Tras unas jornadas intercambiando mercancías, la caravana de Lobo ha adquirido suficiente material como para continuar el viaje a tierras más frías. Por lo general, Lobo y los suyos no suelen subir tan al norte, pero siempre hay algo que descubrir, algo que negociar, algo que aprender.
Las lluvias les reciben en sus primeras jornadas, lo que no ayuda precisamente a levantar los ánimos. Tras un aguacero especialmente violento Lobo decide que es mejor buscar refugio antes de arriesgarse a que alguien tenga un accidente o agarre una neumonía. Unas grandes oquedades en unos afloramientos rocosos les sirven como improvisado refugio. Durante la espera, ni las canciones ni las historias alrededor de la hoguera que han preparado a la entrada alivia el aburrimiento generalizado, por lo que los miembros de la caravana se dedican a vagabundear por el interior de las cuevas, las cuales son mucho más profundas de lo que pensaban en un principio. Mootas en uno de esos vagabundeos cree ver algo moviéndose en el interior, hecho que hace saber a Adebbi y a Lobo, pues un oso o algún animal carnívoro podría ser un grave problema. A pesar de los recelos, debido al empeoramiento de las condiciones climatológicas, tras hacer una somera inspección de la zona deciden pasar la noche en el lugar.
Al caer la noche, un terrible alarido despierta a todos sobresaltados. Los porteadores hablan de manera atropellada, hasta que las palabras de Lobo les tranquilizan lo suficiente para que le cuenten lo que ha pasado. Unos seres parecidos a unos simios sin pelo han intentado atacarles. Tras el recuento, la caravana se da cuenta de que no se ve a Sonrisas por ningún lado. Tras una búsqueda, en un estrecho agujero (lo justo para que entre un ser del tamaño de un humano) hay jirones de ropa de la buena cocinera.
La decisión se toma al instante, sin mediar palabra. Todos toman sus armas y se disponen a entrar en las entrañas de la tierra para rescatar a su compañera…