La Cunia de Indalo no es la que aparece en los juegos Rol Negro o 1808. Es en ella donde se produce el principal punto de inflexión de nuestra divergencia. A la hora de crearla, nos preguntamos, ¿qué ocurriría si pudiésemos clonar una ciudad española cualquiera y comprobar sobre ella el resultado de su gobierno hubiera apostado durante dos décadas, en lugar de por el turismo y el sector servicios, por la industria, la ciencia y la tecnología? ¿Qué diferencias habría con su homóloga y en qué campos?
Jaume Gil de Torremocha, elegido alcalde de Cunia en las municipales de 1987, hizo una política muy similar a la de anteriores gobernantes. La principal diferencia con ellos vendría de su profesión: catedrático de biología molecular, bien relacionado con científicos y laboratorios de todo el mundo. Desde el inicio de su mandato apostó con fuerza por evitar que Cunia se convirtiera en una población turística más, creando todo tipo de iniciativas públicas e incentivando las privadas dirigidas a la investigación y la industrialización de procesos químicos y médicos en la ciudad.
Muchas fueron las empresas químicas, farmacéuticas y de desarrollo biotecnológico que decidieron instalarse allí. Los siguientes gobiernos se ocuparían de potenciar estas industrias como elemento diferenciador. A principios de los años 90, Cunia era el equivalente de Silicon Valley en términos de biotecnología. Los periódicos y políticos locales ensayaron los términos Chem Valley y Bio Valley, pero no cuajaron.
Entonces llegó KUBE. Los procesos de investigación que se daban en Cunia eran tan intensos que es lógico que una empresa instalada allí, Kuhnne Biologics Enterprises, fuera la primera en descubrir una secuencia de genes que ayudaba a predecir, con una exactitud aceptable, si un humano se convertirá en posthumano con la estimulación adecuada. El siguiente paso, por tanto, sería buscar esa estimulación. El discreto anuncio de KU.B.E., dirigido sólo a empresas y gobiernos ya al tanto de la cuestión posthumana, tuvo lugar la mañana del 18 de marzo de 1993, cuyo aniversario los científicos de este campo celebran como una festividad más.