conceptos con palabras y con ellas creamos nuestra versión de la realidad. Lo nombras, existe. Lo nombras, le das un carácter propio. Así es como los habitantes del mundo de Indalo han escogido unos nombres sobre otros para hablar del fenómeno de los posthumanos. Los científicos y en general expertos en el tema usan el término metántropo en sus artículos profesionales, pero entre ellos lo abrevian a «meta». Para ellos es una cuestión, por tanto, evolutiva: estos seres van más allá de lo humano.
En los pasillos de las corporaciones y en sus informes estratégicos, se ha popularizado un término extraído también de los informes científicos y que hace referencia a una hipótesis aún no descartada sobre su origen genético: «quimeras». Cuando ningún posthumano anda cerca, se les puede escuchar el término despectivo «tubos» para referirse a los cofres de RCPR (Reanimación Cardio Pulmonar y Regeneración) donde tiene lugar el proceso Indalo de renacimiento en laboratorio. Para las corporaciones, por tanto, son o criaturas peligrosas que controlar o recursos funcionales.
El ámbito de la calle siempre sabe ser más ingenioso. Al nombre «postumanos» le ha nacido el término «póstumo», en referencia a la necesidad de llegar casi hasta la muerte para activar su poder. Pero cada vez es menos usado; empiezan a abrirse paso los términos «metabicho» y «lázaro», de más a menos despectivo. También, es frecuente para el ciudadano de a pie hacer la distinción «quimera» para referirse a los creados en laboratorio y «lázaro» para aquellos surgidos de forma, digamos, natural.
Entre las bandas criminales se han empezado a popularizar derivados fonéticos o semánticos de póstumos, como «vampiros» o «postizos». Para los criminales, los posthumanos que no trabajan con ellos son una enfermedad a eliminar.
En el otro lado de la ley, la policía usa cualquiera de estos términos en sus conversaciones, pero para ellos la actividad posthumana peligrosa es un «trece-uno», su código para avisar de ella por la radio.
Y, ¿qué nombre se ponen a sí mismo los «posthumanos»? Precisamente ese es el término que más solían utilizar pero han acabado adoptando en sus conversaciones también el nombre del proceso bajo el que hoy día renacen la mayoría: «indalos».
El texto está extraído del borrador actual del manual básico de Indalo.
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