La vieja carretera de la costa que se dirige al norte serpentea entre pequeñas calas y promontorios y aquí y allá se alzan viejos chalets procedentes de una época más permisiva con la construcción. Un camino aún más viejo, cubierto parcialmente por las hojas del invierno, se abre a la derecha y acaba convertido en un camino de grava junto a un pequeño aparcamiento. A su lado hay un muro de piedra oculto tras la hiedra con ambos extremos terminando en la playa tras la casa. La verja es un portalón victoriano demasiado recargado y ruidoso para que sea práctico y el camino de piedras hasta la puerta serpentea caprichosamente entre macizos de flores, árboles y estanques. Es un buen paseo, unos cinco minutos entre la verja y la entrada. Ningún coche pasa por allí, una de las extravagancias de la difunta señora Torres. Otra de sus rarezas es guardar todas las cosas que le gustan, lo que hace que el interior de la casa parezca un museo muy mal gestionado con máscaras africanas junto a pelotas de beisbol y sables militares. Sin embargo, un segundo vistazo permite descubrir que no son cosas cualquiera, la máscara tiene rubíes por ojos, la pelota de beisbol está firmada y guardada en una vitrina y el sable parece ser que estuvo en Little Big Horn.
El mayordomo, según cuentan los periódicos locales, llegó a la casa por la mañana, el primero, como siempre, y se encontró a la señora Torres en el suelo con un fuerte golpe en la cabeza y mucha sangre arruinando la alfombra persa que ella y su difunto marido trajeron de un viaje…
Los personajes
Esta aventura se ha escrito pensando que los personajes son policías o, en su defecto, investigadores privados con cierta autorización para husmear en el asunto, bien porque les haya contratado la policía, bien porque les haya contratado la agencia de seguros (hay un robo de un valioso cuadro en el asunto). Los personajes también podrían ser periodistas o amigos de la víctima, pero, en ese caso, puede que resulte más difícil conseguir entrar en algunos lugares o conseguir algunas informaciones. No será imposible, claro, pero ten en cuenta que en las explicaciones que te encontrarás a continuación, se presupone que son policías. Es decir, los personajes tendrán acceso al informe preliminar del forense; unos personajes que no sean policías, tendrán que «invitar» al forense a contárselo.
La casa de la Señora Torres
Toda la investigación empieza en la casa de la señora Torres. Te recomendamos que leas los párrafos iniciales a los jugadores para que se hagan una idea de cómo es la casa. En pocas palabras te diremos que tiene dos plantas: la inferior es donde está el salón, el comedor, la cocina y algunas dependencias para el servicio. En la planta de arriba hay varias habitaciones y un amplio despacho en el que la señora Torres atendía sus asuntos. También tiene un enorme sótano al que se accede desde el pasillo que comunica la zona de servicio con el resto de la casa, pero salvo algunos trastos, el sótano no se usa para nada. En la casa hay cosas de muchísimo valor y si los personajes se fijan (y superan las TA de Comercio que consideres oportunas) descubrirán pintores y escultores famosos, piedras preciosas y otra serie de cosas que justificarán el carísimo sistema de alarma que habrán visto en la puerta.
La señora Torres ha muerto en su despacho. Alguien la golpeó por detrás mientras se dirigía a la puerta. El golpe la dejó inconsciente, pero perdió mucha sangre y eso, sumado a su avanzada edad, es lo que acabó con su vida. Aparentemente el motivo fue el robo, ya que uno de los cuadros de la colección, un boceto de Picasso, ha desaparecido en el pasillo.
El mayordomo (Ignacio Fuentes) es el que descubrió el cadáver cuando fue a saludar y llevar la prensa diaria a la señora tras entrar a trabajar por la mañana. En la casa trabajan dos personas más: una criada y una cocinera, pero ninguna había llegado a la casa cuando se descubrió el cadáver. Será el mayordomo quién señale que falta un cuadro en el pasillo. El mayordomo es un poco antipático y estirado. Se considera más un secretario personal que un miembro del servicio, ya que no sólo se encargaba de hacer tareas del servicio (comprar comida, gestionar turnos, atender a los invitados) sino que hacía diversos recados que le llevaban a la ciudad siempre que la señora lo necesitaba. Si era necesario también hacía de chofer, aunque la señora rara vez salía. La última vez fue hace unos días para visitar a los abogados, pero antes de eso estuvo varios meses sin pisar la ciudad. Cree que no la gustaba nada en lo que se había convertido Cunia.
Emilia y Sabina, criada y cocinera, estarán de los nervios, llorosas y no podrán dar mucha información a los agentes. Es cierto que les duele la muerte de la señora, pero casi no tenían trato con ella y las únicas veces que les hablaba era para señalarles alguna falta en su trabajo. La mayor parte del tiempo les hacía llegar las peticiones a través de Ignacio (el mayordomo). Gran parte de sus lágrimas, aunque esté mal decirlo, son fruto del negro futuro que se abre ante ellas. Pasarán al paro y no están los tiempos para encontrar trabajo al servicio de señoras adineradas.
Cosas a descubrir en la casa
Hay una puerta en la cocina que, se supone, es la puerta del servicio. La cocina está en la parte de atrás de la casa y la puerta está al borde de la playa. De hecho, uno de los trabajos más pesados del jardinero, Manuel, es barrer la arena que el viento siempre trae sobre las piedras que forman un camino y limitan la finca con la playa. La puerta está forzada desde fuera, con lo que parece un destornillador, y, presumiblemente, es el punto de entrada del ladrón. Los muros de piedra de la finca se adentran varios metros en la playa, pero cuando la marea está baja hay unos diez metros entre el límite del agua y el final del muro, cualquiera podría haber pasado. A la señora no le gustaba que nadie entrara por allí a su casa y tenía prohibido al servicio entrar por la playa, pero, confesarán, varias veces usaban ese camino cuando se marchaban porque el aparcamiento estaba mucho más cerca por ahí. Yendo por el camino principal hay que andar unos diez minutos.
El mayordomo les explicará que se fue de la casa sobre las 21:00, pero que no se despidió de la señora porque tenía una visita: el Sr. Barlo, administrador de la fundación del difunto Sr. Torres. Le dejó un refrigerio en la salita (como hacía otras veces) y está mañana vio que no lo había probado (como también pasaba a veces). No, no puede confirmar si el Sr. Barlo estaba efectivamente con la señora cuando se fue porque él no es de escuchar detrás de las puertas (hemos dicho ya que es un antipático). Si le presionan un poco sobre el motivo de la visita del señor Barlo les contará que el Sr. Barlo tenía una oferta para comprar la casa y quería que ella la vendiera, pero la señora no estaba dispuesta a escuchar ofertas. Habían discutido por ese tema en otras ocasiones.
Podrán enterarse de muchas formas, se lo dirá el mayordomo si le preguntan o podrán consultarlo en internet, que la señora Torres no tiene herederos. Una extraña enfermedad tropical dejó al Señor Torres estéril y la pareja nunca tuvo tiempo para adoptar a ningún retoño. La fortuna Torres está considerada como una de las más grandes de Cunia.
Empieza el juego
Hay muchos hilos y flecos en esta historia y los personajes deberán tirar de ellos para completar el cuadro. No hay un orden establecido y el que te proponemos es, simplemente, por criterio de lectura. No lo consideres, en ningún caso, el orden correcto para resolver este caso. Tus jugadores, seguramente, se saldrán un poco del guión. Déjales que lo hagan. Las pistas falsas que acaban en nada ayudan a centrarse en las verdaderas pistas que aportan datos y que, de alguna forma, estarán relacionadas.
El cuadro robado
El cuadro robado puede ser el motivo del asesinato. Se trata de un Picasso, aunque no uno de los cuadros importantes sino un estudio para otro cuadro. Podría vales unos 5 millones de euros. Es una cantidad importante, pero los cuadros robados son difíciles de manejar y no hay muchos peristas en la ciudad capaces de hacerlo. Una TA de Bajos Fondos les permitirá conocer a algunos de estos y, tras una visita, podrán comprobar que nadie está intentando vender o comprar un Picasso en esos momentos.
Veinticuatro horas después del asesinato, el mayordomo llamará a la policía diciendo que alguien ha entrado en su casa y ha dejado el cuadro de la señora Torres en su domicilio. Se había dado cuenta de ello porque algunas cosas no estaban en el sitio donde él las coloca siempre y eso le hizo pensar que alguien había entrado en su casa. El cuadro estaba escondido en un baúl de su habitación donde guarda algunos recuerdos. Cree que el asesino está tratando de incriminarle. Tus personajes harán bien en sospechar del mayordomo, pero si le acusan directamente les dirá que si el hubiera robado no se habría llevado un Picasso, sino el Monet de la salita (valorado el 70 millones de euros). Si siguen sin creerle, les detallará las cosas de la casa con más valor que tontería esa cubista del señor Picasso.
Informe forense
El informe preliminar del forense no revelará nada que los personajes no hayan podido descubrir a simple vista, pero, por si acaso: la difunta señora Torres murió desangrada alrededor de las 2 de la madrugada. La herida fue provocada por un objeto pequeño y romo (una porra, quizás) que le alcanzó por la espalda manejada por alguien diestro y de entre 1:70 y 1:75 de altura. Nadie movió el cadáver.
Veinticuatro horas después tendrán un informe más detallado que les revelará que la señora Torres no había ingerido nada ocho horas antes de su muerte, que no había heridas defensivas (no vio el golpe) y que por el tamaño de la herida, el golpe se produjo entre las 21:30 y las 22:30 horas. Confirmará que fue una porra e, incluso, conocerán el modelo.
La policía científica ha encontrado en la finca huellas del servicio, del mayordomo, del señor Barlo y de la fallecida. No hay otras huellas y no parece que nadie haya limpiado la zona (afortunadamente el cadáver fue descubierto antes de que el servicio empezara a trabajar). También se han encontrado huellas del mayordomo y de Barlo en la verja de la entrada. Las de Barlo están por encima de las del mayordomo para cerrar la puerta, pero las de este están encima de las de Barlo para abrirla.
La puerta trasera fue forzada con un destornillador de pala americana estándar, pero el cerrojo de la puerta no estaba echado. Los daños parecen mayores de los necesarios por lo que el ladrón no era muy ducho en la materia. Además, se ha encontrado un destornillador de similares características en un cajón de la cocina junto a otras herramientas. No había huellas, ni nada que pueda relacionarlo con la puerta, pero si no es el destornillador usado, es uno muy parecido.
Nadie puso la alarma por la noche. Según la central de alarmas, la alarma de la zona baja se encendía sobre las 21:30 todas las noches y la de la parte superior a las 23:00. Esa noche, ninguna de las dos fases fue activada, razón por la que la alarma no saltó al entrar el ladrón. No, aunque el sistema incluye cámaras de vigilancia, estas sólo se activan si salta la alarma. No hay imágenes.
Por último, y sólo si los personajes preguntan por ello, habrá llegado a una comisaría una porra ensangrentada hallada en el basurero. Por la zona, creen que fue recogida por el centro (en la zona de los Metropolitanos), pero son tantas las armas que aparecen en la basura que las policía ya las clasifica como «crimen desconocido» en cuanto llegan. Si tus personajes son policías, podrás recordarles que miren en el «cajón» (así es como llaman a esa sección del archivo). Las huellas y el análisis de sangre tardan 24 horas más.
El servicio
Emilia y Sabina poco tienen que decir que no hayan dicho ya en la casa. Si las investigan, descubrirán que están limpias y que no tienen amigos o novios sospechosos de ser malas personas. De hecho, la señora Torres era bastante estricta con las credenciales de la gente que trabajaba para ella. Algunos investigadores privados puedes atestiguar que la señora les contrató para investigar las credenciales del servicio.
Lo mismo puede decirse del jardinero, Manuel, de origen colombiano, pero sin ningún incidente en su historial. De hecho, el día de autos, Manuel no tenía que ir a la casa, sólo pasaba dos veces por semana en invierno porque el jardín no requiere más cuidados en esta época del año.
El Abogado de la señora Torres
Mario Cadales es el abogado del bufete Cadales & Cadales que lleva los asuntos de la señora Torres y, entre otras cosas, son los depositarios del testamento de la señora Torres. Como la investigación seguirá abierta cuando los personajes hablen con él, les dirá que el testamento aún está cerrado y que, sin una orden del juez, no puede abrirlo. Es abogado y sabe de estas cosas. Conseguir la autorización del juez llevará algunas horas, pero con un poco de persuasión e indicándoles la posibilidad de que Torres haya muerto a manos de uno de los herederos, les contará algunos detalles.
La señora Torres cambió el testamento hace poco. Antes legaba casi todo a la fundación de su marido, de la que es administrador el Señor Barlo, pero hace dos semanas introdujo dos cambios: la casa, todo su contenido y una asignación se lo legaba a la Asociación de Amigos de Cunia y, el segundo cambio, incluía una partida para una tal Camila Bisla, no explicó el motivo.
Tanto el mayordomo como todas las personas del servicio recibirían una cantidad sustanciosa a su muerte. Una cantidad que, bien administrada, les permitiría pasar mucho tiempo sin necesidad de trabajar. Camila Bisla recibiría una cantidad similar.
El abogado también les comentará, pero sólo si preguntan por ello, que la señora Torres había dado orden de que iniciaran gestiones para echar al señor Barlo de la dirección de la fundación. No había dado motivos ni había propuesto un candidato alternativo. Sólo quería que se preparara todo para poder llevarlo a la práctica lo más deprisa posible.
Asociación de Amigos de Cunia
La Asociación de Amigos de Cunia es una asociación de ciudadanos de la tercera edad que tienen como objetivo preservar el patrimonio cultural y artístico de la ciudad y que quieren impedir que el progreso se lleve por delante las tradiciones y costumbres de la ciudad. Son relativamente conocidos por sus actuaciones en el barrio Oliver donde han conseguido que varias fincas sean declaradas de interés cultural, evitando que las derriben. También han conseguido algunos éxitos en el barrio del puerto y con las viejas chimeneas de ladrillo de algunas fábricas.
La Asociación no tiene ni idea del testamento y no habían estado en tratos con la difunta. De hecho, es la primera noticia que tienen de que la Señora Torres se interesara por las actividades de la asociación.
La señora Torres cedió la casa a la asociación porque adivinó que era la única manera de mantenerla a salvo de las ganas vendedoras del administrador de la fundación de su marido. Tenía planeado quitarle de la fundación, pero no se lo había comentado a nadie y no era algo que pudiera hacer en unos días. Cambiar el testamento era sencillo y eso hacía que la casa, donde estaban todos los recuerdos de ella y su marido, se mantuviera a salvo.
Camila Bisla
Camila Bisla es una atractiva bailarina de striptease que trabaja en el Medianoche, un local en la zona controlada por los Metropolitanos como podrán averiguar, si no lo saben ya, con una TA de Bajos Fondos. Se negará a hablar en el club, pero si pagan un pase privado (500 euros) o la esperan a la salida del local (3 a.m.), les contará todo. Fue un intento de estafa que le propuso un cliente (en realidad, los Metropolitanos, pero ella no lo dirá por temor a represalias). Ella tenía que hacerse pasar por la hija bastarda del difunto marido de la señora Torres y le proporcionaron partidas de nacimiento y documentos falsos. Le escribió una carta y la señora Torres la citó en un viejo café del centro. Ella se alegró porque en un sitio público, la mujer no le montaría una escena (posiblemente la señora Torres pensó lo mismo de ella). Estuvieron hablando durante varias horas y ella le contó toda la historia de cómo el señor Torres había conocido a su madre que trabajaba de vedette en un musical y como había nacido ella. Su madre nunca le dijo nada al señor Torres y se fueron de la ciudad, pero ella había vuelto recientemente para encontrarlo y al descubrir que había muerto, se puso en contacto con ella.
Bisla les contará que la señora Torres sólo le pregunto la edad y que cuando la supo, sonrió. Le dio 500 euros por las molestias y le dijo que le dijera a los que la habían mandado que se informaran mejor la próxima vez. Ella no sabe a qué se refería ni por qué descubrió el engaño. [Nota: el señor Torres era estéril debido a una enfermedad. Camila debería haber sido 10 años más mayor para que la historia pudiera ser cierta].
La señora Torres incluyó a Camila Bisla en el testamento por un momento de debilidad. Había sido, por unos instantes, una de la familia y a la señora Torres le pareció un buen detalle darle dinero tras su muerte. El señor Torres hubiera encontrado muy divertido descubrir que tenía una hija después de tantos años. A pesar de sus extravagancias y manías, la señora Torres era, en el fondo, muy buena persona.
Señor Barlo
Ser la última persona que ha visto con vida al difunto te convierte en uno de los principales sospechosos. Por eso lo hemos dejado para el final (y porque es el principal sospechoso). Barlo les contará que efectivamente fue a visitar a la señora Torres el día que la mataron. La visitaba regularmente para consultarle cosas de la fundación porque aunque ella no era presidenta de la misma, sí era su máxima autoridad moral para muchos asuntos. Barlo nunca hacía nada si ella no estaba de acuerdo. Se fue de la casa sobre las 20:30, pero si le dicen que el mayordomo cree que aún seguía en la casa, dirá, sin pestañear, que sería otra persona y que a él no le vio irse porque salió por la puerta de la cocina y fue al coche desde la playa (¡te ahorras diez minutos andando!, les dirá). Sabe la hora a la que salió porque tenía una reserva para cenar en el Gilos donde va habitualmente. Cenó solo, pero en el restaurante confirmarán que estuvo allí. No podrán confirmar las horas exactas, pero aparece en el libro de reservas a las 21:00 y tienen un recibo de la tarjeta de crédito de 70 euros por una cena a las 23:30.
Nota: El Gilos es un famoso restaurante de comida mediterránea situado en la zona de la ciudad controlada por Rafael González (los Metropolitanos). Tus jugadores no lo sabrán, pero tus personajes seguramente sí. Menciónaselo.
Si los personajes investigan un poco al señor Barlo, en el banco o colándose en su ordenador, descubrirán que sus cuentas hacen eco y que no está pasando por un buen momento económico. Pueden tener curiosidad por las cuentas de la fundación, pero salvo que hagan una inspección en toda regla (donde descubrirán algunas asignaciones un tanto oscuras), todo parecerá normal. En otras palabras, sólo un contable descubrirá los asientos falsos en el libro de contabilidad. Que en Cunia alguien esté pelado de dinero no es raro, que se permita el lujo de cenar en un restaurante caro tirando de tarjeta de crédito tampoco lo es, pero si ese restaurante está bajo la protección de uno de los mafiosos de Cunia, la cosa empieza a ser sospechosa.
Si investigan un poco por los Bajos Fondos podrán descubrir que Barlo pidió dinero a un prestamista del barrio chino y que este, a su vez, le vendió los pagarés a Rafael González.
Si le preguntan por la discusión sobre la venta de la casa, confirmará que la tuvieron. La oferta, que ya expiró (una de las cosas que fue a contarle en su visita) era muy jugosa, pero la señora Torres estaba apegada a los recuerdos de la casa y no quería que se perdieran en manos de cualquiera. «Todos tenemos nuestras manías» dirá con resignación. Pueden insinuarle que él se iba a llevar un porcentaje de la venta y que eso no le vendría mal a sus depauperadas cuentas. Lo corroborará sin rubor. No hay nada vergonzoso en ello, cualquier agente inmobiliario cobra una comisión por cada venta. Y sí, está pasando una mala racha por culpa de unas malas inversiones y sí, le habría venido muy bien el dinero.
Lo que sucedió
No es que el señor Barlo ande escaso de fondos en estos días, es que le debe dinero a personas poco convenientes (léase Rafael González). No cometió el error de pedir dinero a esta gente, pero ellos compraron sus pagarés para ganarse sus deudas. Los Metropolitanos le habían echado un vistazo a la hacienda de los señores Torres. Una casa con una valla de piedra de dos metros de alto que evitaban miradas indiscretas desde la carretera, una playa casi privada y una puerta desde la playa que comunicaba con un sótano de piedra y aislado de la humedad era algo que parecía construido para un contrabandista. Quizás el dueño original de la casa lo era, pero los Torres no tenían ni idea del tesoro que para muchos ciudadanos de Cunia era su casa. Presionaron a Barlo para que la «vieja» vendiera su casa, haciendo una oferta muy generosa, pero la señora Torres no cedió. No le importaba el dinero y valoraba más los recuerdos.
Cansados de esperar, Rafael González le dio un ultimátum a Barlo: o la casa o él. Y con «él» se refería a que iban a darle una muerte horrible y dolorosa. Barlo nunca se hubiera planteado asesinarla, pero el miedo a morir fue más fuerte. Mataría a la señora Torres cuya cabezonería había puesto en peligro su vida y gracias a los Metropolitanos tendría una coartada y podría decir que había estado en el restaurante.
Su plan era que la mujer tuviera un accidente en las escaleras y cuando se abriera el testamento, venderle la casa a Rafael González por un precio adecuado (sigue pensando que el testamento no ha cambiado). Sin embargo, las cosas se torcieron. En su última visita, intentó convencerla por última vez (para no matarla) y ella volvió a negarse y le dijo que le retiraría de la fundación porque ya no confiaba en él (no le contó lo del testamento). Aquello le encolerizó y le golpeó en la nuca cuando se dirigía a la puerta para abrirla y decirle que se marchara de la casa. Aunque su idea era que se cayera por las escaleras, llevaba una porra (se la había dado un tal Tito o Toni entre risas cuando Rafael González le contó sus planes) y actuó sin pensar.
Al ver el cuerpo en el suelo, desangrándose, se asustó, robó el primer cuadro valioso que vio para que pareciera un robo, rompió la cerradura exterior con un destornillador que sabía que había en la cocina para reforzar la idea del robo y salió corriendo de la casa sin comprobar si estaba muerta y se fue al Gilos. Antes de entrar en el restaurante se deshizo de la porra en un contenedor y una vez dentro apenas cenó, pero sí se tomó varios tequilas. Antes de irse, uno de los hombres de Rafael González se sentó a su mesa, le preguntó si ya estaba hecho y cuando contó lo que había hecho, se llevó el cuadro para «deshacerse» de él.
Destapando al asesino
Aunque Barlo es el principal sospechoso, su coartada de la cena es bastante sólida y el dueño del restaurante es muy ducho en la materia y no se dejará intimidar con facilidad. Quizás tengan suerte con alguno de los camareros si lo acorralan y amenazan con alguna cosa (deportarle, por ejemplo, o meter entre rejas a algún familiar descarriado). Sin embargo, será la palabra del dueño con la de un joven camarero asustadizo que desaparecería antes del juicio.
No es necesario, sin embargo, anular la coartada de Barlo, sólo hacerle creer que no le sirven de nada todas las mentiras que ha contado. No están tratando con un veterano delincuente sino con una persona normal que se ha visto superada por los acontecimientos. Así, si le echan en cara algunas de las siguientes cosas, se derrumbará y lo confesará todo:
- – Saben que se fue después que el mayordomo porque sus huellas están en la verja.
- – Saben que no se pudo ir por donde dice a la hora que dice porque la marea no se lo permitiría [Nota: descubrir esto es de nota, pero hemos dejado algunas pistas en la narración]
- – Saben que le debe dinero a mafiosos de Cunia.
- – Saben que la señora Torres planeaba quitarle de la fundación (Barlo no sabe esto, pero que se lo digan ayudará a su derrumbe).
- – Saben que la casa no la iba a manejar la fundación porque la señora Torres no se fiaba de él (Barlo tampoco sabe esto, otro nuevo clavo en su ataúd).
- – Saben que no estaba en el Gilos porque uno de los camareros ha hablado (esto no tiene porque ser verdad).
- – Y han encontrado una porra cerca del Gilos (no es del todo cierto) que seguro que tiene sus huellas y la sangre de la señora Torres (esto no lo sabrán seguro hasta que no la analice el forense).
¡Sí, sí, lo confieso, no quería hacerlo, pero la vieja iba a hacer que me mataran!
Si el interrogatorio ha sido llevado con acierto, Barlo lo confesará todo, pero si no le aprietan bien las tuercas y le amenazan antes de tiempo, llamará a un abogado y se negará a hablar sin que esté presente. Cuando el abogado esté allí, pedirá reunirse con Barlo y ambos plantearán una estrategia. La estrategia (¡adivinad quién ha pagado al abogado!) es dejar al señor Rafael González fuera del problema. Le han prometido una vida tranquila en la cárcel a cambio de que se inculpe de todo.
Si no llegara el abogado, Barlo les contará que la culpa es de Rafael González, pero no podrá aportar ninguna prueba del tema. Gilos se disculpara diciendo que son muchos clientes y que no puede estar al tanto de las horas a las que llegan todos ellos. Él sólo les confirmó que tenía reserva y que estuvo en el restaurante pagando una cena.
Mucho nos tememos que Barlo morirá, quizás mientras espera el juicio para inculpar a Rafael González o quizás mientras está en la cárcel esperando que Rafael González cumpla su promesa. En cualquier caso, proteger a Barlo puede muy bien ser otra aventura.