Número: 212. 4ª época. Año XXI ISSN: 1989-6289
La aldea de Iber es pequeña y decadente, aunque no siempre fue así. Antiguamente existió un enorme complejo minero cuyas galerías se decía que llegaban incluso a la zona inferior del continente flotante. Sin embargo, con el paso del tiempo las minas fueron agotándose y ahora ya solo queda una en activo. O más bien quedaba.
Los últimos meses no han sido fáciles para la comunidad de Iber. La guardia de la aldea se reduce a un puñado de milicianos sin mucho entrenamiento y esto ha provocado que el bandidaje aumente en la zona, tanto en número como en ferocidad.
Los saqueadores al principio asaltaban a los viajeros que recorrían las sendas de la comarca, pero pronto comenzaron a atacar granjas y saquear las caravanas que salían de la última mina abierta. Los caminos se volvieron tan peligrosos que los gobernantes de Iber han decidido cerrar temporalmente la mina. Pero no todos los trabajadores están de acuerdo con esa decisión, pues dicen que de esta forma están sirviendo en bandeja su principal fuente de ingresos a sus enemigos.
Hace tres días un grupo de mineros descontentos se unieron y decidieron volver al trabajo a pesar de las advertencias. Partieron de buena mañana hacia la mina y nada se ha vuelto a saber de ellos. Las familias, preocupadas, fueron a hablar con el gobernador, pero el encuentro no salió como habían esperado. Los trabajadores habían desobedecido una orden y el alcalde no tenía intención de poner en peligro a más gente para salvarles.
Desesperados las familias han decidido buscar alguien que pueda ayudarles a encontrar a sus seres queridos. Lo que ellos desconocen es que se encuentran hechos presos en la mina, obligados a trabajar duramente por los bandidos, quienes se hacen llamar el Clan de Dosonorte, pues es así precisamente como se llama su líder. Sin embargo la explotación de la mina es solo la punta del iceberg, pues los planes de Dosonorte van mucho más allá, aunque estos solo él los conoce.