Número: 156. 4ª época. Año XXI ISSN: 1989-6289
El llamado agua de vida y muerte es, casi con toda seguridad, uno de los fetiches más antiguos y, también, más poderosos de todo el continente de Pangea.
Se trata de un recipiente, poco más que un canto rodado en realidad, toscamente ahuecado para contener agua. Nadie sabe quién lo talló, ni tampoco cuándo, cómo o por qué. Lo único que se sabe es que ha existido desde incontables generaciones, pasando de manos de un chamán a otro, y que es un fetiche poderoso, extremadamente peligroso de usar...
El vaso contiene no solo uno, sino dos poderosos espíritus ligados en su interior: por un lado un Adar, un brillante espíritu de la vida, y por otro un Morka, un terrible espíritu de la muerte. Que se sepa, ningún chamán ha sido capaz de replicar semejante hazaña. Ambos espíritus conviven en el interior del vaso de piedra, combatiendo incesantemente, haciéndose alternativamente con el dominio del mismo; sin que haya manera de saber quién ostenta la supremacía en cada momento.
Usar el agua de vida y muerte es extremadamente sencillo. Cuando alguien bebe agua del vaso, debe llevarse a cabo una tirada de 3d10:
Con un resultado impar, el Adar se habrá impuesto momentáneamente. Quien beba el agua de vida sanará de heridas, enfermedades y otras dolencias en un número de horas igual al resultado de la tirada (se recupera 1 PdV cada hora hasta el resultado de la tirada). Más aún, si se da de beber el agua a un fallecido reciente (alguien que haya muerto un número de horas antes igual o menor al resultado de la tirada) en ocasiones el Adar será capaz de arrancarlo de las garras de la muerte, resucitándolo (con 1 PdV). Débil pero vivo a fin de cuentas.
Sin embargo, con un resultado par será el Morka quien campará libre para cebarse con el alma de su víctima. Quien bebe el agua de muerte sucumbe inmediatamente, falleciendo en tantos asaltos como el resultado de la tirada, casi siempre entre grandes dolores. Pero esto no es lo peor: según se cuenta en susurros, si se le da de beber el agua a un cadáver, el vil y embustero espíritu será capaz de infundir una falsa apariencia de vida en el cuerpo. El fallecido revivirá, aparentemente sanado como si hubiera bebido el agua de vida. Sin embargo, poco tiempo después (tantos días como el resultado de la tirada) la víctima comenzará a sufrir una irrefrenable y blasfema ansia, un hambre impío que no puede saciarse sino consumiendo la carne o la sangre de sus semejantes. Aunque trate de resistirse, pronto terminará por perder el control sobre sus acciones, dando rienda suelta a su locura. Conviene señalar que son muy pocos los que conocen este último hecho, puesto que los "muertos hambrientos" son seres abominablemente astutos, que evitan que las sospechas recaigan sobre ellos y que rara vez dejan supervivientes que puedan revelar sus oscuros apetitos...