Número: 151. 4ª época. Año XXI ISSN: 1989-6289
El fuego crepita con intensidad, las bestias han sido descargadas u abrevadas e, incluso, los esclavos han terminado su trabajo. El grupo ha estado silencioso varias jornadas, mientras avanzaban hacia el sur, y las hogueras han sido más altas, más intensas, más duraderas de lo habitual. Para sorpresa de todos, Aarthalas rompe el silencio:
-Se cuenta entre mi pueblo una historia que quizás sea conveniente contar hoy aquí. -Recuperados de la sorpresa, todos se acercan un poco más al fuego. Escuchar una historia es siempre una buena forma de finalizar el día y pocas veces tienen oportunidad de escuchar una de los labios de Aarthalas. -Cuando un dwandir da un paso equivocado, deja una huella en el bosque. Da igual que no sea muy profunda o que la tape la hojarasca con el primer otoño, la huella siempre estará ahí, salvo que la borre. Es difícil borrar una huella en el bosque salvo que te des cuenta en el momento de dar el paso. Si vas a hacerlo luego, si crees que luego te dará tiempo, la huella habrá desaparecido, en apariencia, o se habrá ocultado entre otras huellas, a simple vista.
»Cada huella es una herida en la foresta, una llaga por la que sangra, en silencio, sin protesta, y que rezuma una pus negra como la sangre coagulada de un animal enfermo. Esas gotas no son peligrosas, pero lentamente se van acercando al corazón del bosque, con cada latido, con cada jornada. El corazón del bosque es un lugar sombrío al que nunca vamos los dwandir. Huele a muerte y a ponzoña, huele a depredador y a odio. Es normal que las gotas se sientan atraídas por ese lugar y cuando son suficientes, cuando los errores de los dwandir han alcanzado tal volumen, de la bilis y de ese lugar surge una sombra, un ser oscuro que es maldad, que es la reencarnación del propio Wukran.
»Mi pueblo lo llama Feih Haral, el Fin del Mundo, pero también se le conoce como la Sombra que Camina. Una vez se alza en un bosque, va persiguiendo a todos los que cometieron esos errores y les agradece su nacimiento arrebatándoles la vida de forma sutil, de forma traicionera. Un disparo errado en medio del bosque, una rama podrida recogiendo frutos, una piedra suelta en un río caudaloso. Los dwandir que no conocen las historias, creen que se trata de mala suerte, de sucesos fortuitos, pero en cada uno de ellos, la Sombra que Camina está cerca y sonríe y con cada una de sus sonrisas, el corazón negro del bosque crece. Los árboles retuercen sus troncos, los arbustos entrelazan sus ramas, los caminos desaparecen y la belleza del bosque, poco a poco, palidece.
»Si nadie detiene a la Sombra que Camina, el bosque acaba convertido en un lugar oscuro, inhabitable y los pocos dwandir que hayan sobrevivido lo abandonan con temor y nunca más vuelven a ver su hogar.
-Y cómo se mata a la Sombra que Camina -pregunta Lup muerto de miedo olvidando su condición de esclavo.
Aarthalas le sonríe complaciente y añade:
-Solo aquel que no comete errores puede enfrentarse a la Sombra que Camina, pues ella nada puede hacerle, no puede quebrar su voluntad. La batalla contra la sombra que oscurece el bosque puede durar varias drumas. Si la batalla final del Dwandir que no Yerra ocurre cerca de la vinkana, quizás la victoria sea para él, pero si es la morkana la que domina el cielo, la suerte estará con la Sombra que Camina.
-¿Y eso ha pasado alguna vez? -ahora es el turno de preguntar de Motaas, el joven gardan que hubiera preferido no saber nada de los espíritus de los bosques.
-Cada vez que un bosque muere y cada vez que un bosque resplandece con nueva vida porque el destino del Dwandir que no Yerra es dar su vida por el bosque.