Nº: 209 . 3ª época. Año VI
Ojos de Clara: A10 - Lo que las lluvias trajeron Por: Francesc Almacelles
 
 
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Archivos de Clara #10 - Lo que las lluvias trajeron

Los Marín-Solana, en la época en que se requirió a la agencia sus servicios, eran una familia muy bien situada en la alta sociedad de Cunia. La fama que poco a poco iban alcanzado Clara y sus trabajadores, sin ser aun excesivamente notoria, hizo que el cabeza de familia, Don Álvaro, decidió contratarles.

Alguien estaba chantajeándolo. Su hijo, el menor de ellos, tenía cierto vicio por el juego. Y por acumular deudas. Bastantes. Deudas que su padre liquidaba con cierta prontitud y mucha discreción.

Desde hace unas semanas estaba recibiendo de un desconocido pruebas de las deudas de su hijo. Y si no hacia frente a ciertos pagos, importantes y posiblemente recurrentes, este se encargaría de airear a toda la sociedad pudientes su pecadillo. Y Don Álvaro, descendiente de una familia con mucha solera desde tiempos inmemoriales, no estaba dispuesto a arrastrar por el fango de la humillación el nombre de sus antepasados.

Claro está que ya se sabe que no existe nada que sea cien por cien privado. Seguro que alguna gente sabe de ello. Pero otra cosa es que sea de público dominio.

Así que, mientras va dándole largas a su chantajista, desea que la agencia investigue la identidad del sospechoso. Luego ya se encargaría de tener algo, que no fuera dinero, con lo que "negociar".

Sus primeros pasos se focalizaron en el entorno cercano a la familia. Desde el chofer u otras personas del servicio, hasta las propias hermanas mayores del joven. Esta línea de investigación pareció dar sus frutos. Jorge Ostos, el chofer, era íntimo de Genaro Albarracín, que tenía una boutique de alta costura. Por lo que habían podido descubrir, este personaje se les antojaba que era el desconocido chantajista.

Antes de revelar su descubrimiento a Don Álvaro, decidieron realizar cierta "visita" a su casa para ver si localizaban algo que la comprometiera. Si no fuera así estaban decididos a realizar la misma incursión en la tienda. Querían estar seguros de señalar a la persona correcta.

La visita, a horas intempestivas, no fue como la planearon. Una vez dentro encontraron el cadáver de Genaro en el quicio de la puerta de su dormitorio. Le habían disparado varios tiros. Y dentro, encima de la cama, estaba recostada desnuda, ¿desmayada? la hija mayor de Don Álvaro. Quizás estuviera drogada… A los pies de la cama, en el suelo, estaba un revolver. La lógica podía llevar a la conclusión de que era el arma del crimen.

Ahora mismo tenían un gran problema. ¿Llamaban ya a la policía, inculpándose de allanamiento? ¿La realizaban anónimamente? ¿O se ponían en contacto de primeras con su cliente?

¿Realmente había sido ella la que había disparado? ¿O el caso se complicaba por momentos? Puede ser que el topo hubiese sido el chofer, e intuyendo que el negocio se les complicaba había decido silenciar a su socio aprovechando que llevaba a la hija a su casa y de esta manera implicarla.

 
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