Número: 127. 4ª época. Año XXI ISSN: 1989-6289
Tras sus azarosas y dolorosas aventuras en el mundo subterráneo, el Lobo y sus amigos deciden dirigirse al este en busca de algún refugio para pasar los días duros del invierno que se aproxima. Dicen que subir más hacia el norte es una tontería, pero no deja de haber algo de miedo en sus palabras.
En las primeras jornadas, pierden y encuentran una senda en varias ocasiones y se cruzan con algunas manadas de herbívoros que se dirigen al sur y que les proveen de comida fresca y pieles. Todos parecen haber olvidado la pasada experiencia cuando, sin aviso, una tormenta de nieve y granizo les golpea desde el norte. Intentan seguir avanzando para alcanzar algún promontorio, pero pronto no puede verse más allá de un par de varas y el frio hace que respirar sea doloroso. Sin pensárselo mucho más, Lobo da orden de acampar para esperar que pase la tormenta. No es nada fácil montar las tiendas con el fuerte viento y los animales parecen más nerviosos que de costumbre. Al final se ven obligados a agruparlos todos juntos, atándoles cuerdas al cuello y clavando estas al suelo. Ellos buscan cobijo contra el viento entre las bestias y tienden pieles y lonas para cubrirles a todos. Cualquier viajante que pasara en ese momento les confundiría con enorme animal acostado para morir de frío.
Al principio se oye como el ulular lejano del viento, pero poco a poco se va acercando y se vuelve inconfundible. Uno, no dos, ¡cinco lobos de las nieves se acercan aullando con la tormenta! El grupo los conoce y son unos animales muy fieros y muy inteligentes y no se darán por vencidos con fuego. Se preparan para recibirlos con sus armas más largas, pero al verlos llegar, entre la tormenta, su valor flaquea. Son lobos más grandes de lo normal, sus bocas salivan una espuma blanca de rabia y sus ojos parecen inyectados por la ira de generaciones. "¡Están tocados por el wukran!" grita Slissu. Todos aferran con fuerzas sus armas para una batalla mortal…