Un nuevo caso para la agencia llama a su puerta. Amanda Estrada, de Ponferrada, desea encontrar a su hermana Soledad. Hace muchos años, cuando tuvo lugar la muerte de su madre, siendo como eran jóvenes, se enfadaron y con el tiempo se fueron distanciando. Pasada una temporada, Amanda se dio cuenta de que no sabía nada de su hermana. Y no hubo manera de poder localizarla. Se había ido de la ciudad.
Sin ser un alma libre sí que era una joven independiente y muy capaz. Había encarrilado su vida a su manera, un poco fuera de la órbita de la familia. Tenía un trabajo en una tienda de moda, salía con un chico desde hacia tiempo. Parecía vivir más libre de las ataduras que imponía, aunque involuntarias, la unidad familiar. Un padre policía nacional, sin ser el macho ibérico que podría haber sido, era una losa decía Soledad.
Y cuando Amanda quiso retomar el contacto, Soledad ya no estaba. Por lo que supo, hacia un tiempo que había cortado con su novio y en la tienda ya no trabajaba desde hacía muchas semanas. Había dejado el piso de alquiler donde vivía y no tenían señas algunas donde enviarle el correo que pudiese haber llegado.
Pasó un tiempo buscándola por Ponferrada y alrededores y no hubo suerte. Hace un tiempo, en uno de los periodos que retomaba cíclicamente su localización, decidió probar por la costa mediterránea. Soledad era una enamorada del sol, de la playa, de esa luz que decía que le transmitía el Mediterráneo y le cargaba las pilas del alma.
De momento no ha sido capaz de encontrarla, aunque hace poco un amigo común de las dos de la infancia le dijo que creía haberla visto hace un tiempo en Cunia. Cansada ya del peso de los años que atesora en su espalda trotando por España ha decidido contratar los servicios de una agencia de detectives para localizarla.
Les entrega un montón de fotos de las dos, cuando eran crías, en la adolescencia y algunas de juventud. Una copia del libro de familia de sus padres y una del documento de identidad de Amanda, para legitimar su búsqueda. Como les comenta, no se trata de herencia alguna, solo desea poder dar carpetazo a tantos años de enfados. Poder retomar, si es posible, la relación, o en su defecto, poder disculparse por la parte que le toca en las cosas que se dijeron.
Habiendo pasado tanto tiempo, y si se suma la distancia del hecho, es difícil reconstruir las últimas semanas antes de la desaparición y tampoco recabar la colaboración de todas las personas con las que haya podido tener contacto la persona desaparecida.
Por los datos aportados por Amanda, la situación financiera era correcta, se le suponía una relación de pareja estable, su estado de salud tampoco arrojaba dudas y nunca había protagonizado episodio de fuga alguno.
Y unos datos importantes. Lo había dejado con su novio, se había despedido del trabajo y había finalizado el contrato de alquiler. Fuera lo que fuera, había sido voluntario, o eso parecía.
La búsqueda por su nombre real no da fruto alguno con lo cual presuponen que si está en Cunia debe de haber cambiado de identidad. Así que, con unos retratos robot de cómo podría ser en la actualidad, se patean las calles. No es hasta que deciden aplicar lo que conocen de Soledad a los patrones de su búsqueda que hayan fruto. La localizan en una pequeña tienda de moda indie en el Barrio Latino, de la cual es propietaria.
Se sorprende de su encargo. Hace tanto tiempo que se fue de Ponferrada Se dio cuenta que se había estancado y se estaba marchitando. Necesitaba reinventarse. Ser ella misma de nuevo en un lugar desconocido.
Le entregan la copia del DNI de su hermana y la colección de fotos y su reacción les deja descolocados. «Pero esta mujer no es mi hermana No se parece, no la reconozco » Entonces, ¿quién es? Y ¿por qué está buscando a Soledad?