Las editoriales y las distribuidoras no somos una industria especialmente eficiente en el tema medioambiental. Trabajamos con papel y cartón y aunque ha mejorado mucho, es una especie de espina clavada que tenemos. No hacemos lo suficiente, nunca se hace, pero hoy quería contaros algunas cosas que hacemos.
Recuerdo cuando se publicó la segunda edición de Comandos de Guerra (Cronópolis) que las editoriales empezaron a añadir en las contraportadas el símbolo de reciclaje, indicando que no se talaban árboles para hacerlo. Luego estalló la polémica del clareo del papel (con cloro) y que contaminaba más que cortar el árbol y los símbolos desaparecieron. Sin embargo, la industria del papel ha evolucionado mucho y, aunque se siguen talando árboles para hacer papel, gran parte se reaprovecha, hay puntos de recogida en casi todas partes y todos los libros tienen un porcentaje elevado de papel reciclado (y, al parecer, sin cloro).
La distribuidora, por otro lado, también tiene un consumo elevado de papel, cartón en su caso. El 99% de los envíos los hacemos en cajas (el resto en sobres, también de papel). El cartón también es reciclado, pero para ser más respetuosos lo que hacemos es reutilizar las cajas. Los libros nos llegan en cajas de las editoriales o de la imprenta y esas mismas cajas, cuando se puede, son las que reutilizamos para hacer los envíos. A veces a las tiendas les llegan cajas con nuestro precinto (pone Sombra), pero con el logotipo de SD, de Asmodee, de Amazon, de un imprenta. Nos ha tocado dar alguna explicación en algunos casos. En su día nos planteamos hacer cajas «corporativas» para difundir el nombre de la marca y esas cosas que quedan muy bien en los libros para emprendedores, pero decidimos ser responsables y reutilizar.
Aun así, gastamos cajas. En teoría, tantas cajas entran, tantas salen; no debería hacernos falta ninguna, pero no es verdad. Pueden llegarnos 3 cajas y tener que mandarlo a 10 tiendas. Y aquí nos enfrentamos a otro problema: el volumen. Las cajas que nos llegan tienen 20, 25 centímetros de altura y para muchos envíos es una medida óptima, pero no todos. A veces sobra media caja. Podríamos llenarlo de relleno e ir a toda velocidad, pero en cierta ocasión nos comentaros que el problema del transporte no es tanto el peso como el volumen. Se llena antes el espacio disponible que el peso permitido. Nos quedamos con la idea y nos esforzamos por ocupar el menor espacio posible para necesitar lo menos posible y ahorrar m3 de viaje que, al final, son litros de gasolina y contaminación. Seguimos dos estrategias para ello: cortamos las cajas grandes a la altura necesaria (esto requiere tiempo) y compramos cajas de menor tamaño: 5, 10 y 15 centímetros. Así tenemos cubiertas todas las medidas y sólo tenemos que recortar entre 1 y 4 centímetros en cada caja. Es un trabajo que complica la logística de los envíos, lo sabemos, pero creemos que es una inversión responsable.
¿Y qué hacemos con los trozos de las cajas que recortamos? Es una pregunta interesante. Es lo que utilizamos para rellenar las cajas. Las cajas están pensadas para los libros A4 (más cierto margen), pero si metes libros más pequeños, te sobra sitio. Para que los libros no se muevan o no se golpeen, utilizamos esos recortes como relleno o para proteger las esquinas. En las cajas que nos mandan también hay relleno (por cierto, el de Asmodee es el mejor). Ese relleno, también lo reutilizamos, incluso los que son de bolitas de porexpan que acaban colándose en todas partes.
Y a pesar de todo el tiempo que le he dedicado al cartón, nuestro mayor problema es (o era) el plástico. Retractilamos todos los libros que nos llegan, sean nuestros o no. Lo hacemos por diversos motivos, para preservarlos de la humedad general de Valencia, porque así se pueden manipular con más facilidad (al hacer los paquetes) y porque están más protegidos durante el viaje o su estancia en la tienda. No tiene mucho misterio, metes el libro en una bolsa que luego cierras por arriba y le das calor, el plástico se encoge y se ajusta al tamaño del libro. El problema es esa tira que te sobra al cerrar. ¿Qué hacer con ella? No se puede reaprovechar ni se puede usar como relleno (no tiene resistencia). Al abrir el local, una de las cosas que te preguntan es si vas a tener residuos industriales que haya que manejar de forma especial y nosotros, quizás con cierta candidez, preguntamos qué hacer con esos plásticos. Nos dijeron que a la basura, que no eran envases. Aquello supuso una bofetada a nuestras conciencias. Nos hemos movido con el ayuntamiento (en realidad con la empresa que gestiona la recogida de residuos) y tras algún que otro informe por nuestra parte que nos pasó el fabricante, han aceptado que es un plástico igual de reciclable que los demás. Nos obligan a meterlo en el contenedor en bolsas (para que no se vuelen cuando echan el contenido al camión), pero podemos hacer que tenga una nueva vida. Algo de lo que estamos especialmente contentos y motivo por el que he escrito esta entrada.