Número: 151. 4ª época. Año XXI ISSN: 1989-6289
A finales de 1944, el ejército alemán lanzó una operación militar que ha pasado a la historia como la batalla de las Ardenas (o la Batalla del Saliente, «Bulge» en inglés). Dicha batalla fue uno de los últimos cantos del cisne del ejército de tierra alemán. Hoy día sabemos que los alemanes subestimaron la capacidad de reacción Aliada (y en espacial estadounidense) y aunque la operación hubiera conseguido todos sus objetivos tácticos, es dudoso que hubiera conseguido su objetivo estratégico (forzar un acuerdo de paz). Los oficiales alemanes sabían que el mayor peligro procedía de la aviación Aliada y por ello planificaron la batalla para que coincidiera con un periodo de mal tiempo. En paralelo a los preparativos de la batalla de las Ardenas, se preparó la Operación Bodenplatte cuyo objetivo era derrotar a las fuerzas aéreas Aliadas en sus propios aeródromos y que, a la postre, se convertiría en el canto del cisne de la Luftwaffe.
La operación se había preparado para el 16 de diciembre, coincidiendo con el inicio de la batalla de las Ardenas, pero problemas de planificación y de climatología la retrasaron hasta el día 1 de enero. Los alemanes creían que pillarían por sorpresa a las tripulaciones dadas las festividades de fin de año. Los aviones alemanes despegarían de sus bases de noche y atacarían diversos objetivos aéreos, campos de aterrizaje, al amanecer, con las primeras luces, antes de que los pilotos enemigos hubieran despegado.
La operación tenía dos dificultades. La mayoría de los aviones alemanes no estaban preparados para volar de noche y la mayoría de los pilotos tampoco tenían experiencia en volar de noche. Para evitar este inconveniente, se destinaron cazas y pilotos nocturnos a todos los escuadrones. Estos cazas harían el papel de guías para el resto del escuadrón. No todas las escuadras llegaron a tener guía y no todas supieron seguir a estos aviones, lo que hizo que se perdieran y llegaran tarde a sus objetivos.
El segundo problema eran los radares y sistemas de detección aliados. La única forma de esquivarlos era volar bajo (algo complicado de noche) lo que causó varios accidentes. Además de esta dificultad, la operación Bodenplatte se realizó en total secreto. Ni la Wehrmacht ni la Kriegsmarine ni siquiera las unidades antiaéreas de la propia Luftwaffe fueron informadas de la operación. El nivel de secreto era tan grande que se prohibieron las comunicaciones de radio durante la planificación, ni siquiera a través de los equipos de Enigma, y toda la preparación se realizó con mensajeros. Algunos participantes se enteraron con horas de antelación. Este secretismo, necesario para la operación, tuvo una trágica consecuencia cuando las unidades antiaéreas confundieron a los aviones alemanes con aviones enemigos y derribaron bastantes. No es reprochable, la aviación alemana llevaba tiempo sin hacer operaciones de envergadura y, mucho menos, por la noche. Pensar que eran aviones Aliados era bastante lógico.
La ejecución de la operación fue bastante accidentada, como hemos comentado; una de las causas de esta mala ejecución fue la poca experiencia de las tripulaciones alemanas. Es meritorio, sin embargo, que en el invierno de 1944 a 1945, después de iniciar la batalla de las Ardenas, los alemanes pudieran reunir personal, aparatos y combustible suficiente para una operación de estas características. Los aeródromos atacados estaban en Bélgica, el sur de Holanda y Francia y los resultados fueron dispares. En algunos aeródromos se destruyeron bastantes aviones, mientras que en otros las bajas fueron mínimas.
Se calcula, las fuentes son bastante inexactas, que los Aliados perdieron 305 aviones en tierra y 25 en el aire, otros 190 quedaron averiados y necesitaron reparaciones. Por su parte, los alemanes emplearon 850 aviones en la operación, de los que perdieron 280 (unos 35 por fuego antiaéreo propio) y 69 resultaron averiados. Aunque las cifras parecen similares, con más pérdidas en el bando Aliado, hay dos importantes diferencias que hacen que la Bodenplatte fuera un fracaso. Los Aliados repusieron los aviones perdidos en pocos días, mientras que los alemanes no pudieron hacerlo. Una guerra de desgaste en las que tenían todas las de perder. Por si fuera poco, al atacar a los aviones en tierra, no herían ni mataban a los pilotos y los Aliados sólo perdieron 14 pilotos en los ataques, mientras que las bajas alemanas ascendieron a 213 (entre muertos y prisioneros). Una cifra que Alemania no podía reponer.
La operación Bodenplatte fue la última gran operación aérea de los alemanes y fue un fracaso a pesar del gran número de aviones destruidos. La superioridad aérea Aliada se resintió ligeramente unos días, lo que ayudó a la retirada organizada de las Ardenas, pero la capacidad aérea alemana casi desapareció de los cielos de Europa.