Autor: Sergio Jurado
La «sociedad de los audaces guerreros» practica sus propios rituales secretos, en los que nadie más que ellos puede participar. Pero sin duda, el más épico de todos es el ritual de la «Gran cacería del Wukran»: de vez en cuando, los «audaces guerreros» reciben mensajes en sueños que les previenen de que un gran mal amenaza Pangea. En tales ocasiones se visten con sus ponchos hechos con la melena de un león lanudo (ARM 2), empuñan sus lanzas, recogen cuanta comida pueden cargar y parten en pos del peligro.
La costumbre exige que la noche anterior a su partida las mujeres sean especialmente complacientes con sus maridos, satisfaciendo todos sus deseos sin quejas o reparos. A su marcha del poblado, los niños de la tribu les despiden cantando y bailando, conscientes de que es posible que no todos ellos regresen. El día posterior a su regreso están exentos de todas sus tareas, siendo los demás hombres los encargados de llevarlas a cabo.
Y ahora la realidad: la cacería es solo una excusa para que los «audaces» se vayan de parranda hasta un cercano bosquecillo de árboles de la alegría, en donde pasarán dos o tres días emborrachándose con la savia, comiendo, jugando a juegos de azar y contando historias antes de regresar con sus mujeres jurando que si el mundo continúa existiendo es gracias a ellos. El día de descanso posterior es necesario para recuperarse del resacón.
Por increíble que parezca, el truco lleva funcionándoles desde hace generaciones.