Número: 226.     4ª época.     Año XXI     ISSN: 1989-6289

226 > Aventuras > Semillas > La Casa de la Luna Creciente (Eri). Por: Francesc Almacelles

 

La Casa de la Luna Creciente

Erisse Alduine es una elfa de procedencia desconocida. Es posible que su origen no esté ni en el Reino de Cargrum ni en el de Thoriel. Bien joven ya era una más en la ciudad de Cargrum, dedicándose al oficio de relajar los cansados cuerpos de sus habitantes y del peso de sus bolsillos.

Fue saltando de burdel en burdel escalando de nivel, dado su maestría en el oficio. Se sentía importante en tanto iba "ascendiendo" en la calidad de sus clientes, cada vez más poderosos y adinerados. Y hubo un momento que, entre ellos, conoció a un humano que hacía poco había llegado a la capital para gestionar sus negocios con los elfos. Se dedicaba a comerciar con cualquier producto del que pudiera sacar un rendimiento agradecido, ya fuera comprándolo aquí para venderlo en tierras lejanas o viceversa.

Su encuentro inicial y los posteriores hicieron que los dos intimaran más allá del puro negocio. Ya fuera amor, si es que había algo de ello, o de oportunidades comerciales que atisbaban los dos viéndose trabajar juntos, con el paso de los meses Thurman se llevó a Erisse de la capital. Transcurrieron unos pocos años en los que la pareja viajó por el Reino y por otros países donde Thurman tenía negocios. Y con ellos fueron amasando cierta fortuna.

Con el tiempo Erisse quiso volver a Cargrum. Con otra identidad y gracias al dinero conseguido hasta el momento montaron los dos un burdel de categoría. Thurman permanecía en la sombra, dejando a su pareja ser la cara visible y la persona que administraba el local. Con su experiencia anterior tenía mano para el negocio. Poco a poco fueron prosperando y movieron el burdel a otro barrio para poder construir algo más imponente y fastuoso. Aquí es donde nació propiamente la Casa de la Luna Creciente. Un lugar donde encontrar placeres refinados más allá de los otros.

Con visión de negocio también abrieron otros antros de menor categoría para no cerrar ninguna puerta al negocio y donde la gente de la calle pudiera dejarse igualmente sus ahorros.

La Casa de la Luna es un edificio de recios muros y estancias laberínticas, custodiada por fornidos guerreros prestos a sofocar cualquier atisbo de problema. Sus chicas, y chicos, son de lo mejorcito de la ciudad, y sus servicios no defraudan a sus clientes.

El grupo de juego puede acceder como clientes a la Casa, ya sea por qué el cliente que los ha contratado les ha conseguido el crédito suficiente o por qué por sus propios medios tienen la capacidad: