Número: 151. 4ª época. Año XXI ISSN: 1989-6289
El maluk, también conocido como dijeridu (), es un instrumento musical de viento del que ya hemos hablado en alguna ocasión. Lo normal es que los dijeridu tengan una longitud de una a dos varas y son raros, dada la forma de fabricación, aquellos más grandes, aunque existen.
Cuanto mayor es la longitud del dijeridu, mayor debe ser la pericia y la capacidad de la persona que lo hace sonar. Y lo difícil no es emitir un sonido, sino mantenerlo constante como debe hacerse con este instrumento de viento. Una gran capacidad pulmonar y una concentración que pone a prueba a los más capacitados.
En la tribu tikki de los manos largas, aunque anteriormente se les conocía como los cara corta, existe un dijeridu de cuatro manos de varas de longitud (unos 20 metros) que es, posiblemente, uno de los instrumentos musicales más grandes de los que se tiene constancia (quizás emparejado con la mítica matraba de los dwandir ). Los manos largas no son los fabricantes de ese instrumento sino que lo heredaron cuando expulsaron a los hijos del viento que vivían allí y que, probablemente, tampoco fueran los fabricantes originales.
Aquellos que lo han visto dicen que es de una pieza, o lo aparenta, y que su decoración es basta y está desgastada. Sin embargo, el instrumento, que pasa todo el tiempo en el exterior, está muy cuidado porque uno de los trabajos de los aprendices del chamán es encerarlo regularmente para protegerlo de la lluvia, la humedad y el sol. Tanto la boca como la salida están cubiertas con lonas enceradas para evitar que aniden en su interior insectos u otras criaturas.
En la tribu tikki de los manos largas carecen de jefe de grakin. Es una tradición que procede de los anteriores dueños del maluk de cuatro manos de varas y que, seguramente, procede de los anteriores y anteriores y sucesivamente hasta la fabricación del instrumento. En su lugar hay una especie de regente o senescal que custodia el dijeridu hasta la llegada del verdadero jefe. Se dice que el jefe del maluk se convertirá en el jefe de todas las tribus tikki del sur de Pangea, un ser bendecido por la Taga y cuya vida será larga y estará colmada de bendiciones.
El único requisito para convertirse en jefe del maluk es conseguir tocar el dijeridu de las cuatro manos de varas de longitud. No vale con que suene, hay que mantener el sonido durante muchas manos de manos de latidos. Aún así, nadie ha conseguido que suene desde que se tiene recuerdo.
Cada cierto tiempo, el senescal de los manos largas convoca un concurso para tocar el instrumento. La tradición exige que cada vez que se intente, cualquiera pueda intentarlo y la convocatoria se manda muchas jornadas a la redonda para que los aspirantes puedan tener su oportunidad. Estos encuentros son muy lucrativos para los manos largas que se aprovechan de las visitas y del incremento de habitantes en esos días.
Los senescales sólo intentan tocar el instrumento cuando ven cerca el final de su mandato. Fracasar en el intento suele suponer un derrocamiento a manos de algún rival más joven y ambicioso y cualquiera que se haya convertido en regente, prefiere conservar el puesto unos años antes de hacer la prueba. Tienen la absurda creencia de que podrán sonsacar al chamán el secreto para hacerlo sonar. Este solo se encarga de mantenerlo y prepararlo para las pruebas. No tiene ni idea de cómo hacerlo sonar.