Si circulas con tu coche por la zona limítrofe entre el Barrio del Puerto y el Casco Antiguo es muy probable que en algún momento hayas coincido, parado en un semáforo esperando que se pusiera verde, con Puma, el Chino. Este personaje, se cree que sudamericano, puede que de Perú, de ciertos rasgos orientales que le dan el sobrenombre, es toda una personalidad de los cruces de peatones.
Ofrece sus servicios en esta economía sumergida, limpiándote el vidrio del vehículo si quieres, vendiéndote paquetes de pañuelos de papel, bebida o bolsas de comida tipo patatas fritas o frutos secos. A veces ofrece al personal, que sí o sí tiene esperando en el semáforo, alguna atracción circense con algunas pelotas que lanza al aire con mucha habilidad recogiéndolas diligentemente para volverlas a voltear al cielo.
Si estuvieras un día entero viéndole moverse entre los vehículos parados llegarías a la conclusión que no se gana mal la vida para el trabajo que realiza.
Lo que la realidad esconde
El auténtico trabajo que ofrece el Chino al submundo criminal de la ciudad es ser un «punto de entrega/recogida». Puede entregar a la persona indicada algún pequeño objeto o nota aprovechando que le sirve algún producto de los que ofrece. O recogerlo al recibir el pago de su servicio, con la indicación de a quién debería entregárselo.
Realmente para él trabajan chavales en otros puntos de la ciudad para ampliar los susodichos puntos de entrega o recogida. Y todo este material que se les entrega puede circular en un día, o como mucho al siguiente, por la ciudad para ser recogido por otro individuo.
Es un servicio que prácticamente utilizan todos los grupos mafiosos de Cunia para «cartearse» entre ellos.