Autor: Roberta Alias
Es una mañana fría en esta rara primavera del 2013. El barrio de Isabel Mestres se despereza y en sus gentes se apresuran a coger el autobús envolviéndose con chaquetas y rebecas. Un pegajoso rocío procedente del mar lo envuelve todo y el sol parece perezoso tras las nubes. Las luces azules del coche policial iluminan la humedad del asfalto, pero estando tan cerca la comisaría, la gente se ha acostumbrado a ellas, no le prestan mucha ocasión. Una mirada ocasional, el terror asomando tras una sábana blanca, y la huida del lugar para evitar complicaciones. Luego, mientras revisan lo visto en el asiento o sujetos a la barra del transporte urbano, se dan cuenta que el bulto era muy pequeño, del tamaño de un niño…
Nuestros personajes, detectives ellos, serán contactados por la asociaciónSTOP Racismo Cunia quienes le contratarán para investigar la muerte de un niño oriental en la calle del Espino. No, no tienen más datos, sólo que se trata de un niño oriental y que la policía, dicho con desprecio, no está moviendo un dedo para resolverlo. Lo han clasificado como una pelea callejera y archivado junto a otra decena de casos parecidos.
Nota para los PJ: STOP Racismo Cunia es una asociación con bastante dinero y pagarán bien a investigación. Por otro lado, los PJ sabrán por los periódicos que esta asociación está en guerra abierta con el alcalde al que acusan de entrar en el barrio chino a palos para ganar popularidad de cara a las próximas elecciones (acusación muy acertada). Sin embargo, la asociación tampoco juega limpio, al menos eso dice el alcalde, y sus fondos tienen misteriosos orígenes (lo que también es cierto).
Cuando los PJ acepten el caso, el cuerpo del niño ya no estará en la calle Espino y casi todas las diligencias tendrán que realizarlas en la comisaría cercana (calle del Pino esquina José maría Miranda Serrano), pero claro, podrán visitar el lugar del crimen. De hecho, lo correcto es empezar por ahí.
Nuestra víctima
Jon Hee es su nombre, aunque lo más probable es que sea inventado, pero le llamaremos así. Su edad tampoco está clara, pero podría tener entre 14 y 16 años, se nota que está desnutrido y que lleva viviendo mucho tiempo en la calle. Su mirada es huidiza y tiene miedo de muchas cosas, pero a lo que más teme es al futuro.
Jon Hee llevaba una triple vida. Estas son:
– la de un joven pandillero del barrio Entrecruces, al otro lado del bulevar donde murió. Allí, como parte de una pandilla de jóvenes sin esperanza, se dedicaba a dar protección a cambio de algunos euros. Nada muy arriesgado ni ambicioso. Sólo para ir tirando.
– la de un soplón de la policía. A consecuencia de una mala noche, un par de agentes le trincaron con las manos en la masa (o quizás le metieron las manos en la masa para trincarle). En cualquier caso, sólo le quedó la opción de colaborar con ellos o acabar con sus huesos en el reformatorio. Aquello arruinaría su tercera vida.
– la de un aplicado estudiante de la universidad. Tuvo que falsificar algunos documentos y sobornar a algunos funcionarios, pero Jon Hee consiguió acceder a la universidad a pesar de su edad. Acudía a la facultad de físicas y era bueno, muy bueno. Rara vez se perdía una clase
Naturalmente, ninguna de sus vidas sabía nada de las otras. Ahora que está muerto, poco importa ya que se sepa.
Empieza la investigación
En la comisaría
Los policías colaborarán. Ya hemos comentado en alguna ocasión que la policía de Cunia está acostumbrada a la presencia de detectives en los crímenes de la ciudad. Son conscientes que son un elemento fundamental para que a ellos no les desborde el trabajo, les permite liberarse de trabajos que requieren muchos detalles o muchas investigaciones y centrarse en los casos importantes, con grandes redadas y grandes titulares. Un pandillero muerto en la calle no es un caso que les quite el sueño y si una ONG quiere desperdiciar su dinero, no será la policía quién lo impida.
Podrán ver el cuerpo, pero eso demostrará que tus personajes son algo morbosos porque el informe del forense también está disponible. Jon Hee murió de un navajazo en la tripa que le hizo desangrarse lentamente. Además, le habían acuchillado en dos ocasiones más, una en el brazo (una herida defensiva) y otra en el pecho, el cuchillo apenas penetró al chocar con una costilla. Las cuchilladas son imprecisas, hechas por alguien que no sujetaba bien el arma, sin experiencia. Además, el agresor era más alto que la víctima, como medio metro más alto.
No hay sustancias «raras» en su organismo (ni drogas ni alcohol) y tiene el tatuaje de una serpiente (una cobra) en el antebrazo izquierdo. Además, tenía manchas de tinta, una líneas, en su mano izquierda (el forense las ha clasificado como las típicas manchas que te haces al cerrar un bolígrafo sin prestar atención).
Nota: pueden hacer una TA de Bajos fondos o hablar con un policía para saber que la cobra es el símbolo de una manda menor del barrio de Entrecruces.
Nota: las heridas no son mortales. Al muchacho debieron acuchillarle en otro lugar y llegar andando hasta el lugar donde lo encontraron. El forense podrá indicarles esto, pero también pueden averiguarlo con una TA de Medicina. No, tras la muerte, nadie movió el cadáver.
Nota: la muerte se produjo hace cinco días entre las 01:00 y las 02:00 horas (de madrugada). El cuerpo no se encontró hasta las 06:53.
El informe policial añadirá, además, un listado de sus efectos personales:
– una mochila con un libro de física cuántica, un cuaderno de ejercicios (que bien pudieran ser anotaciones secretas de una red de apuestas porque nadie en la comisaría las entiende) y un carné de la biblioteca de la universidad.
– una cartera con 200 euros y un plano del barrio Entrecruces con diferentes locales marcados con una cruz y unas fechas (todas de la semana pasada). Y una tarjeta de cartón con un teléfono móvil anotado. La tarjeta no tiene nada más (es sólo un cuadrado de cartulina) y el teléfono está anotado a mano (la caligrafía, femenina, no coincide con la del muchacho).
– la ropa, bastante discreta (nada de marcas caras), y toda llena de sangre. Está claro que se desangró, incluso, con una TA de Descubrir, se sabrá que andaba mientras sangraba.
Podrán hablar con uno de los policías que acudió a lugar del crimen. Les comentará que el muchacho estaba en la calle Espino y que el lugar estaba lleno de sangre. Murió de noche, sobre las dos de la mañana. Había un rastro de sangre cruzando la calle y que procedía del parque Grande. Sí, siguieron la sangre y les llevó a una zona apartada del parque (podrá señalársela), pero allí no encontraron mucho, huellas de pisadas del muerto y de su agresor (habrá fotos). La huella es de una zapatilla bastante común y sin nada con las que compararlas no da muchas pistas.
La opinión policial es que Jon Hee se encontró en el parque con alguien, posiblemente alguno de los Cobra, discutieron y se acabaron a navajazos. No había sangre del otro, así que piensan que o bien Jon no llevaba navaja o bien el agresor se la llevó. En cualquier caso huyó dejando al muchacho herido. Lo avanzado de la noche, sin nadie en el parque, impidió a Jon llegar a un sitio donde pudieran atenderle y llevarle a un hospital. El caso se ha clasificado como «altercado con navaja entre bandas callejeras«.
Si lo piden, el policía les facilitará copia del informe forense, de las fotografías del lugar del crimen y de las pertenencias de Jon. No le darán nada original. Son pruebas y los jueces son muy pesados con la cadena de custodia.
En la calle Espino
No queda mucho en la zona del crimen. Los servicios municipales de limpieza son muy concienzudos y saben que los turistas de la ciudad no vienen a ver escenarios policiales. Hay una brigada especial en la limpieza de estos escenarios y cuando la policía da luz verde, lo dejan todo listo para revista.
El lugar está cerca del parque Grande y a los personajes no les costará encontrar la zona de la agresión. Hay muchas pisadas (policías, gente de limpieza), pero una buena TA de Descubrir les permitirá adivinar que las huellas del agresor huyen hacia el noroeste. Si se han hecho una copia de la foto, será más fácil descubrir esta dirección (cuadrando las fotos con el escenario). Lo de «noroeste» debería llamarles la atención. El barrio de Entrecruces, donde supuestamente están las bandas, está al sureste del parque.
Los Cobra
Las primeras pesquisas les llevarán hacia los Cobra. Esta pequeña banda del barrio Nuevo no supera los ocho miembros y aunque intentan hacerse un hueco en la zona, la verdad es que no son gran cosa. Esteban «Cobra» Menxer es el jefe, tiene 18 años y controla a sus pupilos con una mezcla de amenazas y palmaditas en la espalda. El resto de los Cobra son más jóvenes, parecen espabilados y pendencieros y mirarán a los PJ como víctimas (o al coche de los PJ).
Si preguntan por el barrio, les dirán por donde operan y si entran en su calle (la misma del mapa en la cartera de Jon, la calle de San Lorenzo), uno de la banda no les quitará los ojos de encima (tarde o temprano se darán cuenta de su presencia). Si le persiguen, les llevará a un soportal apartado donde espera el resto de la banda.
Nota: si le atrapan antes de llegar al soportal, el resto de la banda saldrá con malos humos.
No tratarán bien a los personajes, les insultarán para provocarles y justificar una pelea, en la que piensan ganar (tienen cuchillos y barras de metal y están dispuestos a usarlas). Los personajes no son policías (y los Cobra lo saben) y su «honor» pandillero les impide dejarles pasar por su territorio sin hacerles alguna marca.
Si les cuentan que Jon ha muerto y están intentando capturar a su asesino, todo cambiará. Ellos no saben que Jon ha muerto. A veces se ausentaba un par de días para atender a su madre enferma (eso creían, aunque era mentira) y por eso no lo habían echado de menos. Nadie le ha visto desde la semana pasada, después de cobrar la mensualidad a los comerciantes (unos 200 euros). Jon no era el contable del grupo, confirmarán, si apenas sabía sumar.
¿Matarle alguno del grupo? Se sorprenderán ante la sugerencia, incluso amenazarán con matar a cualquiera que se atreva a sugerirlo. Jon era un Cobra y las cobras no se matan entre ellas (es posible que los Cobra no tengan muy claras las costumbres biológicas de las cobras). Los personajes podrán darse cuenta que uno de los muchachos no es tan categórico como los demás, sus gritos y amenazas no son tan altos y esquivará la mirada de los personajes (su mote es el «argentino», aunque no es natural de ese país).
Daniel Plata, alias «El argentino».
Lo más complicado de esta situación será hablar con el «argentino» sin que sus compañeros estén delante. Una discreta vigilancia de la zona les permitirá pillarle a solas, por la noche, cuando todos se van a sus casas. O quizás, parte del grupo podría entretener a los demás mientras la otra parte habla con Daniel.
Si consiguen hablar con él a solas, les contará que Jon no era como ellos. Era muy listo y tenía aspiraciones. Quería abandonar el barrio, abandonar a los Cobra y abandonar la ciudad. Cunia no era para él, quería llegar a la NASA, a Estados Unidos, y convertirse en un importante científico. Ese era su sueño, su anhelo y lo estaba sacrificándolo todo por conseguirlo. Daniel era amigo suyo, pero no eran íntimos. Sabía lo que estaba haciendo porque él le había pedido ayuda, le había pedido que le cubriera las ausencias y le había contado el porqué, sus diarias visitas a la universidad.
Además, y esto lo confesará en un tono más bajo aún que antes, Jon no participaba en la extorsión (la palabra se la enseñó Jon) a los comerciantes. Cuando el grupo cobraba la mensualidad, los comerciantes la pagaban, pero Jon iba una semana después y abonaba todas las cantidades. Los comerciantes, por la cuenta que les traía, guardaban el secreto y Jon evitaba manchar su carrera antes de iniciarla.
Si Esteban, el jefe, se enteraba de cualquiera de estas dos cosas: que pensaba marcharse y que ayudaba a los comerciantes, le mataría. Daniel piensa que es capaz de hacerlo.
Esteban «Cobra» Menxer
Pillar a Esteban solo será muy complicado, siempre estará con su pandilla (al menos tres de ellos) y tendrán que zurrarles para poder hablar a solas con el jefe. En cualquier caso, sí podrán pillarle a solas cuando se retire a su casa, en la misma calle, en el número 1, en la esquina con la calle marques de Santillana. Vive allí con su abuela, una pobre señora que no se entera de nada de lo que hace su nieto (o sí, y prefiere parecer estúpida). Esteban no les abrirá la puerta y si le dan tiempo, llamará a sus colegas para que vengan a defenderle de unos tipos. Una entrada violenta será la mejor opción para pillarle desprevenido, pero cuidado con hacer daño a la abuela (ella no tendrá problemas en denunciarles).
Esteban, en el fondo, es un cobarde, un amargado inútil al que la vida no le va a dar ninguna oportunidad. Dentro de poco tendrá edad suficiente para meterse en un lío gordo y acabará con sus huesos en la cárcel o, si no tiene tanta suerte, en la acera. El, naturalmente, no lo sabe. Cree que se comerá el mundo y que en unos años será la mano derecha de Rafael González (quién, ente otras cosas, nunca ha oído hablar de Esteban).
Les confesará que si hubiera sabido que Jon era un cerebrito y si hubiera sabido que pensaba abandonarles, le hubiera matado con sus propias manos, pero no se hubiera escondido, lo hubiera hecho a la vista de todo el barrio (fanfarronea). No lo ha hecho, pero cuando pille al que le ha pillado de ese placer, lo matará (fanfarronea aún más; a estas alturas la abuela debe estar muy escandalizada).
Él no es el asesino. No saca medio metro a Jon, pero, además, en el momento del asesinato estaba detenido en la comisaría por hacer pintadas en una pared. Se pasó la noche allí y luego le soltaron sin cargos. Podrán comprobarlo en la comisaría del barrio Entrecruces.
La casa de Jon
Ya sea en el barrio (los pandilleros o los comerciantes) o en la policía, los personajes sabrán que la casa de Jon está cerca de la calle de la pandilla (en Zoraya). Se trata de un ático mal ventilado, mal iluminado y por el que su dueño no debe cobrar mucho alquiler. Sólo hay una habitación, con una cama, una mesa con una potente lámpara y un frigorífico. En el suelo hay libros y apuntes (todos ellos de nivel universitario). Al parecer usaba un aseo comunitario en la planta inferior, donde hay varios pisos patera (con muchas gente viviendo hacinada, sin papeles y con temor a cualquier cosa que huela a policía).
El casero, que vive en el bajo, no sabe nada de la muerte de Jon, pero hablará muy bien del chico. Puntual en los pagos, estudioso, silencioso. Nunca ha tenido problemas con él. Y no, la policía no ha venido a ver el piso. Se lamentará que la policía nunca haga bien su trabajo. Así va el país si a las cosas importantes, como la muerte de un chico tan educado, no se le presta la atención policial adecuada (el hombre es un poco hipócrita; si la policía viniera a su casa, tendría que detenerle por violar un montón de ordenanzas municipales en sus pisos patera del penúltimo piso).
El alquiler está pagado hasta fin de mes y nadie se ha mostrado interesado en alquilar el piso. El techo es muy bajo y sólo podría valer para un niño o un joven.
En la casa, enterrado entre papeles hay un teléfono. El último teléfono marcado (rellamada) coincide con el teléfono anotado en el papel. Si llaman, una voz femenina les contestará: «¿Qué quieres Jon?» (ver a continuación).
El teléfono misterioso
Si los personajes se quedan con el número y llaman desde sus móviles, nadie les cogerá el teléfono. No es que la llamada se corte o que cuelguen, el teléfono sonará y nadie atenderá la llamada. Si llaman tres veces desde el mismo teléfono, la próxima vez que llamen, sea de donde sea, el teléfono responderá con una grabación diciendo que su propietario ha dado de baja la línea.
Si tiran de contactos e influencias, podrán pedir que les localicen el número. Si es así y su contacto les debe un favor muy grande, sabrán que el número está dado de alta en la comisaría de Entrecruces. Si su contacto es circunstancial, les dirá que es un teléfono oficial y que no ha investigado más (podrán presionarles o sobornarle para que les diga oficial de dónde).
Si llaman desde la casa de Jon, una voz femenina les contestará: «¿Qué quieres Jon?» Si los personajes desarrollan la conversación adecuadamente (vamos, que no intentan hacerse pasar por Jon y le dicen que son detectives investigando su muerte), la mujer les contará que es la jefe de la comisaría del barrio Entrecruces y que les espera (de inmediato) en su comisaría.
La comisario
Irene Trapero es una policía de las de antes, padres, hermanos, abuelos policías. Su ascenso en el cuerpo no ha sido sencillo y ha luchado por cada peldaño en contra de una institución que era (y es) principalmente machista. No permite a nadie que la llame jefa o comisaria o «feministadas» parecidas. Ella es jefe y comisario, como los hombres.
Contará a los PJ que Jon Hee era uno de sus chivatos particulares. Hace años, unos policías corruptos entramparon a Jon en un tema de drogas en un instituto. Al chico le expulsaron y los policías le obligaron a trabajar para ellos a cambio de no deportarle (o mandarle a la cárcel). Cuando ella llegó a la comisaría y descubrió a esos impresentables, expulsó a los policías y se hizo cargo de la protección de Jon. Tenía su teléfono porque ella se lo había dado y porque le informaba de sus avances en la universidad. Ella le había ayudado a entrar hablando con algunos catedráticos y directores de facultades. Creían que Jon tenía 18 años, pero era un chico muy listo para su edad.
No pudo sacarle de los Cobra, donde los policías le habían obligado a infiltrarse, pero si había hablado con los comercios del barrio para que le echaran un ojo (y una mano) si era necesario. Le tenía vigilado y no, no sabe quién puede haberle matado, aunque le gustaría pillarle.
Nota: si los PJ descubren al asesino de Jon y dejan que Irene lo atrape, se ganarán una amiga para futuras aventuras.
Los policías que entramparon a Jon no pueden haberle matado. Primero, no saben que Jon les había delatado (nadie lo sabía hasta ahora que Irene se lo ha contado a ellos) y segundo, es difícil cometer un asesinato cuando están encerrado en Isla Diablo. No, si los policías quisieran matar a alguien, habrían intentado matarle a ella.
La Universidad
Sólo nos queda la universidad y nos vamos acercando a pasos agigantados al final de nuestra historia. Los PJ pueden llegar a la universidad a través de la jefe de policía, a través del «argentino» o a través de los libros en su casa o en su cartera. Que estudia física deberías ser evidente y un rápido vistazo a las asignaturas les revelará que está en uno de los cursos finales.
La universidad es un entorno medieval dentro de una sociedad democrática. Hay reglas y hay mucha gente que está en un puesto que cree que tiene que decidirlo todo. Si entran haciendo preguntas como si aquello fuera el barrio del Puerto, un amable guarda de seguridad (armado) les invitará a abandonar el campus. Sus explicaciones de que están investigando un asesinato caerán en oídos sordos y la único que les dirá es que hablen con el rector (o el decano si no quieres complicarles mucho las cosas) otro día. Hoy no les dejará pasar de nuevo. Afortunadamente, la universidad es muy grande, con muchas puertas que vigilar y poco personal, podrán volverse a colar dentro, pero si han aprendido la lección, se comportarán de forma discreta. Por otro lado, pueden hacer las cosas bien e ir a hablar con el decano desde el primer momento. Este no les impedirá preguntar, pero les pedirá que no molesten en el interior de las aulas con clases en marcha (vamos, que hablen en los descansos entre clase y clase o en el bar).
No les será difícil localizar a los compañeros de clase de Jon Hee y cuando les cuenten que ha muerto, detectarán reacciones de dolor sincero en todos ellos, excepto en dos: María Benne (una muchacha regordeta que llorará desconsoladamente) y Mario Fuentes (un jugador del equipo de baloncesto).
Hablando con los jóvenes descubrirán que Jon era el mejor alumno de la clase y que iba un paso por delante del profesor. Todos confesarán haberle consultado dudas y, si consiguen ganárselos (TA de Dialéctica) les contarán que le pagaban para que les diera clases particulares y para que les hiciera los trabajos de clase. (¡Pagarle por hacer los trabajos de clase! ¡Indignante! ¿Es que no saben bajárselos de internet como el resto de los alumnos?).
La última vez que le vieron fue en el examen de Cuántica, hace casi una semana. Estuvieron un rato charlando en la puerta de la facultad, se tomaron alguna cerveza (no Jon sólo coca cola, nunca bebía alcohol decía que mataba las neuronas). Cuando acabaron, a eso de la media noche, se despidió de ellos y se fue a su casa en el barrio Nuevo. Como otras noches, se dirigió al parque Grande, decía que vivía al otro lado. Alguno pensaba que vivía en el parque (Jon no tenía mucho dinero, eso lo sabían todos).
¿Estuvieron todos tomando cervezas a la salida del examen? No, todos no, María Benne y Mario Fuentes se marcharon antes. Ella había quedado con su padre y a él no le había salido muy bien el examen. Estaba enfadado porque Jon no había querido ayudarle durante el examen, pero nadie le dio importancia. Jon nunca ayudaba durante los exámenes (decía que los exámenes eran suyos y necesitaba aprobarlos a la primera). Mario es sólo un atolondrado que quiso ir de listo.
Maria Benne
Esta mujer apreciaba mucho a Jon, pero no desde un punto de vista humano, sino por su propio interés. Maria pagaba a Jon para que le diera clases particulares casi todos los días. Los padres de Benne son bastante acaudalados y gracia a Jon había conseguido aprobar muchas asignaturas de la carrera.
Llorará más que los demás, como si se hubiera muerto su novio, pero es una mujer interesada. Sólo llora porque ahora le será mucho más difícil acabar la carrera. ¡Qué dirá su padre cuando llegue el primer suspenso!
Como veis, todo sensibilidad la muchacha.
Mario Fuentes
Guapo, alto y estrella del equipo de baloncesto de la universidad. Hace unas semanas se proclamaron campeones universitarios y si mostraba un buen nivel académico, algunas universidades extranjeras podían ofrecerle un contrato este año.
Cuando hablen con él, los personajes se darán cuanta que es una persona que nunca ha tenido que enfrentarse a una decepción. De padres acomodados, tirando a ricos, con éxito con el sexo femenino y en el deporte se podría decir que la vida le sonreía. No se le daba mal estudiar, pero la liga había sido muy exigente este año y eso había retrasado sus estudios (vamos, que no había tocado mucho los libros entre viaje y viaje).
No se mostrará apenado por la muerte de Jon. Dirá que era un egoísta resentido, que él le había ayudado mucho a conocer a la gente de la universidad y que le había apoyado siempre que se lo había pedido, pero cuando él le pidió ayudado, se excusó diciendo que no tenía más tiempo libre. La gota que había colmado el vaso había sido su negativa a ayudarle en el examen. Se marchó enfadado de la universidad, pero se fue directamente a su casa (sus padres lo confirmarán, ¡cómo no iban a hacerlo!).
No le extraña que haya muerto. Una vez en clase, le vio el tatuaje de una cobra en el brazo. Su padre es abogado y sabe lo que significa: Jon era un pandillero. Los pandilleros mueren jóvenes. [Nota: es mentira, le vio el tatuaje de la Cobra cuando se pelearon en el parque. Jon cruzaba el parque con el tatuaje a la vista para evitar problemas con la fauna local. Pocos se meten con alguien que pertenece a una pandilla. En clase tenía mucho cuidado de no enseñarlo nunca. De hecho, ninguno de sus compañeros sabe que tiene un tatuaje].
Un momento… ¿os habéis fijado que este tipo es como medio metro más alto que Jon? ¿Y esas zapatillas? Si son esas zapatillas de moda que ahora arrasan entre los jóvenes y que, curiosamente, coinciden en tamaño y forma, con las del escenario del crimen. ¿Pero qué clase de estúpido se pone las zapatillas con las que ha cometido un crimen?
Deteniendo al asesino
Que tus personajes sepan que Mario Fuentes es el asesino, no significa que lo puedan detener. Están en la universidad y los guardias de seguridad (ni el decano) van a permitir que unos civiles se lleven a un alumno por la fuerza. Si le explican lo sucedido, el decano insistirá en llamar a la policía y a sus padres (que, como hemos dicho, son abogados).
Si le esperan fuera de la universidad, Mario huirá con su coche y tendrán que perseguirlo. Las persecuciones tampoco entran en las atribuciones de un detective y si causan algún accidente tendrán algún problema. Mario, por otro lado, tiene un coche potente. Si se escapa huirá a casa de sus padres donde estos, abogados, no dejarán ni entrar a los PJ.
Ni en el caso de la universidad, ni en el caso de la casa, los PJ tienen que comportarse con amabilidad. Podrán sacar la pistola o liarse a golpes y llevar a rastras a Mario a una comisaría. Eso sí, luego tendrán que dar algunas explicaciones.
Si los padres tienen oportunidad, protegerán al hijo y se desharán de todas las pruebas incriminatorias antes de que llegue la policía. De hecho, a las pocas semanas, el juez sobreseerá el caso ante la falta de pruebas materiales. Los PJ se habrán ganado el odio de un abogado de la ciudad. Si no tienen oportunidad, Mario será juzgado, le acusarán de asesinato sin premeditación y amonestarán a los PJ por una conducta poco ética para su profesión.
La forma correcta de actuar es no desvelar a Mario que saben que es el asesino y cuando revele que sabe que Jon es pandillero, decirle que no lo sabía y que van a investigarlo.
Si tus personajes son buenas personas, llamarán a la policía, o mejor a Irene, le contarán lo que saben y esta podrá actuar, pedir una orden de registro, incautar las zapatillas y la ropa (que tienen aún alguna mancha de sangre). A Mario se le caerá encima todo el peso de la ley, además, podrán demostrar que no estuvo en casa y que esperó en el coche hasta que vio a Jon entrar en el parque. Eso es premeditación (y le caerán un par de años adicionales).
Si tus personajes no son buenas personas (y Mario parece que vaya a librarse), hablarán con Esteban «Cobra» Menxer y le señalarán al asesino. Su muerte en un extraño incidente en la universidad aparecerá en la página de deportes de La Verdad lamentándose de la muerte de una futura promesa del baloncesto cuniés.
Y a todo esto, ¿qué pasa con STOP Racismo Cunia?
A los contratantes de los PJ no les hará mucha gracia descubrir que el asesinato no tiene nada que ver con la campaña política del alcalde. Que haya muerto alguien les da igual, ellos querían enfangar un poco más al alcalde y con el trabajo de los PJ no es posible. Les ofrecerán pagarles la mitad por un trabajo pésimamente ejecutado.
Si les cuentan que Jon era un chivato de la policía que fue entrampado por unos agentes corruptos que ahora están en la cárcel, se alegrarán y les pagarán la tarifa completa, pero perderán cualquier punto que hubieran podido ganar con Irene, la comisario del barrio Entrecruces.