Ayer, veintinueve, recibí un correo en el que me preguntaban si habíamos hecho una inocentada y cuál había sido. Respondí al correo explicando que no habíamos hecho ninguna y los motivos de no participar en esa tradición. Hace unos días me echaron la bronca en el sótano, con razón, por que esos «criterios» sombríos no son públicos. Es cierto que los hemos comentado en algunas ocasiones, pero asumimos erróneamente que son conocidos y que no es necesario explicarlos más. No se referían, naturalmente, a temas navideños, pero aprovecho haber recibido ese correo para hacer propósito de enmienda y empezar a comentar estas cosas, hoy hablaré de las tradiciones navideñas.
He tenido la suerte de conocer gente con diferentes creencias y que afrontan estos días con diferentes enfoques, desde no celebrarlas hasta vivirlas muy religiosamente. Siempre he pensado que estas fechas uno debe pasarlas como desee y no intentar exportar sus costumbres a nadie, ni siquiera con buenos deseos. Sospecho que Sombra, culpa mía, ha heredado este comportamiento y cuando se acercan las últimas semanas de diciembre se abstiene de mensajes o actividades habituales de esta época. Es un gesto de respeto, no deseamos que Sombra irrumpa en las costumbres de nadie.
Por otro lado, hay algunas cosas en la que no queremos que Sombra se parezca a otras empresas (no hablo de editoriales, sino cualquier empresa). Para la mayoría de ellas, sus buenos deseos (o sus inocentadas) no dejan de ser mercadotecnia, una forma de venderte más productos; para el resto, las que no forman parte de esa mayoría, sus buenos deseos, me temo, se pierden tras el ruido mercantilista. No quiero que Sombra participe en este circo, no quiero que añada más cacofonía al final del año y, sobre todo, no quiero llamar tonto a nadie intentando venderle mis productos bajo falsas pretensiones.
En resumen, si no has recibido un mensaje nuestro felicitándote alguna fecha, deseándote futura felicidad o gastándote una broma, ha sido por respeto, simplemente.