Número: 90. 4ª época. Año XXI ISSN: 1989-6289
La playa está cubierta por docenas de criaturas enormes de piel gris y aspecto pesado, más altas que el cazador más alto de tu tribu. Toman el sol tirados en las rocas de la costa, a sabiendas de que ni el oso ni el lobo se atreverían a atacarles. Pero vosotros no sois ni osos ni lobos, y hace ya más de una mano de manos de noches que no lleváis carne fresca a vuestras mujeres e hijos...
Los elefantes marinos son animales enormes, que doblan la altura de los cazadores. Viven a lo largo de la costa que se encuentra entre las Montañas de hielo y el Bosque del invierno eterno. Presentan un notable diformismo sexual, siendo el macho mucho más grande y agresivo que la hembra, sobre todo en la época de apareamiento.
Se alimentan tanto de peces como de bayas y hojas de arbustos que crezcan cerca de la playa (que alcanzan con su trompa). Prefieren los peces que nadan en las heladas profundidades, por lo que para atraparlos se sumergen durante largos lapsos de tiempo. Sus presas pueden llegar a tener un tamaño considerable ya que también cazan anguilas e incluso tiburones pequeños, si es que pueden atraparlos.
Por su tamaño tienen pocos enemigos, si bien las hembras y los jóvenes pueden caer ocasionalmente víctimas de orcas y de tiburones. Aparte de eso, su principal enemigo son los cazadores de las tribus mendwan del norte, ya que su carne, piel y muy especialmente su grasa y colmillos, son extremadamente nutritivas o útiles.
Aunque pasan casi todo el tiempo en el continente, a finales de primavera comienzan a emigrar a la isla sin nombre que hay más allá de la costa en la que viven para reproducirse. Los machos llegan antes que las hembras y se enfrentan entre sí en batallas realmente violentas por el dominio de una franja de playa lo más grande posible, con el fin de que las hembras que lleguen posteriormente a "su" trozo de costa se apareen con ellos. Las hembras emigran a mediados de verano, pasando a formar parte del harén del macho en cuyo territorio recalen.
Una vez asegurado su territorio y harén los machos vuelven al mar, dejando a sus hembras solas. Durante el verano regresan regularmente a la costa para vigilar su dominio y volver a aparearse docenas de veces con todas sus hembras. No son animales muy fértiles, por lo que deben insistir multitud de veces con el objetivo de asegurarse la descendencia. A comienzos del otoño los machos abandonarán definitivamente su franja de territorio y regresan al continente, en donde no parecen tener problemas para convivir en grandes manadas de docenas de individuos.
Las hembras que se hayan quedado preñadas se quedarán en la isla hasta comienzos de la primavera siguiente, cuando darán a luz una única cría de color blanco (la piel se va oscureciendo al crecer), que pronto aprenderá a distinguir el característico barritar de su madre entre todas las hembras de la playa. Las hembras que no se hayan quedado preñadas volverán al continente antes del inicio del invierno, en donde se sumarán a las manadas de machos.
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